_
_
_
_
_

Asalto general a Kunduz

Los B-52 de EE UU machacan las últimas posiciones talibanes, que afirman que sólo se rendirán ante la ONU

Guillermo Altares

Oleada tras oleada, los bombarderos B-52 de Estados Unidos machacaron ayer durante todo el día las posiciones talibanes en Kunduz, la última ciudad del norte de Afganistán que permanece en manos de las milicias radicales, que están intentando llegar a un acuerdo para rendirse. La noche cayó ayer sobre Kunduz en medio de versiones conflictivas de rendición condicional, juramentos de lucha hasta la muerte y relatos de horror dentro de la ciudad. 'Se han producido combates aislados entre la Alianza del Norte y los talibanes durante el día, pero varios comandantes han contactado con nosotros para rendirse sin condiciones', declaró Yuni Qanooni, ministro del Interior de la coalición. 'Otros han pedido garantías sobre su seguridad antes de rendirse, y algunos siguen decididos a luchar contra nosotros hasta el final', añadió.

Habitantes de Kunduz acusan a mercenarios de los talibanes de cometer atrocidades
La ciudad es un nudo de carreteras crucial para abrir las comunicaciones entre el norte y el sur
Más información
La feroz batalla de Kunduz
La Alianza endurece el ataque contra Kunduz pese a las ofertas de rendición
Los talibanes entregan la provincia de Farah a los líderes pastunes
La Alianza da 24 horas a los talibanes para que abandonen Kunduz
Gráfico animado:: El bombardero B-52

Viviendas asaltadas, comercios saqueados, civiles convertidos en prisioneros como escudos humanos y asesinato de habitantes locales y entre 250 y 300 talibanes que intentaron rendirse fueron algunas de las salvajadas atribuidas a los mercenarios en Kunduz en estos días. Entre otros horrores, los testigos narraron cómo entre 200 o 300 mercenarios árabes, chechenos, indonesios, chinos y otros aterrorizaron a los habitantes de Kunduz. En al menos un caso, unos adolescentes pagaron con sus vidas por reírse o hacer gestos al paso de los crueles milicianos, que los acribillaron, y en otro tuvieron el mismo final unos talibanes que aparentemente querían huir de la ciudad.

Completamente rodeados por las tropas de Dostum desde el norte y por las del general Daud desde el este, unos 20.000 talibanes, la mitad de ellos combatientes extranjeros, resisten desde hace casi una semana, cuando lograron frenar a las tropas que habían tomado Taloqán hace dos domingos.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

El general Daud se había mostrado muy orgulloso de haber conseguido avanzar sobre Taloqán sin apoyo aéreo de Estados Unidos, ya que ése fue el frente menos bombardeado desde que comenzaron los ataques de la coalición internacional el pasado 7 de octubre. Ante los periodistas extranjeros, siempre había destacado que Washington tenía su política y él la suya y que sus decisiones militares no dependían de nadie. Sin embargo, ante la encarnizada resistencia que están presentando los talibanes, no ha tenido más remedio que recurrir a los bombarderos gigantes que, desde 10.000 metros de altura, han barrido las posiciones enemigas con intensidad.

Las informaciones en torno a la situación en la ciudad son confusas. Los sitiadores han dado un plazo que expira hoy a los talibanes para que se entreguen. Según fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Alianza, citadas por la agencia France Presse, una parte de los sitiados se han mostrado dispuestos a entregarse sin condiciones a Naciones Unidas, mientras que los combatientes extranjeros, que se han reunido en Kunduz desde todos los frentes del norte, podrían combatir hasta la muerte y han amenazado con ejecutar a los traidores.

Según otras informaciones, otra de las condiciones que han puesto los talibanes afganos es que se den garantías de seguridad a los mercenarios, muchos de ellos militantes de Al Qaeda. De hecho, se llegó a rumorear que el propio Osama Bin Laden se encontraba dentro de esta bolsa.

'Nosotros diferenciamos entre los talibanes afganos y los terroristas internacionales que se encuentran con ellos. De estos últimos no aceptaremos su rendición', había asegurado el general Daud a finales de la semana pasada. Esta estrategia no deja muy fácil la salida para unos combatientes bien preparados y armados, a los que no resulta estratégicamente muy hábil acorralar hasta el final.

En caso de que no se llegue a un acuerdo, el principal temor es que se produzca un asalto a sangre y fuego sobre la ciudad, donde también hay miles de civiles. Según los pocos habitantes que han logrado cruzar las líneas hasta un lugar seguro, Kunduz se encuentra totalmente dominada por los guerrilleros extranjeros, que tienen atemorizada a la población civil.

Kunduz es un nudo de carreteras crucial para abrir las comunicaciones entre el norte y el sur de Afganistán. Allí se han reunido los combatientes más duros de los extranjeros que vinieron a este país a hacer la yihad junto a los talibanes: los chechenos y los árabes. Aunque los comandantes de la zona nieguen la posibilidad de que se produzca un contraataque o una salida a la desesperada, en Taloqán, a 50 kilómetros de esta ciudad y a unos 20 del frente, estabilizado en Banghi, se puede ver hasta qué punto han sido reforzados los alrededores y las vías de entrada con carros de combate, artillería pesada y cientos de muyahidin.

El camino hacia Kabul, una interminable ruta alternativa por la que se tarda dos días en llegar a la capital, también se encuentra en su primera parte lleno de soldados y de artillería, como si la Alianza del Norte temiese que los extranjeros pudiesen intentar escapar por ahí.

Los periodistas tienen prohibido acercarse demasiado al frente, por miedo a que no se pueda garantizar su seguridad y quizás también para que no contemplen espectáculos bochornosos, como el que dieron el pasado martes las tropas de la Alianza, cuando, ante la fuerte resistencia que encontraron en las trincheras talibanes, se retiraron a toda prisa en medio del caos. Habían conseguido demasiadas victorias sin enfrentamientos y, cuando algunos de los muyahidin vieron la guerra de verdad, se dieron la vuelta sin pensárselo dos veces.

La rendición, y quizás la salida de los combatientes extranjeros a través de aviones paquistaníes, como ocurrió la semana pasada cuando unos 400 mercenarios fueron sacados de Kunduz por el aire sin la intervención de la aviación estadounidense, evitaría un problema para todo el mundo: un asalto que quizás no funcione a la primera, un baño de sangre en un momento en el que políticamente se están produciendo acercamientos a las tribus pastunes del sur para formar un Gobierno de concentración nacional y, sobre todo, una bolsa talibán enquistada en un punto estratégico del norte del país, que ya está casi totalmente dominado por la Alianza. Mientras tanto, a pesar de las negociaciones, los enfrentamientos esporádicos prosiguen.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_