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Columna
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Al enemigo ni agua

No soporto la hipocresía de quienes, desde la más cómoda de las seguridades, hacen llamamientos a 'todo el pueblo de Euskal Herria' para que se alcen contra el acoso judicial que, según ellos, sufre el movimiento independentista vasco. Critican a quienes callan ante las detenciones masivas de dirigentes de organizaciones del MLNV y demandan solidaridad universal aventando el miedo a que 'cualquiera puede ser el siguiente'. ¿Y si quienes callan les dijeran que tales detenciones no son sino 'consecuencias del conflicto'?; ¿y si les dijeran que no deben fijarse sólo en 'las víctimas de una parte'?; ¿y si les dijeran que las condenas no sirven para nada y que lo que ellos quieren es una solución definitiva?; ¿y si les dijeran que lo que de verdad temen los vascos no es la posibilidad de ser el siguiente en la lista de Garzón, sino en la de ETA? El discurso de los dirigentes del nacionalismo radical es, en ocasiones como ésta, tan victimista como el de aquel conductor que, circulando por la autovía de Andalucía a 160 kilómetros por hora, volvió a casa contando que la Guardia Civil le había multado por ser vasco.

Siento náuseas por la inmoralidad de quienes reclaman para sí el apoyo solidario de conciudadanos que, si sufrieran un atentado o una amenaza terrorista, se verían privados de todo apoyo por su parte. Y, sin embargo, no puedo dejar de expresar mi desacuerdo y preocupación, no tanto con las detenciones ordenadas por el juez Baltasar Garzón (al fin y al cabo, a pesar del inquietante precedente de ser un juez que falla tantísimo, siempre habrá otra instancia que enmiende sus fallos) como con el intento de algunos irresponsables políticos de generar un clima de revancha que sólo puede acabar en un incremento del autoritarismo.

Ahí están las declaraciones del presidente Aznar tras las detenciones: 'Siempre hay algunos que ponen la carga de la prueba en aquellos que hacen la operación, y me parece bien, porque eso forma parte del Estado de Derecho, pero políticamente hay que saber que esas personas forman parte de la organización terrorista y cuando se forma parte de esa organización terrorista o se es cómplice de ella y se hace la lista, tienen que estar allí, que es su sitio, y todo el mundo lo debe saber'. ¿Qué es eso de hacer listas de acusados al margen de lo que diga la justicia? ¿Es esto lo que el Partido Popular entiende por patriotismo constitucional? Pero no es Aznar el único que alienta esa perversa idea de que 'al enemigo ni agua, y si pide, polvorones', y que lo hace, esto es lo grave, desde las más altas instituciones democráticas.

Hace un tiempo, en Vitoria, viéndose interpelado por unos jóvenes que protestaban por la dispersión de presos de ETA, el defensor del Pueblo, Enrique Múgica, contraatacó diciendo que 'el Defensor del Pueblo no defiende a terroristas'. Ciertamente, no es su función defender terroristas, pero sí lo es defender todos los derechos de todas aquellas personas detenidas, juzgadas y encarceladas, sea cual sea el delito que hayan cometido: también de las personas encarceladas por delitos de terrorismo. Y hacerlo con un criterio menos restrictivo que el de las autoridades políticas (por ejemplo, sobre la dispersión), pues de lo contrario nos sobra esa institución.

¿Que la persistencia del terrorismo está generando una creciente exigencia de mano dura?, ¿que cada vez hay más gente que, como vulgarmente se dice, les tiene ganas? Todo esto puedo comprenderlo. Y créanme si les digo que no hay nada que desearía tanto, también por la más personal de las razones, como tener la garantía de que ETA ha dejado de existir.

Pero soy tan gilipollas que pongo condiciones y no comparto cualquier medio para lograrlo. Simples condiciones de higiene democrática, no se crean. Tal vez por eso si fuese norteamericano estaría movilizándome contra los bombardeos sobre las ciudades afganas, si israelí contra los asesinatos selectivos, si palestino contra los atentados suicidas. ¿Qué así nos va con tanto escrúpulo? O no...

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