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Crónica:FERIA DE ARGANDA DEL REY
Crónica
Texto informativo con interpretación

César Jiménez pide paso

Pide paso...

Cuántas veces se habrá dicho de los toreros que empiezan: pide paso, llama a la puerta, reclama un puesto entre las figuras, quiere una oportunidad...

Todo ello, claro está, referido a las buenas condiciones que apuntan para hacer el toreo como fue el caso de César Jiménez. Aunque muchas veces -lamentablemente la mayoría de ellas- por fas o por nefas (entiéndase, por la falta de ambición del torero o por la injusticia que impera en este negocio) todo se queda en tales apuntes, y las legítimas apiraciones en lo que llaman agua de borrajas.

Sin embargo nadie está obligado a ser profeta y lo que verdaderamente vale es lo que se ve. Sale a la palestra un novillero que se faja con las reses, como César Jiménez en el cuadrilátero de Arganda del Rey; que se faja con los novillos; que los lancea embraguetado a la verónica; que los castiga por bajo arqueando la pierna para prologar, encelándolos, la faena de muleta; que no rehuye sino que torea por naturales; que los cita ofreciendo el medio pecho y los ejecuta con templanza bajando la mano al objeto de que vaya humillada y sometida la res; y sobre emocionar y merecer los olés y el aplauso que se le dedican, da pie a presumir que ahí hay un torero, torero en ciernes, pidiendo paso, pretendiendo abrirse un hueco en las zonas altas y cálidas del escalafón.

Sería absurdo pretender que en este modo de torear no hubiese fallos o que el caletre experimentado de la afición conspicua no encontrara reservas pues, sobre que nadie es perfecto, nos estamos refiriendo a un novillero y, por tanto, a un torero en periodo de formación.

O puede que hubiese otros vicios adquiridos del mal ejemplo de los mayores, que conviene señalar. Así, esos giros rápidos en la cara del toro para dar un pase de pecho, o esos circulares citando de espaldas que constituyen el toque tremendista de los toreros horteras, o esa postura ventajista en plena tanda de muletazos, que a lo mejor están dotados de las mayores excelencias y se adulteran y adocenan al echar el diestro la pierna contraria atrás y dejarla escondida, con lo que queda la suerte descargada y denaturalizado el fundamento del toreo.

El buen lote (o el lote menos malo, se debe precisar) le correspondió precisamente a César Jiménez: uno dócil cual si fuera animal doméstico, otro inválido de buen conformar. Ambos dentro de una novillada que en el fondo y hasta en la forma resultó decepcionante. Se esperaba más casta en los novillos de Adolfo Martín. Y, desde luego, no eran de recibo esos dos primeros, topones al estilo asnal, ni valió nada el cuarto por su mansedumbre. Únicamente el quinto sacó bravura en la prueba de varas y, no obstante, acabó aborregado.

Al cuarto aquél, le prendió un gran par junto a la misma puerta de chiqueros donde se había aquerenciado, el banderillero Ricardo Cendeja. De salida el torero hubo de meterse raudo entre las talanqueras para evitar la cogida y el novillo hizo lo mismo aunque sólo pudo colar la cabeza, que le quedó trabada unos cuantos segundos entre los barrotes.

Jarocho se midió valerosamente con ese novillo de trapío y le sacó, mostrando buenas maneras, meritorias tandas de derechazos, en una de las cuales sufrió un serio achuchón. Y poco después, cuando toreaba al natural, una tremenda voltereta, de la que se incorporó sin mirarse y volvió a la cara del novillo con renovados bríos. Jarocho, a quien correspondió en primer lugar un auténtico mulo que lidió voluntariosamente, no tenía suerte, es evidente.

Otro marmolillo le salió en primer lugar a Ángel González y contra esa nulidad estrelló sus buenos deseos. En el quinto de la tarde, en cambio, pudo exhibir la buena concepción del toreo que posee y le sacó bastantes serie de derechazos y menos de naturales desde el mando y el temple; es decir, obligando a humillar e imprimiendo largura a los muletazos. Al final de la faena el novillo desarrolló mal estilo y Ángel González perdió el control de la situación, mas ahí quedó la muestra de su buen estilo torero.

Quizá Jarocho también pide paso. Seguramente piden paso los tres novilleros. Los tres han llamado a la puerta de la zona alta del escalafón, de eso no cabe duda. Lo que hace falta es que se la abran, claro. Y que,abierta, den la talla.

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