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El telescopio 'Chandra' prueba que hay un agujero negro en el centro de la Vía Láctea

Una observación cercana al 'horizonte de sucesos' desecha otras posibles explicaciones

Con el nuevo telescopio espacial Chandra, una de las grandes esperanzas de la observación astronómica en rayos X junto al europeo XMM-Newton, astrónomos estadounidenses han obtenido la mejor prueba lograda hasta ahora de que la enorme masa concentrada en el corazón de la Vía Láctea es un agujero negro. La observación de un espectacular fogonazo en las emisiones de rayos X procedentes de esa región ha permitido acotar su tamaño hasta casi el fijado por la teoría general de la relatividad y desechar que se trate de un grupo de estrellas muy masivas.

Dado que un agujero negro no se puede observar directamente porque, por definición, es un objeto tan denso que la gravedad impide que nada, ni siquiera la luz, pueda escapar de él, los astrónomos se han ido acercando al agujero negro del centro de la Vía Láctea desde que se aventuró su existencia en 1974 mediante la observación de lo que sucede alrededor suyo. Hasta ahora no se habían acercado lo suficiente como para estar seguros de que esa misteriosa y muy energética región central, que coincide con una fuente de emisiones en radiofrecuencia denominada Sagitario A, contenía verdaderamente un agujero negro y no una concentración de materia oscura.

En los últimos años se habían detectado varias estrellas cercanas, de las 10 millones que se agolpan alrededor de esa región, que giran en su órbita a la mareante velocidad de 5 millones de kilómetros por hora. Y se había deducido de este efecto la masa del agujero negro, cifrado en nada menos que 2,6 millones de veces la del Sol. Pero faltaba acotarlo. Según los cálculos, un agujero negro de esa masa tendría que ser muy pequeño, más pequeño que el Sistema Solar: el radio de su horizonte de sucesos -algo así como el borde del agujero negro- no sería superior a unos 7, 5 millones de kilómetros, veinte veces menos que la distancia de la Tierra al Sol. Sin embargo, las estrellas observadas, la mejor prueba indirecta obtenida hasta la observación del Chandra, están 30.000 veces más lejos, demasiado para tener la seguridad.

Un grupo de astrónomos, encabezados por Frederick Baganoff, del Massachusetts Institute of Technology (MIT), han observado la región en el rango de los rayos X con el telescopio Chandra (lanzado en 1999) durante varias horas en octubre de 2000. Detectaron entonces un fogonazo que duró apenas dos horas y multiplicó por 45 el nivel estable de las emisiones observadas hasta entonces. Un suceso extraño para el que todavía no tienen una explicación clara, aunque se supone que forma parte de la violentísima absorción de gas por el agujero negro, durante la cual se pueden producir emisiones así.

Además de espectacular y corto, el fogonazo fue variable, tuvo un pico cerca del máximo, y de este dato los astrofísicos han deducido la extensión de la región de donde procede, ya que nada puede viajar a mayor velocidad que la de la luz y el tiempo que tarda la luz en atravesar un objeto es indicativo de su tamaño. Con todo ello, Baganoff y sus compañeros han deducido que la inimaginable masa en el centro de la Vía Láctea está concentrada en un espacio esférico de radio no mayor que la distancia que separa la Tierra del Sol (150 millones de kilómetros). 'Lo que estamos haciendo es acumular las pruebas, estamos reforzando tanto la hipótesis del agujero negro que podemos excluir cada vez más explicaciones alternativas', declaró ayer Baganoff a la agencia Reuters.

A pesar de todo, una sola observación parece insuficiente para hacer una afirmación tajante y así lo reconocen los astrofísicos. Ahora van a hacer observaciones coordinadas con el Chandra y un radiotelescopio, en rayos X y en radio, lo que podrá disipar las dudas que todavía existen, explica el especialista Fulvio Melia en la revista Nature, donde se publican hoy los resultados de la observación de Baganoff.

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