_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El virus

La defensa en zona es como un virus de ordenador. O te lo cargas rápidamente o acabará provocando una avería importante. Hasta ayer España había cumplido con esta máxima. Los intentos de turcos, letones o eslovenos habían resultado infructuosos, desmintiendo momentáneamente la presunción de que al equipo español no le va este tipo de defensa. Pero llegó Israel, una selección tremendamente limitada y que a falta de otros argumentos montó desde el primer minuto su tienda de campaña en forma de defensa zonal -inteligente en sus cambios a 1-4 sobre Juan Carlos Navarro o Pau Gasol- y por primera vez en esta campeonato de Europa las vibraciones que emitió el equipo español fueron ciertamente negativas.

Más información
Tortura para llegar a cuartos

Es un secreto a voces que el equipo de Javier Imbroda no se encuentra cómodo ante esta defensa tan especial, a mitad de camino entre la técnica y la psicología. No es sólo la falta de un tirador que sirva de referencia. Tampoco ayuda no contar en la plantilla con un pívot pasador, al estilo de Rafael Rullán o Arvydas Sabonis, que reparta juego desde la línea de personal, punto neurálgico del ataque.

Lo peor es, sin duda, que toda esa imaginación, capacidad de sorpresa y claridad de ideas que muestran normalmente estos jugadores y que ha causado sensación en Turquía, de repente se nubla.

Gasol, impactante casi siempre, se convierte en un jugador más, lejos de resultar desequilibrante. Navarro no tiene espacio para sus caracoleos y los movimientos se mecanizan en exceso. El balón va y viene sin que el tránsito de la pelota venga acompañado de un criterio definido.

Cuando se atraganta una zona, sus nocivos efectos se van extendiendo como el virus Ébola. Llega la precipitación, los nervios, los errores en el pase, el fallo en canastas claras, las malas elecciones de tiro o el meterse en líos innecesarios, como hizo Alfonso Reyes.

Israel, tímido y sin mucha convicción hasta el segundo tiempo, se creyó posible ganador, otra de las consecuencias del atragantamiento. Los triples que antes no tocaban aro de repente empezaron a entrar. Todo eso le ocurrió al equipo español, que pasó lo que se conoce como un mal trago.

La sangre no llegó al río porque Navarro metió un canastón maravilloso y estos chicos tienen un ángel que corre en su ayuda cuando hace falta. Pero el aviso está dado. El jueves esperan los rusos, que defienden en zona bastante mejor que los israelíes. Esperemos que de aquí al jueves nos hagamos con un buen antivirus.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_