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Columna
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Obviedad expresiva

La presidenta del PP y el coordinador general de IU en Andalucía criticaron la convocatoria por parte del presidente de la Junta de Andalucía a los miembros de la comisión redactora del Estatuto con el argumento de que dicha comisión fue representativa en el momento de la redacción del Estatuto, pero ha dejado de serlo en el día de hoy, ya que no están presentes el PP e IU.

El dato en que el argumento se apoya es indiscutible. Ninguno de los miembros de la comisión redactora del Estatuto es militante del PP o de IU. Otra cosa es que el argumento sea un argumento, ya que la comisisón redactora fue la que fue y ni puede ni pretende tener la más mínima representatividad en el día de hoy, ni fue convocada como comisión representativa de nada ni de nadie.

Si lo que se quiere decir con ello es que el centro del debate acerca de la reforma del Estatuto tiene que ser un foro en el que estén representados todos los partidos políticos con representación parlamentaria en Andalucía y que, en el supuesto de que se nombrara una comisión de reforma del Estatuto, dicha comisión tendría que estar integrada por representantes de dichos partidos, estoy completamente de acuerdo.

Ahora bien, la obviedad en la que descansa la crítica de Teófila Martínez y de Diego Valderas a la convocatoria de Manuel Chaves dice algo más de lo que a primera vista parece decir y expresa una de las debilidades, posiblemente la mayor debilidad, del proceso de construcción de la autonomía andaluza.

El PP no estuvo presente en el momento fundacional de la autonomía andaluza. En realidad, se podría decir que no estuvo casi presente la derecha en Andalucía, ya que, aunque sí estuvo presente UCD, lo estuvo en condiciones muy difíciles, después de haberse opuesto al referéndum del 28-F y cuando ya estaba muy avanzado el proceso de descomposición que acabaría conduciendo a su desaparición en muy poco tiempo.

Estuvo presente el PCE-A. Pero muy pocos de quienes entonces estábamos en la dirección comunista en Andalucía estamos hoy en IU. En la comisión redactora del Estatuto de Andalucía participamos en diversos momentos Fernando Soto, Juan Calero y yo. No soy el único que no está integrado en IU. Tampoco Fernado y Juan lo están.Y bastaría repasar la lista de los alcaldes y concejales comunistas elegidos en las elecciones municipales de 1979 y que jugaron un papel tan destacado en la movilización de la ciudadanía en el referéndum del 28-F de 1980, para comprobar qué poquitos son los que están hoy en IU. El PCE-A que participó en la constitución de Andalucía como comunidad autónoma tiene muy poco que ver con la IU de hoy.

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Ésta, insisto, es la mayor debilidad de la autonomía andaluza. El momento fundacional no es un momento cualquiera para un sistema político, sino que es un momento singularmente importante. En él se expresa el principio de legitimidad en el que va a descansar la construcción ulterior de todo el sistema. No es lo mismo estar y participar en él que incorporarse posteriormente porque ya no se puede hacer otra cosa.

Esto último es lo que le ocurrió al PP. El PP estuvo ausente por completo del momento estatuyente y, como consecuencia de ello, su presencia fue extraordinariamente subalterna en el sistema político andaluz durante casi toda la primera década de construcción de la comunidad autónoma. Hasta las elecciones municipales de 1991 no empieza el PP a dar señales de vida en Andalucía, es decir, a presentarse ante los ciudadanos como un partido que puede asumir responsabilidades de gobierno.Y hasta las elecciones autonómicas de 1994 no se sitúa a una distancia del PSOE que lo haga creíble como alternativa a los socialistas.

Esta situación de debilidad tan extraordinariamente prolongada en el tiempo ha marcado de manera llamativa la relación del PP con el sistema político andaluz. La impresión que produce la política que sigue la dirección del PP es la de quien no considera que este sea 'su' sistema político. Lo acepta porque no tiene más remedio, pero no lo considera algo propio. De ahí su falta de lealtad estatutaria y su tendencia a no respetar ni el Estatuto ni las leyes , cuando considera que con ello puede obtener algún tipo de ventaja política. El PP no se considera obligado internamente a respetar las reglas del juego. Lo hizo Javier Arenas y lo continúa haciendo Teófila Martinez.

A ello se refería el jueves pasado Félix Bayón en su columna en este periódico. ¿Cómo es posible, se preguntaba Felix, que teniéndolo tal fácil como lo tiene el PP para presentarse como alternativa tras tantos años de gobierno del PSOE, no sea capaz de hacerlo y se convierta con su manera de hacer política en el mejor aliado del PSOE para mantenerse en el poder? El ejemplo de la actitud del PP ante la Ley de Cajas que él mencionaba, no puede ser más apropiado. ¿Cómo se puede pretender llegar a ser Gobierno promoviendo el incumplimiento de la ley?

Algo parecido, aunque con mucha menos transcendencia, le ocurre a IU. El compromiso que tuvo el PCE-A con la construcción de Andalucía como comunidad autónoma, no lo ha tenido IU, en particular desde el momento en que Julio Anguita se convirtió en secretario general del PCE y se convirtió en candidato a presidente del Gobierno de España. Desde ese momento, la política de IU en Andalucía ha estado subordinada a la estrategia estatal de la coalición, subordinación que la llevó a traicionar a su propio electorado entre 1994 y 1996 con los resultados sobradamente conocidos.

La debilidad de la autonomía andaluza radica en que, aunque el consenso ciudadano originario fue muy amplio, su interiorización partidaria fue muy desigual en el momento fundacional (PP) o se ha ido convirtiendo en muy desigual con el paso del tiempo (PP e IU). Formalmente nadie discute la legitimidad del Estatuto. Materialmente hay partidos que lo aceptan con muchas reservas. Así es difícil que se pueda construir con credibilidad una alternativa de Gobierno. Esto es lo que la composición de la comisión redactora del Estatuto vista hoy evidencia.

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