_
_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Algo pasa con el tiempo

Depositan blandamente a Pinochet en el pasado. Está entre nosotros, los vivos; el pasado le rodea con su lujo habitual, puede vestirse con sus uniformes; podrá, quizá, volver al Senado: la demencia que sobresee su causa es como asesino, cómplice o encubridor. El tiempo es tan raro como antes de Einstein. Yo soy yo y mi pasado: lo acumulado, lo que queda; la cicatriz mal cerrada de la herida del tiempo. Objetos, imágenes, olvidos, recuerdos imperfectos. Amores, fastidios. Pero el pasado es también lo que nos conceden. Carmen Franco Polo no tendrá pensión de hija de militar: ese pasado no se lo dan.

El PSOE tendrá una propina por lo que le quitaron tras la guerra, pero no lo que pide. No sé qué reminiscencias del pasado hay entre los estadistas de hoy. Gallardón, descendiente afortunado de un pasado de esa guerra, da indemnizaciones a los que fueron presos políticos de Franco: alguno recibirá 30.000 pesetas por lo que fue el destrozo, el desvío de toda su vida; y de sus hijos y nietos. El pasado impulsó a Gallardón hacia adelante, pero a otros hacia abajo. Muchos de aquellos presos han muerto, otros murieron siendo presos, de muerte natural (la muerte natural de un preso de entonces podía ser el pelotón), y no se sabe cómo salió adelante su familia: o no salió.

De pronto alguien, rey o papa, o cualquier cosa, pide perdón a los judíos, o a los ortodoxos o los protestantes. Se supone que ese rey tiene una mismidad con aquéllos, y que las víctimas de entonces anidan en los presentes. No tengo capacidad esotérica. No entiendo quien es quien, y de qué perdón se trata. Rey o Papa o Cosa toman un montón de muertos de aquella guerra, los sacan del pasado y los convierten en santos de calendario. Tiene más sentido, porque para ellos el pasado es un presente perpetuo, una eternidad, y lo que hacen es cambiarles de lugar: pasan de ser uno de nosotros -o de ellos- a la derecha del Dios Padre.

¿Estaré yo a la izquierda? No, nadie va a la izquierda: la izquierda es el Demonio. Ese futuro es un frontis donde el Espíritu es el primero y los demás forman una fila de quinientos o seiscientos millones a su derecha. ¿O está él a la izquierda de todos? ¿Puede estar a la izquierda? ¿ O se habrá llegado al estado que ellos proclaman, donde no hay izquierda ni derecha, sólo ellos? Qué pena no creer: no me divierte el crucigrama de la teología tonta. Pero veo a Pinochet vivo entre muertos del pasado. Cuanta canalla togada, uniformada, cruzada.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_