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Columna
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Ausencias injustificables

El debate sobre el estado de la nación es un acto parlamentario de naturaleza compleja. En él se combina un debate en el que lo que está en juego es el poder con múltiples debates en los que están en juego cosas relacionadas con el ejercicio del poder, pero no el poder. En el debate del estado de la nación hay dos protagonistas principales que se la juegan y muchos actores secundarios que se juegan algo, pero no se la juegan.

Esto es así siempre, pero mucho más cuando el Gobierno dispone de mayoría absoluta. En estos casos el debate políticamente hablando casi se reduce al enfrentamiento entre el presidente del Gobierno y el candidato a la presidencia por el principal partido de la oposición.

Quiere decirse, pues, que la responsabilidad del secretario general del PSOE en que el debate responda a las expectativas ciudadanas es enorme y no comparable a la de ningún otro de los participantes en el mismo. El portavoz socialista tiene que ser consciente de que los temas que él no integre en el debate es casi como si no se hubieran debatido. No puede ser sustituido en esa tarea por nadie.

Y ha habido, en mi opinión, en su discurso cuatro ausencias clamorosas objetivamente injustificables.

1. El caso Cardenal. Podría entender que se pasara de puntillas sobre el caso Piqué, aunque no sé por qué no se le puede recordar al presidente del Gobierno de manera educada cual fue su conducta en el pasado en este terreno y la contradicción con su posición actual. Lo que no puedo entender es que se pase por alto la actuación del fiscal general del Estado, que es lo más escandaloso de este asunto. El presidente del Gobierno es responsable de la indecorosa conducta de Jesús Cardenal por acción o por omisión. Y esto no se puede soslayar en el debate político.

2. El caso Matas. La acusación formulada contra el ministro es una de las más graves que se pueden hacer en todo Estado democrático digno de tal nombre. Una acusación de esta naturaleza fue el fundamento constitucional del impeachment de Richard Nixon. Lo que a Nixon no se le perdonó fue el intento de alterar el proceso de formación de la voluntad general con el espionaje del cuartel general demócrata en el edificio Watergate. Después de la confesión inicial de Rodríguez Zapatero en la vigencia de los valores constitucionales, la referencia al ministro Matas era obligada. Porque además Galicia está a las puertas.

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3. Política de inmigración. Me pareció absolutamente insatisfactoria la referencia a la política de inmigración. La responsabilidad del actual Gobierno es demasiado grande para que fuera despachada con una referencia de pasada y en los términos en que se hizo. La ruptura del consenso, la caótica aplicación de la ley, la agresividad con Marruecos por la no renovación del acuerdo de pesca que está potenciando el efecto llamada, que la nueva ley pretendía eliminar y muchas cosas más. El problema es demasiado importante y la política del Gobierno demasiado desacertada como para no llamar la atención de los ciudadanos sobre la misma.

4. País Vasco. Comprendo que el presidente del Gobierno, tras los resultados del 13-M, quisiera pasar por alto sobre la política antiterrorista y de pacificación en el País Vasco. Pero no entiendo que el PSOE no planteara que ese sigue siendo uno de los problemas principales de la democracia española y que había que tomar nota de la manifestación de voluntad del cuerpo electoral vasco y reabrir vías de entendimiento. No es un problema de Iñaki Anasagasti, sino de toda la Cámara. Y si el presidente del Gobierno no lo aborda, el candidato socialista sí tenía que haberlo abordado.

La responsabilidad de un candidato a la presidencia del Gobierno en un debate sobre el estado de la nación es directamente proporcional al poder que está en juego. Eché de menos cosas para entender que Rodríguez Zapatero estuvo a la altura de la responsabilidad que cabía exigirle.

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