_
_
_
_
_
Reportaje:

Cuando la catástrofe está en la ayuda

Parte del dinero destinado a las crisis humanitarias revierte en países ricos o se pierde, denuncia Cruz Roja

Jorge Marirrodriga

Una vez que la opinión pública tiene conocimiento de un desastre humanitario, los fondos llegan en masa a las organizaciones internacionales, pero ese dinero no se administra siempre de la forma más eficaz y justa. 'Hay que pagar mano de obra y recursos locales, en lugar de comprar a contratistas extranjeros infraestructuras, viviendas prefabricadas y servicios', apunta Kies Rietveld, médico que trabajó en Afganistán y Timor Oriental. Que el dinero movilizado ante una catástrofe acabe, por una mala gestión, de nuevo en los países ricos es uno de los muchos ejemplos de mal funcionamiento de la ayuda humanitaria que aparecen reflejados en el Informe Mundial sobre Desastres, en el que Cruz Roja analiza los puntos débiles de las actuaciones humanitarias.

Más información
Foro:: Opine sobre este tema

Rietveld ilustra su crítica con un ejemplo concreto que vio en Timor. 'El poder adquisitivo de los socorristas internacionales y de los efectivos de las fuerzas de mantenimiento de paz era estimado en 10 millones de dólares mensuales (unos 1.930 millones de pesetas) que benefició principalmente a empresarios extranjeros'. El informe cita un caso especialmente significativo en Timor, el hotel de Naciones Unidas. 'El personal internacional sirve, administra y cocina. La comida viene de Australia y Singapur. Sirven a 600 comensales que pagan 150 dólares australianos por noche. No va ni siquiera un centavo para la economía nacional si se excluye a las tímidas muchachas sentadas junto a los socorristas en sus grandes vehículos de tracción a las cuatro ruedas. A ellas no se las importa porque aquí salen más baratas'.

Pero éste no es el único problema. Ayuda incontrolada o mal distribuida, falta de planificación a largo plazo o promesas políticas no cumplidas son algunos de los puntos negros en la ayuda internacional que Cruz Roja refleja en su informe que, en palabras de Mercedes Babe, directora de Cooperación Internacional de Cruz Roja 'no pretende ser crítico con nadie, sino un examen de conciencia para mejorar nuestra actuación'. A lo largo de 200 páginas la organización denuncia que muchas veces las consecuencias de los desastres naturales tienen un responsable humano y que es ahí donde se debe incidir para evitar las tragedias.

En el año 2000, hubo más desastres que en los anteriores del decenio, con unas 79.505 víctimas mortales, de las que más de 50.000 corresponden a África y unas 19.000 a Asia. En total, el número de damnificados -muertos, heridos y afectados- por estas catástrofes entre 1991 y 2000 fue de 256 millones de personas. Según el organismo internacional, las principales calamidades fueron sequías, inundaciones y huracanes. Hasta aquí los datos, que en opinión de Cruz Roja no son, en absoluto, inevitables. 'El origen de muchos desastres naturales no es natural', destaca el secretario general de Cruz Roja, Didier Cherpitel. 'La sequía es obra de Dios y la hambruna del hombre', corrobora, citando un proverbio del Cuerno de África, John Sparrow, ex delegado regional de Información en Europa y África, quien destaca la necesidad de que el socorro inmediato tras una catástrofe sea el inicio, y no el fin, de un compromiso mayor y denuncia en el informe que 'en muchos casos el destino de la ayuda corresponde más bien a intereses estratégicos que a preocupaciones humanitarias'. Un ejemplo de esto es lo ocurrido en las ayudas que llegaron en 1999 al Estado indio de Orissa tras el paso de un ciclón. 'Más de una vez, la ayuda fue descargada rápida e indiscriminadamente en las zonas que más interesaban a los medios de comunicación', lo peor fue que el aluvión de ayuda incontrolada generó unas expectativas que dificultaron enormemente las medidas de previsión de nuevos desastres.

Víctimas sin recursos

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Cruz Roja advierte de que la fractura que se suele producir entre las medidas de emergencia nada más producirse el desastre y el desarrollo a largo plazo de la zona puede dejar sin recursos y desamparadas a las víctimas y denuncia que 'las soluciones de orden técnico no tienen debidamente en cuenta las necesidades de la comunidad' y, por tanto, puede realizarse una 'reconstrucción' que ponga en peligro la 'recuperación' del lugar. 'El problema no es tanto la ayuda de emergencia', opina Mercedes Babe, 'sino lo que es la ayuda a medio y largo plazo'. 'Por ejemplo, después de una catástrofe se busca una nueva ubicación para los afectados y se les coloca en un lugar donde no hay medios de subsistencia', explica.

La llegada de imágenes impactantes de personas sufriendo mueve a miles de ciudadanos a aportar su ayuda, pero Cruz Roja señala que tan importante como la ayuda es la correcta canalización de ésta, así como la formación de las personas que acuden al lugar. Cruz Roja reconoce que, tras el huracán Mitch, algunos voluntarios en su su primera misión fueron una carga porque no conocían el idioma o no tenían la formación necesaria. 'Los estudiantes del lugar fueron mucho más útiles y salvaron muchas vidas', dice Cruz Roja.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_