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Columna
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Repliegue táctico

El conflicto hispano-alemán sobre la oportunidad de plantear ahora el futuro de los fondos estructurales ha terminado con lo que cabría llamar un repliegue táctico por parte de España. Por lo pronto, se ha conseguido que quede en la conciencia de los países miembros el problema que proviene de que casi todas las 50 regiones de los 14 países candidatos se sitúan por debajo del 75% de la media comunitaria, con lo que las regiones españolas subirán automáticamente hasta el 90% de la media. En el memorándum que el presidente Aznar envió a finales de abril a Romano Prodi se explaya sobre los 'efectos perversos' de la que llama 'convergencia estadística'. Una primera respuesta ya se ha obtenido, Romano Prodi propone financiar la Unión con un impuesto europeo que sustituya a las actuales contribuciones de los Estados miembros, 'fuente permanente de conflictos', quitando a Alemania, primer contribuyente neto, el argumento de que está financiando a España de su bolsillo.

Ante el interés alemán de que se imponga una moratoria de siete años, España dijo que comprendía el problema, sobre todo teniendo en cuenta los temores de la población y los del Gobierno con elecciones en octubre de 2002, pero que en relación con los fondos regionales y de cohesión tenía también su problema con la ampliación. La reacción alemana fue de una virulencia inesperada. 'Los españoles salen caros', 'España bloquea la ampliación', 'Aprobación sólo a cambio de dinero contante y sonante', 'Chantaje a la española', 'El entusiasmo con la UE es grande en España mientras cuadre la caja' son algunos de los titulares que aparecieron en los grandes periódicos alemanes.

Se acusa a los españoles de egoístas y peseteros, sin una visión de Europa. Y, efectivamente, es cierto que ante todo quieren mantener una parte de estos fondos, más de 50.000 millones de euros para el período 2002-2006, para que se produzca un aterrizaje suave. Pero también para los alemanes se trata únicamente de una cuestión de dinero: pretenden que con la ampliación no aumente el presupuesto comunitario, del que son el primer contribuyente neto. Empero, dados los beneficios que esperan obtener, estaría plenamente justificado que tuviesen que pagar un poco más a las arcas comunitarias. También las ayudas comunitarias a España han resultado un buen negocio para Alemania. Ya en el primer año se duplicaron las exportaciones, arrojando un superávit medio anual de 10.000 millones de euros.

Pese a una intervención muy atinada de la presidencia sueca para encontrar un compromiso, Alemania se ha mantenido inflexible, y, al no haber sido España capaz de movilizar ni siquiera a los países que también se benefician de estos fondos, ha preferido replegarse a un nuevo momento de la negociación, a lo más tardar cuando se trate de las regiones, explicando que si había cuestionado la moratoria lo había hecho pensando tan sólo en los intereses de los países del Este que tienen derecho a una integración plena. Pero si para alemanes y austriacos es una cuestión esencial, España, siempre solidaria con los socios, aunque sigue pensando que no se debía poner cortapisas a la libre circulación, si se llegaba a un consenso, no sería ella el obstáculo. Por lo demás, el que se hubiera establecido un vínculo entre este tema y los fondos estructurales habría sido un malentendido que habían difundido los alemanes, de ningún modo dispuestos a tratar ahora la cuestión de los fondos. Habrá que dejarla para mejor ocasión.

El litigio ha puesto de manifiesto, primero, el apoyo de toda la clase política y de los medios de comunicación alemanes a la posición de su Gobierno. No se puede decir lo mismo de la oposición ni de los medios españoles, que no han dejado de subrayar los errores que, evidentemente, ha cometido el Gobierno español. Segundo, ha brillado por su ausencia una perspectiva europea. No lo que conviene a España o Alemania es la cuestión sino lo que convendría a Europa. Para salvar la cara, España, en su repliegue, insiste en que su posición en contra de la moratoria es un voto a favor de una mejor y más rápida integración de la Europa del Este. Los egoístas y pedigüeños seríamos los únicos europeos verdaderos.

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