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Columna
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Subirse a la parra

Se presenta en la Fundación Telefónica la exposición de los últimos antipoemas del chileno Nicanor Parra, formada por sus Artefactos visuales y sus Trabajos prácticos. Inspirándonos en esta última palabra, nos atrevemos a recomendar a nuestros dirigentes una agradable visita que redundaría en el pragmatismo propio de la naturaleza política; es decir, les daría ideas. Para muestra, valga un botón. Se celebraba el día de la Comunidad de Madrid y asistí en Telemadrid a un breve diálogo entre un reportero de guardia y el señor Ruiz-Gallardón, nuestro joven y díscolo presidente regional. '¿No le parece, señor Gallardón', inquiría el avieso reportero, 'que en Madrid hacen falta más monumentos?' '¿Monumentos, monumentos? Los monumentos tienen que estar vivos', respondió Ruiz-Gallardón con perspicacia y rapidez impecables. Por eso recomendaba antes visitar la exposición de Parra, por su pragmatismo: me da la impresión de que nuestro joven presidente ya la hubo recorrido y así habría podido leer una de las bandejitas del poeta (que le habría puesto en bandeja, valga la redundancia, la respuesta del día): '¡Basta de monumentos! Un monumento para cada mortal o ningún monumento para nadie'. De no haberla visitado todavía, le gustaría a Ruiz-Gallardón la exposición, muy en su línea monumental.

'Voy y vuelvo', reza el cartel que el poeta Nicanor Parra ha colgado en uno de los clavos que permanecen clavados en una cruz de Cristo vacía de Cristo. Se habría bajado Jesús de tan incómoda postura y doloroso destino para acercarse a Nicanor, hablarían de lo humano y lo divino, puede que tomaran alguna decisión, a buen seguro harían buenas migas, le arrancaría Parra una sonrisa al Señor. Y así, en otro crucifijo, éste sí con su Cristo, poder rezar el cartel: 'Sin comentario'. Y hay también un retrato de Juan Pablo II en el que el Santo Padre se hace un simulacro de gafas poniendo en círculo el pulgar y el índice y acercándoselos a los ojos: Poesía visual, titula Parra la foto. Y en un fragmento del padre nuestro, que aquí, en la Tierra, tantos conocemos, aparece en vertical un acróstico interno: 'Tome coca-cola'. Encaja. Y en estos tiempos de tanto y tan expreso dolor en el seno de la Conferencia Episcopal insto a los obispos a aligerar su pena, siquiera un rato, con esta otra bondadosa visión de las palabras; eso sí, susceptibilidades aparte, rigor autocrítico, humor.

¿Problemas con los planes educativos? Nada, nada, a la Fundación Telefónica a aclarar ideas y desfacer entuertos. 'Education is the inculcation of the incomprehensible to the idiot by the incompetent', escribe Parra en otra de sus bandejitas, blancas de cartón, confiteras; y en otras dos, de cariz pedagógico también: 'Obligatorio bostezar. El Antiprofe' y 'Tarea para la casa: aprender a vivir en la contradicción sin conflicto'. Y específicamente: para las clases de literatura, explicar al alumnado 'Hamlet o la locura fingida como método infalible de supervivencia'; para las clases de filosofía, este 'WC poem: Dios murió, Nietzsche murió, y yo no me siento nada de bien'; para las clases de geografía económica: 'Soy frígida, sólo me muevo con fines de lucro', como advierte otro cartel, a los pies de la estatua de la Libertad: 'USA: donde la libertad es una estatua', como escribe en otra bandejita de pasteles; para las clases de arte, la contemplación de ese tomate atravesado por un clavo, de título Naturaleza muerta; para las clases de ética, la contemplación de un matamoscas de plástico, de los de siempre, ése que manifiesta con rectitud 'Armas nucleares, no; basta & sobra con un matamoscas'; para las clases de historia, esas tres calaveras en línea, tituladas Las tres calaveras de Colón. Y más.

Ahora bien, si ya estamos hartos de verdad, sin dramatismos, y queremos poner punto final a nuestra vida, el poeta Parra nos ofrece una muestra incontestable de nota de despedida: 'Carta del suicida: Chao. No soporto la música ambiental'. Y aún más: si arrepentimiento o error, disponemos de un ataúd con letrero interior que instruye: 'En caso de resurrección, girar la llave 180 grados'. Práctico.

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