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Columna
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Milosevic y Pinochet

El arte no imita a la naturaleza, es la realidad la que más bien reproduce lo imaginado. Yugoslavia ha escenificado hasta en su último detalle el drama de Dürrenmatt La visita de la vieja dama. Un día antes de que finalizase el plazo fijado por Estados Unidos para poder recibir este año 50 millones de dólares como ayuda unilateral, además del apoyo norteamericano a que el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial concedan los créditos indispensables para salir del atolladero, la policía detiene al criminal del que la vieja dama juró vengarse. Desde el domingo 1 de abril, Slobodan Milosevic se encuentra en el penal central de Belgrado. Que los jefes de Estado no respondan ya únicamente 'ante Dios y la Historia', sino que, como el resto de los mortales, puedan ser enjuiciados por sus crímenes, es un signo gratificante de los nuevos tiempos.

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En la trágica disolución de Yugoslavia, con sus limpiezas étnicas y crímenes masivos, guerras civiles y genocidios, no es fácil, sin embargo, depurar responsabilidades. Indudablemente, no son pocas las de Milosevic, que asentó su poder en la demagogia nacionalista de una gran Serbia, pero tampoco cabe olvidar las de aquellos que azuzaron el avispero al reconocer a Eslovenia y Croacia, asistieron luego impasibles a la expulsión de los serbios de Croacia o contemplaron demasiado tiempo sin inmutarse la limpieza étnica que serbios y croatas llevaron a cabo en Bosnia. Los mismos que no pudieron tolerar que por todos los medios el Ejército serbio tratase de eliminar a la guerrilla albanesa en Kosovo miran para otro lado cuando es el Ejército de Macedonia el que actúa en el mismo sentido en una región de amplia presencia de una población albanesa también discriminada. La diferencia de tratamiento se explica porque los serbios bajo Milosevic no se habían sometido a las órdenes de la gran potencia y los de Macedonia fueron un buen aliado en la guerra de Kosovo.

La política occidental de apoyo a unos nacionalismos y demonización de otros, lejos de resolver uno solo de los problemas planteados, culminó en sendas intervenciones militares en Bosnia y Kosovo, con la consiguiente ocupación militar de estos territorios, sin que se divise su fin. Si cesase la presencia militar, la situación sería muchísimo más crítica que lo era antes de la injerencia. Por tanto, nadie plantea a mediano plazo retirar sus tropas, ni siquiera Estados Unidos, que así lo había anunciado, pero en el Parlamento alemán, y no es el único, han surgido ya voces que se preguntan hasta cuándo vamos a tener que pagar los altos costos del estacionamiento de las tropas en la antigua Yugoslavia, sobre todo cuando no se sabe al servicio de quién están. En Kosovo se intervino a favor del nacionalismo albanés; en Macedonia se le califica de agresivo, al que es preciso contener.

Con la detención de Milosevic, el Gobierno cumple con la condición exigida por Estados Unidos y sus aliados europeos para recibir ayuda. El Consejo de Europa exige incluso para readmitir en su seno a Yugoslavia que sea entregado al Tribunal Penal de La Haya, encargado de juzgar los crímenes cometidos en la antigua Yugoslavia. Vale la pena reflexionar sobre el hecho de que los mismos que exigían que Pinochet, arrestado en Londres, fuese juzgado en Chile están empeñados en que a Milosevic se le juzgue en La Haya, y los que conscientes de que en Chile nunca se celebrará un juicio contra Pinochet y que, por tanto, consideraban un gran avance que fuese juzgado, si no por un tribunal internacional que todavía no existe, al menos fuera de su patria, reclaman hoy que Milosevic sea juzgado en Yugoslavia. El respeto a la soberanía de este país, así como la prudencia política más elemental, lo exigirían. La paradoja de las paradojas es que Estados Unidos, que se niega a ratificar el tratado por el que se constituiría un Tribunal Penal Internacional, apoya uno confeccionado ad hoc en La Haya por los países beligerantes. El modelo norteamericano sigue siendo el del tribunal de Núremberg; sólo los vencedores pueden juzgar los crímenes de los vencidos. El derecho internacional penal tendrá que esperar.

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