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Centralidad relativa de Cataluña: ¿dónde estamos?

La discusión sobre la pérdida de centralidad relativa empezó hace dos años. Algunos estudios reflejaban el retroceso de la localización de sedes centrales de grandes empresas en Cataluña. La vitalidad de Madrid como ciudad-sede había sido mucho mayor, e incluso había atraído empresas instaladas antes en Barcelona.

Un primer análisis de las causas de la pérdida de centralidad relativa señalaba a factores asociados a la dinámica económica de las últimas décadas. La tendencia a la concentración empresarial inducida por la integración europea y por el aumento de la dimensión de los mercados había dirigido la localización de sedes a Madrid, que conjuga instituciones de poder político y financiero con un creciente peso industrial y de servicios. A esto se añadía la centralización en Madrid de las sedes de empresas privatizadas, que absorbían empresas periféricas de menor dimensión.

Pronto entraron en escena factores de la política autonómica. Por una parte, la falta de una estrategia adecuada del Gobierno de Cataluña respecto a los factores mencionados. Por otra, un enfoque erróneo de las relaciones entre Cataluña y España: la tradicional perspectiva nacionalista de relación necesariamente conflictiva podría haber perjudicado el atractivo de Cataluña como sede. Además, la sublimación de aspectos identitarios en la política catalana habría proyectado al exterior una percepción muy desmedida de la existencia de problemas idiomáticos y culturales que podían actuar como desincentivo adicional a la localización de sedes.

En este punto chocan dos perspectivas diferentes sobre el asunto. Por una parte se argumenta que la polémica es ficticia: Cataluña no pierde peso, como muestra -se dice- que el crecimiento del producto interior bruto catalán sea superior al del conjunto de España, y al promedio de la UE. Alternativamente, se arguye que, por debajo de los datos contables de la coyuntura, realmente existe una pérdida de centralidad relativa. Su consecuencia es la erosión del poder de decisión de Cataluña y su creciente subordinación a las decisiones económicas tomadas en Madrid, que añade el título de capital económica al tradicional de capital política.

Durante el año 2000, la afirmación de rasgos neocentralistas en la política del Gobierno del PP ha introducido el factor política española en la discusión. Sobre todo, ha sido la concepción de la política territorial y su concreción en la política de infraestructuras la que se ha percibido como una erosión deliberada de la posición de Cataluña. Ejemplo de ello son el diseño radial de la modernización de la red ferroviaria y el proyecto de constituir Madrid como único gran centro español de distribución de tráficos aéreos internacionales. En tal contexto han coincidido noticias como el irresoluble problema de la financiación del enlace del AVE con el aeropuerto de El Prat y el evidente desequilibrio territorial en la inversión en aeropuertos. En los cinco últimos años, el ratio Barajas / El Prat es de 5 a 1 en términos medios.

Estos elementos han situado la discusión sobre la centralidad relativa de Cataluña en el debate más amplio sobre la articulación de España, que enfrenta dos visiones contrapuestas. Por una parte, está la idea de la España radial y centralizada, donde Madrid es capital única y vértice de las relaciones con el resto del mundo, y que implica la subordinación a Madrid del resto de capitales españolas. Por otra, la España plural y descentralizada, en la que otras capitales ejercen sus respectivos protagonismos. Barcelona, por dimensión y localización, puede tener una posición relevante como vehículo de relaciones entre España y Europa, articulando la macrorregión mediterránea delimitada entre el sur de Francia y el sureste de España.

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Éste es el marco actual -y real- de la discusión sobre la posición estratégica de Cataluña en España y en Europa. En este contexto, algunas políticas estatales pueden mejorar la centralidad relativa de Cataluña. Un aspecto clave son las grandes infraestructuras de conexión internacional. Un aeropuerto capaz de absorber y distribuir tráficos internacionales, bien conectado a la red ferroviaria, es vital para que Barcelona sea un espacio de vertebración interna y de conexión internacional; un espacio estratégico que vertebre el valle del Ebro y el Mediterráneo y los ponga en contacto con el exterior. A su vez, la descentralización de instituciones estatales relacionadas con la competencia y la regulación de sectores estratégicos también ayudaría a la organización y visualización de una España más plural, en cuanto supone el traslado de centros de decisión a la periferia.

Cataluña también puede aportar mucho a la estrategia por una España plural. Es trascendental la superación de la concepción tradicional de las relaciones entre Cataluña y España en términos de enfrentamiento. Cataluña debe ejercer en España un papel de liderazgo desde la periferia y no de anclaje en ella. En otros términos, Cataluña debe encabezar acuerdos con otros territorios para impulsar reformas institucionales y financieras de tipo federal que reflejen el pluralismo de España, y contribuyan a su traducción en centralidades diversas.

Germà Bel es profesor de Política Económica de la Universidad de Barcelona y diputado del PSC.

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