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Reportaje:

El rincón de los olvidos

Paraguas, teléfonos y un consolador, entre los 30.000 objetos que los madrileños extraviaron el pasado año

¿Cómo mastica ahora el viejecito -o el joven- que se dejó olvidada la dentadura en el autobús? ¿Cómo llegó a su casa el inválido que perdió un día la silla de ruedas? ¿Cómo se apaña para ver la tele el que abandonó sus gafas de ver en el taxi? ¿Qué dijo el muchacho cuando, al llegar al mar, se dio cuenta de que había perdido en Madrid la magnífica tabla de surf?

¿Fue un cirujano el que dejó en cualquier sitio las prótesis de silicona? Misterio. El Departamento de Objetos Perdidos del Ayuntamiento de Madrid recibió y almacenó sólo el pasado año casi 30.000 historias. Casi 30.000 objetos -5.000 más que el anterior- que, según contaba ayer la agencia Efe, los madrileños -o visitantes de la capital- se dejaron en trenes, autobuses, taxis o establecimientos.

Paraguas, coches de bebé, gafas de ver y gafas de sol, paraguas, tablas de surf, dentaduras postizas, carteras, paraguas, muletas, mecheros, guantes, paraguas, radios, tartas incluso y más paraguas. Muchos paraguas. Este año, tan lluvioso, ha sido rico en la cosecha de estos objetos.

No sólo se encuentran artefactos tan prosaicos. Porque este año, junto a todos ellos, con esos 30.000 cachivaches, alguien encontró y llevó a la oficina un consolador, unas prótesis de silicona y, sobre todo, cientos y cientos de teléfonos móviles. ¿Eran las prótesis de silicona de la misma persona que hace 10 años olvidó dos pechos femeninos en un frasco de alcohol?

Porque es verdad que es éste un museo de lo insólito. Cierto que el misterio rodea a estos objetos, parte de una vida, capítulo perdido de historias personales, de dramas o comedias. ¿A quién, por ejemplo, se le olvidó una urna funeraria con las cenizas del ser querido o el familiar del que apenas quedaba ya memoria? ¿Cómo es posible perder en la calle una lápida funeraria que un taxista llevó diligente hasta el Departamento de Objetos Perdidos? ¿O cómo no se dio cuenta el Ballet de París de que había desaparecido todo su vestuario, 16 cajones? Encontrar envases vacíos es normal. No lo es tanto hallar una botella de whisky de 12 años. ¿Y qué contó en su casa el hombre que una Nochebuena perdió una caja de ostras? A las 24 horas se la devolvieron a la persona que la había encontrado. No se sabe si se intoxicó.

Porque todo se intenta devolver. O casi todo. Si en dos años los dueños del objeto perdido no han aparecido, se les notifica a los que lo hallaron y se les entrega a ellos. Es una manera de recompensar la honradez del ciudadano. Un total de 4.500 notificaciones se extendieron en el pasado ejercicio.

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La mayoría de los artilugios allí depositados no se reclaman. En el año 2000, según informa Efe, cada día se presentaron 75 personas a preguntar si estaba allí lo que habían extraviado. Unos 10.000 objetos fueron devueltos a quienes acreditaron ser sus dueños. Un tercio del total. El resto o es destruido o donado a alguna institución, o se hacen lotes que son, posteriormente, subastados.

En las estanterías, mientras tanto, descansan esa rebeca que todavía conserva el perfume de una niña que iba a la escuela, las carpetas con apuntes, el medicamento que el abuelo olvidó en el parque, la radiografía tan necesaria que encargó el médico, los patucos que tejió la tía soltera o el consolador que nadie se atreve a reclamar.

Un trabajador de Objetos Perdidos revisaba el vestuario del Ballet de París en 1991.
Un trabajador de Objetos Perdidos revisaba el vestuario del Ballet de París en 1991.GORKA LEJARCEGI

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