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Columna
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Vertederos

Los profetas de la nueva conflictividad, Alvin Toffler y Hans Magnus Enzensberger, entre otros, señalan varios problemas ecológicos como causas de posibles guerras civiles, tal como se entiende guerra civil en relación con el imaginario de aldea global. Buena parte de la conflictividad social existente en España se debe a agresiones a los bienes naturales, la escasez de agua y los planes hidrológicos, por ejemplo, o el turbio asunto de los vertederos de productos orgánicos e inorgánicos. Vertederos que corrompen el paisaje y pueden pudrir la tierra en la que se instalan, la atmósfera de los que viven en sus cercanías. Frente a la resistencia espontánea y lógica a vivir junto a un vertedero, sólo cabrían planes territoriales consensuados, la educación cívica de quienes tendrían que asumir que en algún lugar han de instalarse y la vigilancia civil continuada para que no violen los acuerdos adoptados. Aunque la consigna de CiU es fer país, la insensibilidad mostrada ante un consenso sobre el régimen territorial y en los aspectos conservacionistas ha llevado al pujolismo a una contradicción constante y a un decir y desdecirse que tiene su última representación en el sí pero no o no pero sí al plan hidrológico del PP.

Nadie quiere tener cerca un vertedero. El que se halla en Cruïlles tardó en llegar a su lugar definitivo y cuando lo hizo fue todo menos lo que debía ser

Un vertedero ha recorrido fantasmalmente el Empordà hasta establecerse definitivamente en el municipio de Cruïlles. Primero se acercó a las Gavarres y una presión generalizada lo imposibilitó porque podía afectar a una de las más necesarias reservas forestales de Cataluña. El pobre vertedero se fue a Torrent y de allí lo echaron a patadas porque nadie podía imaginar tamaño sumidero en una zona de expansión turística cuantitativa y, sobre todo, cualitativa. Finalmente los instalaron en unos terrenos de Cruïlles vaciados para fabricar cerámica y los vecinos supieron -los que quisieron enterarse- que sólo recibiría restos de construcciones. Historia con final feliz, porque una vez rellena la depresión, un bosque ocultaría para siempre los restos y sería patrimonio de la comunidad.

La realidad ha sido muy otra. Al vertedero de Vacamorta (el nombre le viene como anillo al dedo) van a parar residuos de todo tipo: pinturas, barnices, animales muertos, vehículos, fangos de tratamiento de aguas residuales, residuos de fosas asépticas..., y está ubicado a escasísima distancia de un barrio de La Bisbal, Puigventós, que ya ha percibido los efluvios del comistrajo, especialmente en los días de lluvia, cuando el vertedero se convierte en una sopera. La Plataforma Alternativa a l'Abocador de Cruïlles, compuesta por vecinos de Puigventós, Cruïlles, Monells, Sant Sadurní d'Heura, Corçà y La Bisbal d'Empordà ha tratado de explicar sus razones a las autoridades medioambientales de la Generalitat y a los medios de comunicación. La Generalitat ha contestado que todos los sellos están puestos y legalmente no hay nada que argüir, y así como los medios de comunicación de Girona han testificado sobre la cuestión, los céntricos, centrados y centrales de Barcelona la han silenciado, tal vez por una rígida interpretación de lo que es informativamente local y lo que es informativamente nacional. La empresa Recuperació de Pedreres, responsable del vertedero, es una omnipotente hacedora de obras discutibles, discutidas, vamos a dejarlo en difíciles. Los vecinos colocan carteles: 'Vertedero, no', y los de La Bisbal, incluso el alcalde, están indignados porque son las principales víctimas de los efluvios y los tráficos que conducen a la fosa común de nuestras basuras y nuestras razones.

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