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Conmoción en Italia tras la detención de una joven que mató a su familia y atribuyó el hecho a los inmigrantes

Erika de Nardo, alta, rubia, una espléndida joven de 17 años de edad, fue detenida ayer junto a su novio, Mauro F., acusados del asesinato del hermano de la joven, Gianluca, de 12 años, y de su madre Susy, de 45, ocurrido el miércoles en el pequeño chalé de la familia, en una localidad del noroeste italiano. Los investigadores policiales pusieron así, anoche, un punto final estremecedor a un crimen que había desatado en Novi Liguria, y en todo el país, una crisis de pánico y de furia xenófoba indescriptible, provocada por el testimonio de Erika, la hija mayor de la familia De Nardo, que construyó su coartada involucrando a supuestos malhechores con aspecto de albaneses o eslavos.

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Anoche, ninguno de los dos jóvenes admitió su culpabilidad en la matanza, pero los investigadores sospechaban desde el jueves de la veracidad del relato de Erika y recurrieron a micrófonos ocultos para averiguar la verdad. La única hipótesis que se baraja en estos momentos sobre las razones que pudieron impulsar a Erika y a su novio, Mauro, a cometer el horrendo crimen es la mala relación de la joven con su madre, Susy, y la resistencia de la familia De Nardo al incipiente noviazgo de ambos.

Durante dos días, los medios de comunicación italianos habían dedicado amplísima cobertura a una historia relatada con tintes sobrecogedores por la propia Erika, en calidad de única superviviente de la masacre. 'He visto el rostro de los asesinos. Conseguí golpearles y salir corriendo. Pude escuchar los gritos de mi madre diciéndome: ¡huye! Recuerdo todavía a mi hermanito cómo gritaba: ¡mamá, me matan!'.

Sobre los datos ofrecidos por la muchacha, la policía italiana desplegó una impresionante operación en la zona a la busca de 'una banda de eslavos', mientras los 28.000 vecinos de Novi Liguria recriminaban una vez más al alcalde, Mario Lovelli, del partido Demócratas de Izquierda, por haber concedido varias viviendas a los inmigrantes. En la televisión, uno tras otro, los vecinos de las víctimas se declaraban horrorizados por el grado de virulencia que mostraba la delincuencia 'extranjera'.

Los cronistas hablaban de la entereza de Erika, brillante estudiante en el liceo de la ciudad, amante de los animales. Contaban que había sido ingresada en una clínica para recuperarse del fuerte impacto sufrido aquella fatídica noche. No era para menos si se tiene en cuenta que el fiscal de Alejandría, Carlo Carlesi, que se hizo cargo del caso, dijo que el crimen era 'de una ferocidad sin límites y sin sentido'.

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Había, sin embargo, demasiados puntos oscuros en la detallada y fría declaración hecha por Erika al fiscal. Los supuestos ladrones no se habían llevado nada y la presencia de personas extrañas no había alterado lo más mínimo a los perros. Ayer, el fiscal Carlesi quiso interrogar de nuevo a Erika, y después, a su novio. Después de horas de agotadora reconstrucción, Carlesi cerró el caso sin pestañear. Las piezas del rompecabezas empezaban a encajar y la hipótesis del homicidio empezaba a estar clara.

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