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El Gobierno turco prepara un reajuste de su equipo económico para sacar al país de la crisis

Juan Carlos Sanz

El primer ministro, el socialdemócrata Bulent Ecevit, debía regresar anoche a Ankara, tras asistir a una reunión de líderes balcánicos en Macedonia, para intentar poner orden en el seno de la coalición gubernamental. Pero algunos de sus miembros, como el principal socio de Gobierno, el conservador Mesut Yilmaz, ya habían anticipado, en declaraciones a la agencia de noticias estatal Anatolia, que existía un principio de acuerdo para dar un golpe de timón en la dirección de la economía turca. 'Ya hemos decidido que hay que reordenar el equipo económico', precisó el líder del Partido de la Madre Patria.

La coalición tripartita, en la que figura también la ultraderecha heredera de los lobos grises (escuadrones de la muerte en los años setenta y ochenta), intenta reactivar su programa económico como si nada hubiera pasado en la última semana, y anuncia nuevos planes de privatizaciones en los sectores bancario, de la energía y de telecomunicaciones.

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Los turcos, mientras tanto, parecen tener la sensación de haberse ajustado el cinturón hasta el último agujero a cambio de nada. Han vuelto a las calles escenas olvidadas desde la gran crisis económica de 1994, que dio paso al auge del islamismo en la política. '¿Nadie se acuerda ya en Turquía de lo que significa la palabra dimisión?', ironizaba ayer un artículo editorial en el diario popular Radikal, 'el Gobierno no ha cumplido su palabra y ahora todos somos mucho más pobres. La crisis no se ha terminado, ni parece que vaya a acabarse con el programa que nos proponen '.

Gran parte de la prensa se ha sumado al coro de voces que exige que rueden cabezas en el Ejecutivo, como hicieron el jueves sindicatos y patronal, o de quienes no se conforman con un reajuste cosmético y hablan ya de elecciones anticipadas. Los principales interesados son el Partido de la Virtud (islamista) y el Partido de la Recta Vía, dirigido por la conservadora Tansu Çiller, que aglutinan la oposición parlamentaria.

Con el cambio del dólar estadounidense (180 pesetas) por encima del millón de liras, Turquía ha despertado de un sueño de estabilidad económica, en el que, por ejemplo, los alquileres de viviendas comenzaban a pactarse en la moneda nacional y las familias depositaban sus ahorros en los bancos turcos, que ofrecían remuneraciones de hasta el 70% en un escenario marcado por la inflación contenida en torno al 50%. Era un éxito para la economía turca, acostumbrada a tasas de inflación de tres cifras. Ayer los precios de los equipos electrónicos volvían a figurar en dólares o en marcos alemanes en los escaparates del centro de Estambul. La lira, entretanto, prosiguió su caída libre frente al dólar, con el que llegó a perder hasta un 43% del valor del miércoles.

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El FMI se ha visto obligado a apoyar la devaluación, a pesar de que el pasado diciembre había inyectado 7.500 millones de dólares (1,35 billones de pesetas) en la economía turca, en el último eslabón de una cadena de créditos internacionales. Pero los desesperados intentos del banco central de Turquía para intentar salvar la moneda nacional no pudieron impedir que el pánico desatado por el enfrentamiento político entre el presidente y el primer ministro turcos ante los jefes militares acabara de dar la puntilla al programa de ajuste económico y de convergencia con Europa.

El abandono de la ortodoxia económica confirma el fracaso del modelo diseñado por Ecevit para avanzar en el camino de la incorporación a la UE. Dentro de unas semanas estaba previsto que el Gobierno turco hiciese público su plan para cumplir los criterios de convergencia con los Quince. Tras cerrar la puerta a Ankara (en Luxemburgo, en diciembre de1997), la UE revisó su posición (dos años más tarde, en Helsinki) para incluir a Turquía, junto a otros 12 países del este de Europa y del Mediterráneo, en la lista de espera para iniciar el proceso de adhesión. Pero Europa también quiere que los dirigentes turcos emprendan reformas tan espinosas como el de poner fin a a las violaciones a los derechos humanos y de la identidad cultural de la minoría kurda.

Protesta de vendedores de electrodomésticos contra el Gobierno, ayer, en Adana, al sureste de Turquía.
Protesta de vendedores de electrodomésticos contra el Gobierno, ayer, en Adana, al sureste de Turquía.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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