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Una muestra recorre en San Sebastián la sociedad de finales del siglo XIX

Maribel Marín Yarza

Las revoluciones económicas, sociales y políticas y, sobre todo, los avances médicos cambiaron la percepción de la sociedad del segundo tercio del siglo XIX. El hombre había multiplicado su capacidad de matar, pero también de vivir más y mejor y rezumaba optimismo. El centro cultural Koldo Mitxelena de San Sebastián muestra ahora esa realidad en Frente a la oscuridad, una exposición que ofrece una curiosa visión de la época a través de textos, documentos, útiles médicos y otras piezas.

La muestra, comisariada por el Museo Zumalakarregi de Ormaiztegi, huye del detalle enciclopédico. Da pistas sobre la situación política, social, cultural o bélica de la época, se refiere a la primera y a la segunda guerras carlistas, pero cede el protagonismo a las personas.

El público encontrará en la Ganbara del KM, hasta el próximo 10 de marzo, una narración más literaria que científica, un recorrido alejado del academicismo, a través de fotografías, elementos que sirvieron para el estudio de la anatomía humana, estetoscopios, daguerrotipos, o documentos con los que el poder de la época disfrazaba de información su propia propaganda. Y texto, mucho texto.

Resume así un periodo en el que se revalorizó la vida humana. Y lo hace, dice Xabier Querejeta, responsable de difusión del museo, con todas sus contradicciones, 'el respeto a presos y heridos junto a crueldades inútiles, la libertad de expresión contra el abuso de poder, la objetividad de la imagen que hizo al hombre tener mayor conciencia de su propia identidad, pero también la propaganda'.

La exposición discurre por tres apartados: Vivimos más y mejor; Cuando el dolor ajeno nos duele y La imagen, testigo de la realidad y recuerda que lo que hoy se antoja evidente o, cuando menos, cotidiano fue una revolución en el siglo XIX: la neutralización del dolor a través de la anestesia y el descubrimiento de la higiene.

Recuerda al doctor Semmelweis, quien en 1846 se dio cuenta que el número de víctimas de fiebres puerperales era mayor en una sala del hospital de Viena que en otras. Así, comprobó que la limpieza de manos tras diseccionar cadáveres o asistir a enfermos reducía la mortalidad a menos del 1%. El texto figura junto a la fotografía de lavabo usado por el médico para su higiene y junto a unas sierras, que años antes se empleaban para amputar órganos, sin esterilizarlos.

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