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SEGURIDAD ALIMENTARIA

La crisis del vacuno fuerza la dimisión de dos ministros alemanes

Los titulares de Sanidad y Agricultura asumen su mala gestión ante los primeros casos

Pilar Bonet

Fischer y Funke han sido las principales figuras criticadas por la forma de abordar la crisis que comenzó el 24 de noviembre, cuando se detectó en Schleswig-Holstein el primer caso de encefalopatía espongiforme bovina de Alemania. En una rueda de prensa convocada ayer por la tarde, Fischer admitió que se habían cometido errores en la forma de abordar la enfermedad. En tanto que militante de los verdes, la ministra consideró curioso tener que asumir la responsabilidad por la industrialización de la agricultura, pero reconoció que debía plegarse ante la falta de confianza de los ciudadanos y permitir un nuevo comienzo al Gobierno.

La ex ministra dijo haber tomado por propia iniciativa la decisión, que comunicó ayer al canciller. Schröder había aceptado con 'pesar' el cese, dijo Fischer, que lamentó no poder llevar a cabo la reforma sanitaria (muy polémica, por otra parte) esbozada bajo su mandato. La ex ministra, que encajó el inicio de la crisis con gran energía, dio luego muestras de no controlar la situación. Después de declarar que las salchichas alemanas eran aptas para el consumo tuvo que iniciar una acción de recogida de ciertas clases de estos productos de los comercios. En su última edición, el semanario Der Spiegel reprocha a Fischer el haber retenido durante seis semanas un informe de la Unión Europea sobre los riesgos de que se propagara el mal de las vacas locas.

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Por su parte, Funke, que es un agricultor vocacional, comunicó su decisión de dimitir después de que lo hubiera hecho su colega de Sanidad. Entre ambos ministros no ha existido una buena coordinación, y esto, conjuntamente con las divergencias sobre el alcance que debe tener el necesario cambio de orientación de la política agraria en Alemania, forma parte de los reproches que se le han hecho a Funke.

Agricultura ecológica

El ministro, que, a diferencia de Fischer, no había sido inicialmente partidario de una prohibición total de los piensos con componentes animales, había confeccionado un programa de ocho puntos para abordar la crisis, pero había rechazado una concepción más radical, elaborada por funcionarios de Agricultura y del Ministerio del Medio Ambiente, para desarrollar de forma consecuente la agricultura ecológica.

Las dimisiones desatan las manos al Gobierno a la hora de exigir responsabilidades a dirigentes locales de la oposición, como Edmund Stoiber, el poderoso jefe del Gobierno de Baviera, que, a diferencia del Gabinete federal, no es partidario de un exterminio masivo del ganado allí donde se ha detectado la enfermedad. Los exterminios masivos de ganado han generado grandes protestas en Baviera, y Stoiber defiende un concepto de sacrificio selectivo de reses pertenecientes a grupos de riesgo.

En Múnich, el socialcristiano Edmund Stoiber rechazó ayer las peticiones de que dimitieran sus ministros locales responsables de sanidad y agricultura, alegando que éstos gozaban de su plena confianza. El político reconoció, no obstante, que se deberían haber aplicado medidas más rápidas y severas contra la epidemia a todos los niveles, incluido el territorio por el que es responsable.

De los 10 casos de enfermedad confirmados en Alemania hasta ayer, seis corresponden a Baviera; dos, a Baja Sajonia, y los otros dos, a Schleswig-Holstein. Las informaciones que salen a la luz siguen alarmando a los ciudadanos. El director de una institución veterinaria de Lindau, en Baviera, informó ayer de que la carne de un ternero hijo de una vaca infectada con el mal de las vacas locas había sido vendida en los comercios hace medio año. En la comida para deportistas a base de altos concentrados de proteínas se encuentran posiblemente sustancias que podrían producir el mal de las vacas locas, según escribe el profesor de medicina deportiva austriaco Hans Holdhaus en una revista para farmacéuticos alemanes.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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