_
_
_
_
_
EL TREN DE ALTA VELOCIDAD
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Todo está por hacer en el AVE

El acuerdo al que llegaron el ministro de Fomento y los presidente de cuatro comunidades autónomas sobre el trazado del AVE el pasado lunes en Murcia es una buena noticia para la Comunidad Valenciana, aunque llegue con cierto retraso. Esta demora, sin embargo, no es suficiente argumento para descalificar la globalidad del proyecto ni basta para disminuir el protagonismo político del presidente de la Generalitat en la que, sin duda, es una de sus apuestas políticas más ambiciosas. Es verdad que la propuesta de Álvarez-Cascos asumida por todos ha enmendado el proyecto original de Eduardo Zaplana quien, confiado en las tesis de Arias Salgado, apoyaba la solución sur, lesiva para los intereses de Valencia. Pero no es menos cierto que también se ha llevado por delante la 'solución integral' del presidente manchego José Bono. Al final, se ha impuesto la razón y la lógica, como recordaba ayer el director del Instituto de Robótica de la Universidad de Valencia, Gregorio Martín. El consenso alcanzado por todos y alabado por la mayoría de las fuerzas políticas (PSPV, incluido) y sociales respecto del trazado es lo importante; aunque todo esté por hacer.

El presidente Zaplana, con la euforia del momento y como consecuencia de su particular visión de la política, prácticamente ha dado por inaugurado el AVE Madrid-Comunidad Valenciana, tal que si mañana cualquiera pudiera subirse al tren. De hecho, lleva meses diciendo que las obras de alta velocidad estaban en marcha, cuando la realidad es que a fecha de hoy sólo existe un acuerdo sobre el trazado y hasta el pasado lunes ni eso. Queda, pues, mucho camino por delante y habrá que esperar todavía unos años antes de que el AVE llegue a una de las estaciones término valencianas. Por otra parte, el documento firmado por los cuatro presidentes autónomos y el ministro de Fomento es ambiguo y compromete muy poco a las partes. No figuran plazos de ejecución, no aclara la financiación del proyecto, y tampoco establece la duración de los trayectos. El consenso alcanzado establece el compromiso político de hacer realidad el AVE, que no es poca cosa; pero no explica tanta euforia presidencial. Las obras no concluirán hasta el 2007, como pronto, si no surgen los acostumbrados obstáculos en estas grandes infraestructuras. El antecedente más cercano, la autovía Valencia-Madrid, sufrió más retrasos de los deseables y no sólo por la oposición de Bono a que pasara por las Hoces del Cabriel. El presidente Zaplana haría mal en creer que todo está hecho y eludir sus responsabilidades. Ahora es cuando más vigilante debe estar y hacer valer su peso en Madrid para que el proyecto no acumule más demoras de las que ya sufre. Transferirle todos los compromisos al Ministerio de Fomento sería una frivolidad política difícilmente entendible.

La ambigüedad y la ausencia de compromisos concretos en el acuerdo firmado en Murcia provocó la escéptica reacción de los socialistas y de Esquerra Unida. La oposición fue especialmente cicatera a la hora de reconocer el protagonismo de Eduardo Zaplana y le negó incluso el beneficio de la duda. El secretario general de los socialistas valencianos podría haber apostado por un gran pacto de estado y mostrar su apoyo al presidente de la Generalitat para que el AVE sea una realidad con la mejor financiación pública, el menor tiempo posible, con unos trazados ajustados a la declaración de Murcia, y unos trayectos cuya duración sea la más breve. Pero no lo hizo. Joan Ignasi Pla debería haber mostrado una mayor altura de miras y no limitarse a darse protocolariamente por satisfecho por el acuerdo alcanzado sobre el trazado. En sus declaraciones se echa en falta un compromiso claro de la oposición para acompañar a la Generalitat en las negociaciones y presiones que habrá que realizar para que el proyecto no sufra más dilaciones. Una toma de posición tan nítida hubiera sido mejor entendida por una sociedad que celebra el acuerdo del AVE y le habría cargado moralmente de razón.

El primer paso para el AVE Madrid-Comunidad Valenciana ya se ha dado; pero todo está aún por hacer. Las voluntades políticas pueden convertirse en humo demagógico si no se convierten en realidad. Y en esta tierra, estamos harto escarmentados de que, en punto a infraestructuras, acaben dándonos gato por liebre. El presidente de la Generalitat no puede hacer mutis por el foro cuando todo está por hacer.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_