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La falta de fondos bloquea la investigación del único tratamiento prometedor contra el peor cáncer cerebral

El pionero equipo de la Universidad Complutense perderá la patente por falta de 15 millones

Javier Sampedro

El equipo de Manuel Guzmán, de la Universidad Complutense de Madrid, demostró en febrero pasado que el componente activo de la marihuana es capaz, en ratas de laboratorio, de curar el glioblastoma, el tipo más agresivo y mortal de cáncer cerebral, para el que no existe ningún tratamiento eficaz. La investigación, considerada de interés prioritario por los especialistas internacionales en ese campo, apenas puede seguir adelante por la asfixiante falta de fondos, y el grupo está a punto de perder la patente por no disponer de los 15 millones de pesetas necesarios para formalizarla.

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Guzmán, que publicó los resultados en Nature en febrero pasado, presentó ayer su puesta al día en un simposio de la Fundación Ramón Areces sobre el uso terapéutico de los cannabinoides (el principio activo de la marihuana y sus derivados). Varios investigadores de primera línea mundial en ese campo mostraron, al término de la charla, un enorme interés por los experimentos, y no daban crédito a sus oídos cuando Guzmán les relató que la investigación apenas podía seguir adelante por falta de fondos, que la patente estaba a punto de perderse, y que no había en marcha ningún ensayo clínico en pacientes humanos."Los resultados son magníficos y sería del máximo interés profundizar en ellos con todos los medios", declaró a este diario Roger Pertwe, de la Universidad de Aberdeen (Reino Unido) y una autoridad mundial en el uso médico de los cannabinoides. "Si el doctor Guzmán no logra más fondos en España, estoy seguro de que la Imperial Cancer Research Fundation británica estaría interesada en financiar la continuación de los trabajos".

El pionero mundial en el estudio de estos compuestos, Raphael Mechoulam, de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel), afirmó: "Unos resultados tan claros en ratas, y en un tipo de cáncer que mata a los pacientes en cuestión de meses, y para el que no existe otro tratamiento, exigiría inmediatamente volcarse a fondo en la investigación. Los Institutos Nacionales de la Salud [NIH] norteamericanos financiarían de inmediato un ensayo clínico en humanos".

En parecidos términos se expresó Harald Hansen, especialista en farmacología cerebral de la Escuela Danesa de Farmacia de Copenhague, que añadió: "¿Que si la investigación merece financiarse? Por supuesto que sí. Absolutamente, está clarísimo".

Para hacerse una idea de las penalidades económicas a las que se enfrenta el celebrado equipo de Guzmán, basta considerar lo siguiente. Los científicos, al 50% con la Universidad Complutense, solicitaron en febrero pasado la patente en España sobre el uso de cualquier cannabinoide para el tratamiento de los tumores cerebrales. Ello implica que, durante un año, ningún científico ni empresa del mundo puede solicitar la misma patente en ningún país. Pero en febrero de 2001, ese blindaje se perderá si los científicos españoles no culminan el procedimiento pagando 15 millones de pesetas. No podrán: la financiación de que dispone el equipo de Guzmán para el trienio 1999-2001 suma 20 millones de pesetas en total: 16 millones del antiguo Ministerio de Educación y Ciencia y 4 millones de la Comunidad de Madrid. Dado que el cáncer es la línea de investigación más competitiva de la biomedicina mundial, y visto el gran interés internacional que ha suscitado la técnica, no cabe la menor duda de que, en febrero, varias instituciones científicas del mundo se lanzarán a seguir los experimentos, incluido un ensayo clínico inmediato, que Guzmán no podrá llevar a cabo por falta de fondos.

Al margen de la patente, la penuria de fondos impedirá hacer los siguientes experimentos esenciales: optimizar las dosis del compuesto, los tiempos de aplicación, las vías de administración, hallar los coadyuvantes más adecuados, probar el efecto de otros cannabinoides sintéticos, repetir los experimentos con muchos otros tipos de tumores y buscar formas de reducir los efectos secundarios del tratamiento.

Guzmán explicaba ayer: "Es posible que haya prejuicios entre los gestores públicos ante la posible utilización de un derivado del cannabis en pacientes humanos, pero me consta que no los hay en lo que respecta a la experimentación con animales, así que no creo que ése sea el problema. Lo que nos pasa es, sencillamente, lo mismo que les pasa a los demás investigadores en España: que estamos en los últimos puestos de la UE en financiación científica, y que, para colmo, la mitad de esos fondos se van a proyectos militares".El científico está actualmente pidiendo dinero a la Comunidad de Madrid, y ha tanteado a varias empresas para que financien la patente a cambio de su explotación comercial, sin resultados. Una corporación británica dedicada a buscar patrocinadores para proyectos contra el cáncer sí se ha mostrado interesada. El hospital Dana Farber de Boston (EE UU) también le manifestó a Guzmán su interés inmediato en abordar un ensayo clínico.

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