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Los Quince discutirán en Biarritz la reforma para abrir las puertas a la ampliación al Este

El Consejo Europeo intentará desbrozar mañana el camino para reformar el Tratado de Amsterdam, paso previo imprescindible para ampliar la Unión Europea hacia el este de Europa. De la reunión de Biarritz, en el País Vasco francés y en medio de enormes medidas de seguridad, no saldrá ningún acuerdo concreto, pero sí un perfil más claro de las posiciones de cada país que haga posible un acuerdo definitivo en la cumbre de Niza en diciembre. El reparto de los votos en el Consejo de Ministros será la clave que puede desbloquear los demás contenciosos. El presidente francés, Jacques Chirac, aseguró ayer que la cumbre dará un "impulso determinante" a la reforma de las instituciones para la ampliación.

Asuntos pendientes

La reforma del Tratado de la Unión Europea tiene como objetivo cerrar los llamados flecos de Amsterdam. Los flecos son en realidad asuntos tan capitales y delicados que hicieron imposible un acuerdo en ese momento, en junio de 1997. Entonces el Consejo Europeo vivía un momento de gran inestabilidad. El canciller Helmut Kohl hacía frente a un declive político que acabaría por arrebatarle el Gobierno federal; su debilidad interna se tradujo en una cerrazón europea hasta entonces impensable que le llevó a acatar las presiones de los länder y bloquear algunos de los temas capitales, como la reducción del derecho de veto.Francia había vivido poco antes el relevo del Gobierno conservador tras el triunfo de los socialistas de Lionel Jospin en las legislativas, abriendo así una nueva cohabitación, esta vez con un presidente gaullista, Jacques Chirac. Las primeras opciones europeístas de Jospin se centraron en buscar mecanismos de financiación para las políticas europeas de empleo, provocando un colapso en el primer día de reuniones del Consejo de Amsterdam que redujo a la mitad el tiempo previsto para cerrar un acuerdo en la reforma del Tratado.

La consecuencia de todo ello fue que en Amsterdam quedaron sin resolver dos temas fundamentales: la reponderación del voto en el consejo de ministros y la reforma de la Comisión Europea. Otro de los asuntos básicos, la extensión del voto por mayoría cualificada para ir reduciendo el derecho de veto, se quedó a medio camino. Esos tres temas son los que ahora hay que abordar en esta nueva reforma del Tratado de la Unión. A ellos se les ha unido el delicado asunto de flexibilizar las llamadas cooperaciones reforzadas y un quinto capítulo, la reforma del artículo 7, para actualizar los mecanismos comunitarios ante crisis como la provocada por la llegada de la extrema derecha al poder en Austria.El voto en el Consejo se ha convertido en la madre del cordero de la reforma. Un acuerdo en ese contencioso puede tener un efecto dominó que provoque el consenso también en los otros capítulos. Porque si los grandes países creen que se ha recuperado el equilibrio que hubo en el pasado en el sistema de votos, podrán aceptar con más facilidad la ampliación de la mayoría cualificada y el sacrificio de uno de los dos comisarios que ahora tienen.

"Equilibrio" es una palabra clave en la Unión Europea. La actual debilidad de la Comisión Europea es un reflejo de la ruptura de ese equlibrio. El problema de los votos en el Consejo es consecuencia también del desequilibrio que han traído las sucesivas ampliaciones. La actual Unión Europa fue fundada por seis países de los que tres eran grandes (Francia, Alemania, Italia) y tres pequeños (Bélgica, Holanda y Luxemburgo). El sistema de asignar los votos de cada país se ha prolongando en el tiempo: los votos han tenido una cierta relación con el tamaño de la población de cada Estado miembro, aunque sin ser nunca una trasposición matemática.

Pero ahora, de los 15 socios sólo cinco, incluida España, son grandes y 10 pequeños o medianos. Ese desequilibrio en contra de los grandes se va a acrecentar con la ampliación al este de Europa. Al margen de la polémica de Turquía, sólo un país grande (Polonia) y otro mediano (Rumania) rompen la tendencia a que ingresen sólo nuevos socios pequeños, cuando no minúsculos (Bulgaria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Chipre y Malta).Para contrarrestar la actual situación y el empeoramiento futuro, los grandes países exigen que se revise al alza su peso a la hora de votar. Los pequeños, que defienden que Europa es una unión de Estados, sólo aceptan una cierta reponderación. Escaso futuro parece tener la alternativa de la doble mayoría: una decisión sólo se aprobaría si tuviera el apoyo de la mayoría de los Estados siempre y cuando éstos representaran la mayoría de la población. Los pequeños se oponen porque sería dejar demasiado poder a los grandes. Y éstos desconfían porque el país más beneficiado sería Alemania, el más poblado de la UE.

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Otro de los grandes escollos es la reforma de la Comisión Europea. Francia y Alemania defienden que se componga de un número reducido de comisarios, entre 10 y 12. Pero esa idea parece ya completamente descartada porque los países pequeños se oponen a perder el derecho a tener un comisario, fuente privilegiada de información y de presión. La fórmula que coge más cuerpo es la de limitar la composición de la Comisión a 20 miembros, que son los que hay en la actualidad. De esta manera no habría que tocar nada hasta que se produjeran los primeros ingresos de nuevos socios. Luego los grandes perderían uno de sus dos comisarios actuales y, cuando la UE superara los 20 socios, empezaría un sistema de rotación para cubrir las carteras.

Si hay acuerdo en votos y en Comisión, se abrirían las puertas a la extensión de las votaciones por mayoría cualificada y la reducción del derecho de veto.

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