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La conexión rumana del terrorista Carlos

Berna González Harbour

La historia es caprichosa y no podía pasar de largo sin intervenir ante dos de las leyendas más descomunales de la guerra fría: el terrorista implacable, vividor, mujeriego y sin fronteras que fue Carlos y el dictador paranoico Nicolae Ceausescu. Su suerte se unió en 1981 como se unen dos gotas en el mismo charco, el del aislamiento. Por aquel entonces, ni los líderes árabes querían ya a su criatura, el terrorista venezolano Carlos, que se había atrevido a atentar contra ministros musulmanes en la cumbre de la OPEP en Viena (1975), ni el Moscú de Yuri Andrópov aceptaba a un terrorista que era ya demasiado engorroso, demasiado mercenario y demasiado conocido.A Ceausescu tampoco le querían demasiado sus agentes, con Ion Pacepa a la cabeza, que aprovechaban cualquier salida al extranjero para decirle adiós desde el Oeste.

Así que los dos, asesino y dictador, encajaron bien: el primero, Ilich Ramírez Sánchez, alias Carlos o Chacal, conseguía un nuevo refugio, una mansión, un centenar de pasaportes y carnés de conducir para sus hombres y un campo de entrenamiento en Transilvania. Y el segundo contrataba a un agente internacional, sin arriesgar la fuga de sus hombres, para efectuar los siete atentados que quería cometer en el extranjero. Con Carlos no había peligro de deserción.

Así lo desvelan nuevos testimonios y detalles sobre el sumario que abrió la Fiscalía Militar de Rumania en 1997 y que en estos días concluye uno de sus capítulos clave: la acusación contra quien fue jefe de la red exterior de la Securitate entre 1980 y 1987, general en la reserva Nicolae Plesita, de 81 años, desaparecido de su domicilio en Bucarest en los últimos días.

Plesita era el contacto. La citada fiscalía anunció hace pocos días la inminente acusación contra este general por instigación al homicidio. La lista negra de encargos fue desvelada por el coronel Sergiu Nica, Andrei, antes de fallecer, en circunstancias misteriosas, en 1991. Su testimonio quedó guardado bajo llave durante los años de continuismo del presidente Ion Iliescu y ha visto la luz mucho tiempo después, dentro de los nuevos esfuerzos por arrojar algo de verdad sobre el oscuro pasado de la Securitate. Hoy forma parte del sumario.

De ese y otros testimonios se puede tejer la lista de objetivos que Carlos o sus hombres tuvieron en territorio de Alemania, Suiza y Francia. La mayoría ha sobrevivido: Emil Georgescu, director de la sección rumana de Radio Europa Libre, fue asesinado a puñaladas en la puerta de su casa en Múnich en julio de 1981. Pocos meses antes, esta emisora, financiada por Estados Unidos, había sido objeto de un atentado con bomba que dejó cuatro heridos. Los escritores disidentes Paul Goma y Virgil Tanase, que vivían en Francia, también se salvaron. Y el capitán de la Securitate Ion Serban y su esposa, Ioana, sobrevivieron milagrosamente a la explosión de un coche bomba en Ginebra en 1982, donde estaban refugiados tras su deserción. En él se encontraron las huellas digitales de uno de los hombres de Carlos. Por este caso viajaron el año pasado a Suiza el fiscal general de Rumania, Mircea Criste, y el fiscal militar, Dan Voinea, ya que ambas fiscalías rumanas investigan el asunto, en parte, instadas por las autoridades judiciales de los tres países afectados. Hubo también otras intentonas en Alemania, Hungría y la entonces Checoslovaquia.

Aunque Carlos sembró el pánico entre los disidentes rumanos en Europa a principios de los ochenta, en realidad la relación con Ceausescu se había iniciado mucho antes, en los setenta. El propio Yasir Arafat había introducido a Carlos (que entonces trabajaba para la causa palestina) en Bucarest, según desveló el propio general Plesita en una entrevista hace un año, antes de desaparecer. Hay tres visitas de Carlos a Bucarest constatadas por los servicios occidentales en los años setenta.

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En una de ellas, en 1978, Ceausescu intentó encargarle la muerte del hombre que le había procurado el que tal vez fue su peor golpe hasta que cayó ejecutado tras la revolución que en 1989 puso fin a su dictadura: Ion Pacepa, el jefe del espionaje de Rumania, que había desertado a Estados Unidos, desarticulando con ello toda la red exterior y desvelando los entresijos de su régimen nepotista. Ceausescu quería vengarse y, según Plesita, eligió para ello a Carlos. "No tengo oportunidad alguna para capturar a Pacepa en Estados Unidos", reconoció Carlos, siempre según la citada entrevista. En aquel entonces, Pacepa (que hoy, con 72 años, escribe artículos para Los Angeles Times) estaba fuertemente protegido por EE UU. "Lo que me dijo Carlos me vino de mil maravillas, porque Ceausescu me hirió prefiriendo para esta misión a un mercenario, y no a alguno de nosotros", contó Plesita.

Pero el dictador no iba a dar la razón a su general, sino que, temeroso de más deserciones y a través del mismo contacto, le encargó en los ochenta los citados atentados. "Ceausescu nunca mandó que fueran liquidados, pero solía pedir que fueran aleccionados".

A cambio de ello, Ceausescu le dio armas, bases de entrenamiento, una hermosa villa cerca del aeropuerto de Otopeni, en Bucarest, y dinero. Los fiscales rumanos han identificado su cuenta en el Banco Rumano de Comercio Exterior, a la que también tenía acceso su esposa alemana, Magdalena Kopp. "Carlos venía a Rumania para descansar y entrenarse. El régimen le facilitó incluso un encuentro con su madre, que seguía un tratamiento aquí", dijo hace pocos días el diputado Gheorghe Serban, autor de un informe sobre el servicio exterior de la Securitate.

Recientemente se desclasificaron en Rumania los documentos que certifican dos traspasos de armas de dos unidades militares de la Securitate, UM 0544 y UM 0297, solicitadas por el citado coronel Nica "para ejecutar unas misiones especiales". Fue en junio y en diciembre de 1981.

Hoy, Ilich Ramírez Sánchez, Carlos, de 51 años, cumple cadena perpetua en Francia tras su captura en Sudán en 1994, acorralado ya por los servicios secretos de Occidente y abandonado a su suerte una vez caído el comunismo y olvidado por los árabes. Está condenado por la muerte de dos agentes franceses y uno libanés en París. Pero la lista de sus víctimas, según distintas informaciones, suma más de 80 muertos y cientos de heridos. La investigación, por tanto, continúa.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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