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7x7x7 y por 7

JOSU BILBAO FULLAONDOSe anunciaba en noviembre de 1998 y ha llegado a buen puerto para el verano de 2000. Es la exposición 7x7x7 con la que celebra la sala Rekalde, y el Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Vizcaya, el 700º aniversario de Bilbao. La onomástica secular ha sido razón principal para justificar esta muestra fotográfica. La misma estratagema ha servido para otras que le han precedido y alguna más que tendremos ocasión de ver antes de fin de año. Este tipo de coartadas son siempre agradecidas si nos permiten gozar, como en esta ocasión, de unas hermosas imágenes donde los protagonistas son las gentes, sitios y rincones de las orillas de la Ría. Además, la satisfacción crece cuando la capacidad creadora de siete artistas ha llegado a construir su propio heptágono icónico en la ciudad de las Siete Calles. Han descubierto sus flaquezas y preocupaciones retóricas. Y cuando las comparamos colgadas de las paredes, sus intersecciones se convierten en incentivo generoso para agudizar la fantasía interpretativa, bucear a la búsqueda de universos imaginados.

La idea inicial la fraguó Javier González de Durana, comisario de la exposición. Como en todo buen reportaje propuso una vista general del motivo y variar en siete estaciones las distancias focales para descubrir distintos detalles. Desde la descripción hasta la máxima expresividad y dramatismo que ofrecen los planos más cerrados. En este caso la propuesta general se ha concretado en el paisaje urbano, las costumbres y relaciones sociales en un barrio, la arquitectura, la frontera entre lo publico y lo privado, las relaciones personales en comunidad, el retrato y el bodegón. El resultado final son 49 fotografías donde se combinan los grandes formatos con los formatos medios; el color con el blanco y negro; las pruebas digitalizadas sobre aluminio con las clásicas gelatinas de plata o el cibachrome; el realismo y matices conceptuales.

Cada autor ha seguido su camino. Toni Catany (Mallorca, 1942) ha combinado formatos panorámicos con otros más convencionales. En dos ocasiones superpone y asocia fotografías para forzar un descubrimiento más profundo del sujeto. En el barrio de Olabeaga, con la Ría por testigo, parece no forzar las situaciones y deja que los objetos de la escena hablen por sí solos. Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955) en línea con sus últimos conceptos esbozados hace del ocular humano continente de su encargo. En primerísimo plano, reflejados sobre la niña del ojo de siete personajes relevantes de la villa, resuelve los temas propuestos. Es una idea espectacular que abre ventanas hacia interpretaciones mítico-existenciales.

El norteamericano David Hilliard (Boston, 1960) asocia una serie de fragmentos fotográficos para constituir un nuevo espacio. Una perspectiva que destituye al punto de interés dominante para conformar otros varios. Luis Izquierdo-Mosso (Sestao, 1954) presenta formatos cuadrados en tonos azules para unas fotos que incorporan en el mismo plano dos o más escenarios aparentemente desligados entre sí. Una confrontación de espacios que habla de la complejidad en los territorios vividos. Luis Palma (Oporto, 1960) establece una curiosa sencillez narrativa que marca un severo contraste con el resto de los participantes. Humberto Rivas (Buenos Aires, 1937) hace reflexionar desde el concepto reducido a su mínima expresión. Son fotografías que guardan su esencia en el tiempo sin temor a marchitarse en el olvido. Begoña Zubero (Bilbao, 1962) se ha centrado en Bilbao la Vieja y recupera los fantasmas de las minas, una casa solitaria sostenida sobre un bar y unas gentes sencillas. Es una combinación de estética y discurso sociológico que la autora ha sabido perforar con delicadeza y belleza austera.

El catálogo, con maqueta desplegable permite extraer y saborear los matices más recónditos de esta sinfonía. Sus primeras páginas, el cuarto siete, textos inspirados en los mismos motivos de las fotos, son de lectura imprescindible para este juego de números iguales.

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