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Que el Gobierno se defina

Lo acaba de decir el domingo en estas mismas páginas de EL PAÍS Joschka Fischer, ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, a Pilar Bonet, corresponsal en Berlín: "España debe decidir su papel en Europa". Parece que de nuevo Europa se decide a avanzar mediante el impulso franco-alemán y que París y Berlín desean que España desempeñe un nuevo papel y comparta la dirección y las cargas que conlleva. Después de la conferencia sobre la Federación de Fischer el 12 de mayo en la Universidad Humboldt y de la propuesta de un grupo pionero lanzada por el presidente francés, Jacques Chirac, el debate sobre la construcción europea ha cobrado un nuevo interés y reclama por parte del Gobierno de Aznar una mejor definición de sus posiciones.Veníamos desde 1986, cuando nuestra incorporación efectiva a la UE, de una actitud fervorosa hacia el progreso de la construcción europea. Nuestra adhesión hubo de franquear muchas dificultades técnicas, pero sobre todo vencer las reticencias políticas de quienes sentían en peligro el mantenimiento del acervo comunitario por la llegada de nuevos miembros, en especial de España. Entonces los Gobiernos de Felipe González adoptaron un comportamiento basado en dos principios. El primero, que algunos problemas españoles sólo tenían soluciones europeas. El segundo, que los intereses nacionales españoles, incluso los más específicos y diferenciados, quedaban mejor defendidos con la formulación de propuestas globales válidas para toda la UE. Así fue con los Fondos de Cohesión en Edimburgo, que tanto beneficiaron a España, o con la Europa Social o con la Ciudadanía Europea.

Además, en el ámbito de la UE reinaba el consenso entre Gobierno y oposición hasta la derrota electoral del PP en el 93 y la simultánea pérdida de la mayoría parlamentaria socialista. Entonces la impaciencia llevó al todo vale y los consensos fueron dinamitados en el área de la política exterior y en cualquier otro imaginable. Aznar y su equipo saludaron los Fondos de Cohesión llamando a González pedigüeño y del objetivo de formar parte de la Unión Económica y Monetaria y de la entrada en la Moneda Única desde el primer momento, por el que luchaba ese ejemplar ministro de Hacienda que fue Pedro Solbes, decían que era un ejercicio de la vanidad personal del presidente, dispuesto a sacrificarlo todo para perpetuarse en el poder.

Sólo en el último momento, como tantas veces sucede cuando un partido se encuentra en los umbrales del acceso al poder, con ocasión de un encuentro del Partido Popular Europeo en Madrid a la altura de diciembre del 95, los que iban a ganar las elecciones en marzo hicieron el imprescindible ejercicio de idoneidad y se comprometieron con el euro. Enseguida Aznar, dispuesto a demostrar sus mejores condiciones para representarnos en la UE, adoptaba un nuevo estilo centrado en el planteamiento de cuestiones nacionales sostenidas hasta el borde del bloqueo de las cumbres. A todo lo anterior se sumaba el flechazo con el premier británico Toñín Blair, cundía la idea entre los países candidatos de que España era una fuente de incomprensiones y desde el eje franco-alemán nos consideraban bajo el efecto de las malas compañías. En vano el secretario de Estado, Ramón de Miguel, insistía en el compromiso de España en favor de los avances rigurosos y subrayaba su ejemplaridad como integrante de todas las cooperaciones reforzadas.

Veremos si ahora las nuevas precisiones aportadas por Carlos Bastarreche, secretario general para Asuntos Europeos, en la segunda de las Jornadas dedicadas a la Conferencia Intergubernamental en la Fundación Carlos de Amberes ante Frans Van Doele, embajador representante permanente de Bélgica ante la UE, y Bernhardt Zepter, secretario general adjunto de la Comisión Europea, sirven para dar seguridades a Bruselas de que España respalda el papel reservado a la Comisión y de que está comprometida tanto con las cooperaciones reforzadas como con la Carta de Derechos Fundamentales, que debe aprobarse en Niza el próximo diciembre. El centro director de la UE puede configurarse sin España, pero integrarse en él sigue siendo una conveniencia nacional. Se impone disipar las nieblas.

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