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Segunda patria

Vicente Molina Foix

Hacia la mitad de El destino, la película del egipcio Youssef Chahine que ahora está en los cines españoles aun siendo de 1997, un discípulo occitano del filósofo cordobés Averroes emprende el regreso a sus tierras para llevar allí las enseñanzas del maestro; por ejemplo -dice la voz en off narradora- que "el saber es una patria". El destino, con su curiosa mezcla de comedia romántica, musical y western, aspira esencialmente al cine de tesis, y la tesis que plantea no puede ser más imperecedera: la denuncia de los lerdos fundamentalismos religiosos, el elogio de los libros y el pensamiento libre, que Chahine encarna en la figura central de Averroes.Como es natural, la película se sitúa en la España árabe del siglo XII, aunque el rodaje no se realizó en nuestra Al- Andalus actual. "Fui a Andalucía", cuenta el director en una entrevista, pero "hay millones de turistas, y, aparte de los monumentos, las ciudades ya no se parecen a la Andalucía antigua. Siria y Líbano son los países que más se le parecen". Tuve una ocurrencia quizá extravagante al salir del cine: ¿buscarán los moros que tanto ansían llegar a nuestro país en patera, y hasta en patinete, la huella legendaria de su propio arte y cultura? Posiblemente busquen otras prioridades.

El drama de los inmigrantes ilegales. La mafia de las camionetas. El foco de la lancha de los guardacostas sobre el montón de unos muchachos con el primer bozo en su rostro de navegantes asustados. Titulares, noticias, reportajes. Todos los bienpensantes -es decir, los que no formamos escuadras de castigo ni brigadas incendiarias en las poblaciones con alto nivel de sinpapeles y conflictos de convivencia -estamos horrorizados. Algunos niños saharianos son acogidos durante el verano por familias catalanas, que, sin duda, les darán lo que nunca han soñado esos pequeños bajo las tiendas de su desierto. Lo que no sé es si nuestros insistentes vecinos africanos nos interesan personalmente o son sólo -repito, para los rectos, correctos de mente, pues ya hay otros españoles que se encargan de las tareas sucias- una causa noble que defender. No individuos. No hijos de una cultura cuya señal está no sólo en el arabesco de nuestras mezquitas, sino en nuestra lengua, en nuestro estómago, en nuestra piel y en nuestro sexo. No la parte sur de un mismo recipiente político y espiritual que hace unos pocos siglos nos contenía a ellos y a nosotros juntos. Claro, que el norte de África nos gusta a todos mucho, y las agencias de viaje nos lo ponen fácil, barato. El circuito de las Ciudades Imperiales en cómodo autocar y hotel de cuatro estrellas a precios imbatibles. El color crema de la medina de Fez. Las playas tunecinas, tan europeas. Una noche de amor con tu pareja en una jaima limpia entre las dunas del Atlas. ¿Quién no ha gozado de esta Arabia feliz de cuento?

La patera. Hay que volver a ella, y a los bajos del camión donde día sí y día no un niño cruza el Estrecho. Les descubrimos, les detenemos, les aplicamos nuestra impecable legalidad,les devolvemos a su lugar natural. Pero yo nací en una tierra europea y próspera donde el horizonte lo forman las palmeras africanas, y en el que aún comemos y en buena parte somos como ellos nos enseñaron. Ahora saldrán artículos y habrá protestas contra la mejorada Ley de Extranjería que el Gobierno, con muchos apoyos externos, sacará adelante. ¿Servirán de algo nuestras voces? ¿Elevará esa indignación de europeos civilizados el nivel de conocimiento real del hombre o la mujer que viene en las pateras? Recordemos la patria de Averroes, un hispanoárabe tan fiel a Mahoma como a Platón: el saber. ¿Sabemos cómo piensan y qué estudian los muchos universitarios marroquíes ajenos al cuño cerril del integrismo? ¿Lo que escribe o pinta esa parte norteafricana que no aporrea nuestras costas? ¿Conocemos su extraordinaria música popular (tan ligada a la nuestra), más allá del aislado disco que un Rolling Stone alto en drogas decide un día promocionar? Para saber del Otro, para amarlo, para no temerlo, hay que salir de casa e ir en su dirección. Como esa maravillosa madre madrileña que la semana pasada, en un informativo de Antena 3, contaba por qué había llevado a sus hijos pequeños a las verbenas gay de Chueca: "Para que entiendan el ambiente".

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