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Aprobado en convivencia

Los padres del colegio San Juan Bosco de Barakaldo están decididos a eliminar el rastro de xenofobia que afeaba el centro religioso. Apenas ha pasado un mes y medio desde que los tres hermanos gitanos de 4, 7 y 8 años entraron a la escuela asidos a la mano de Jesús Giménez, presidente de Iniciativa Gitana, y protegidos por la Ertzaintza. Sin embargo, ese pasado se ha desvanecido y hay un esfuerzo por olvidar que el 10 de mayo último la comunidad escolar boicoteó la admisión de los tres pequeños. A día de hoy, cinco padres han sacado a sus hijos del colegio. Hace apenas un mes, eran cientos los padres que amenazaban con hacerlo.El miedo obligó a la junta de la asociación de padres el pasado 12 de mayo a acatar con carácter urgente la orden de la Fiscalía de Menores del País Vasco de regresar a clase o atenerse a la apertura de expedientes sancionadores. Es el último día de curso y, poco después de las cinco de la tarde, los tres hermanos abandonan el colegio junto a un monitor. Sus rostros ya no muestran miedo; la niña mayor sonríe tranquila. Los padres de sus compañeros tampoco parecen los mismos. "No se tiene en cuenta que hemos sufrido mucho. Nos llamaron racistas y xenófobos y hay que dejar muy clarito que nunca lo hemos sido. Teníamos mucho miedo. Cuando nos garantizaron la convivencia, nuestras preocupaciones se acabaron", dice con amabilidad Mª Dolores Camiña, presidenta de la recientemente renovada asociación de padres del San Juan Bosco y madre de un alumno de cinco años.

El tiempo también parece haber barrido el temor entre los progenitores gitanos. Actualmente prefieren olvidar que les calificaron de "conflictivos" y que negociaron con el Departamento vasco de Educación y con Iniciativa Gitana su no presencia en el centro. Hace algunos días, la madre fue a buscar a una de sus dos hijas para llevarle al médico. "Es algo normal que haría cualquier madre", comenta Mª Dolores Camiña y Germán Ovejas, padre de un escolar de 11 años y vocal de la asociación, es aún más conciliador. "La integración de los niños empieza por la de los padres. Lo ideal es que llegue un momento en el que participen en las actividades y vengan a comer sardinas en las fiestas del colegio".

Mientras, los tres pequeños parecen integrarse bien. Son poco disciplinados, al igual que casi todos los demás. Juegan en el patio a la cuerda y a la pelota, como hacían el viernes último los escolares en el tiempo de recreo. "Poquito a poquito, se va recuperando la normalidad. Las cosas hay que hacerlas poco a poco", comenta prudente Mikel Uriarte, director del colegio, que rompe así el silencio mantenido durante el conflicto. Los niños han contado con un refuerzo de tres profesores (últimamente, dos), un psicólogo y un asistente en el tiempo del comedor, que seguirán el próximo curso. "Van a pasar de curso. El más pequeño ha hecho 1º de educación infantil y los mayores, 2º y 3º".

Jesús Giménez, intermediario en el conflicto, está contento con la transformación. "Con el diálogo se llega a acuerdos. Las aguas han vuelto a su cauce. Este verano vamos a seguir trabajando con los niños y con sus padres. Y el próximo curso todo irá bien. Son niños". El viceconsejero de Educación del Gobierno vasco, Alfonso Unceta sabe que la transformación sólo tiene un secreto: horas de diálogo. "Es bueno que la sociedad se de cuenta de que lo que ha ocurrido es un modelo de resolución de conflictos; un ejercicio de acercamiento, un trabajo intenso".

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