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La UE asegura a Moscú que no debe temer la ampliación de la Unión a los países del Este

La Unión Europea intentó convencer ayer a Vladímir Putin de que Rusia no tiene nada que temer de la ampliación comunitaria a la Europa del Este, ni en el aspecto económico ni en el de seguridad. La primera cumbre desde que el antiguo agente del KGB se convirtió en líder del Kremlin fue presentada por ambas partes como el comienzo de una nueva etapa de cooperación. Sobre Chechenia se pasó de puntillas. El comunicado final sólo hace una tibia referencia al conflicto, que casi pone más enfasis en las buenas intenciones de Rusia que en los excesos que allí cometen sus tropas.

La Unión Europea (UE) acudió a Moscú con el presidente de la Comisión, Romano Prodi; el alto representante para la Política Exterior y de Seguridad Común, Javier Solana; el comisario de Asuntos Exteriores, Chris Patten, y el primer ministro (Antonio Gutérres) y el titular de Exteriores (Jaime Gama) de Portugal, país que preside este semestre la UE. Al otro lado de la mesa se sentaron el propio Putin; su primer ministro, Mijaíl Kasiánov; el jefe de la diplomacia, Ígor Ivanov, y el consejero para Asuntos Económicos, Andréi Ilariónov. En las cuatro horas que duró la cumbre, sólo Putin habló por parte rusa y, según Solana, lo hizo sin papeles delante, con gran claridad y un extraordinario dominio de los temas, ya se tratase de cuestiones estratégicas o del impuesto sobre el vodka. La impresión que sacó la cúpula de la UE es que, al menos, Rusia tiene ahora un líder sólido con el que hay abierto un canal de diálogo franco, que contrasta con la ausencia de interlocutor que convirtió en una pesadilla los contactos al máximo nivel durante los últimos años del segundo mandato de Borís Yeltsin.

El comunicado conjunto señala que el objetivo de las relaciones entre las dos partes es "promover una Europa estable y próspera, fundada en los principios de la democracia, el respeto por los derechos humanos, el imperio de la ley y la economía de mercado". Si Rusia se atuviese estrictamente a esos principios, dejaría de ser una utopía su propio ingreso en la UE. Tal y como son las cosas, y como cabe temer que evolucionarán a medio plazo, a lo más que se puede aspirar es a una buena relación entre vecinos.

El texto recoge la decisión de discutir el impacto de la ampliación de la UE, que, en palabras de Solana, es el cambio de mayor dimensión que se ha producido desde la firma del Tratado de Roma, ya que "va a reconciliar la geografía con las instituciones", es decir, que la UE se parecerá cada vez más a lo que es Europa si se mira el mapa. Al término de ese proceso, la Unión tendrá 500 millones de habitantes, el doble que EEUU, y será la destinataria de más del 60% de los intercambios comerciales rusos.

En la conferencia de prensa con sus huéspedes comunitarios, Putin definió la cumbre como "muy franca, muy constructiva y muy fructífera", y destacó que "Rusia fue, es y será un país europeo".

Los máximos dirigentes comunitarios se esforzaron en deshacer los recelos de Rusia hacia una ampliación que alterará las relaciones económicas con los antiguos "países satélites" y que tendrá un fuerte componente de seguridad y de defensa. En ese sentido, se puso el énfasis en el deseo de sumar a Rusia a operaciones de mantenimiento de la paz, como ocurre actualmente en Bosnia y Kosovo, aunque no sin tensiones.

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La ampliación de la UE se gesta en un momento de convergencia creciente con la OTAN, tradicional enemigo de Rusia cuya expansión al Este ha cristalizado ya en Polonia, Hungría y la República Checa.

Ayer mismo, el secretario del Consejo de Seguridad, Serguéi Ivanov, señalaba la preocupación porque la Alianza cruce la "línea roja" de la antigua URSS, por ejemplo, admitiendo a los países bálticos. Lo más destacable, sin embargo, es que excluyó el uso de la fuerza para hacer frente a esa amenaza.

El conflicto de Chechenia no deslució la cumbre. Cada parte mantuvo sus posiciones. Putin rechazó en la rueda de prensa conjunta cualquier interpretación de los derechos humanos cuya consecuencia sea "impedir a Rusia que ponga orden en su propio territorio" mediante lo que califica de "operación antiterrorista".

Romano Prodi esperó para contestarle a una conferencia posterior, en la que recordó que lo que pide la UE es que Rusia cumpla lo que prometió: libre acceso de las organizaciones humanitarias, investigación de las denuncias de atrocidades y apertura de un proceso político que acabe con la guerra.

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