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TRAGEDIA EN VALENCIA

El peor siniestro en la Comunidad Valenciana desde 1989

El accidente pirotécnico ocurrido ayer en Rafelcofer (que de momento se ha cobrado cinco muertos y ocho heridos, uno de ellos en estado crítico) es el más grave de los acaecidos en la Comunidad Valenciana desde que el sábado 19 de agosto de 1989, a las 20.45, murieran diez personas, entre ellas dos niñas pequeñas, en la localidad de San Juan, a pocos kilómetros de Alicante. El siniestro lo provocó un coche cargado de material pirotécnico estacionado en el aparcamiento del hipermercado Pryca. El propietario del coche, Joaquín Rigal, solía transportar cientos de kilos de este material desde la empresa Pirotécnica Levantina, para la que trabajaban él y su padre a comisión, a otros lugares. Aquel día llevaba material para un bautizo que se iba a celebrar en un chalé de San Juan, aunque también transportaba cartuchos, pistones, una mascletà y pólvora a granel. Con posterioridad ha habido otros accidentes en la Comunidad Valenciana, como el ocurrido en una empresa pirotécnica de Turís, cerca de Valencia, en marzo de 1992, en la que fallecieron cinco trabajadores al producirse una explosión mientras cargaban un camión. La tragedia se repetía el 20 de noviembre del mismo año, al explosionar una fábrica pirotécnica en las afueras de Bollullos Par del Condado (Huelva) donde cinco personas murieron, el mismo número de víctimas mortales que registró el accidente registrado el 4 de mayo de 1998 en un taller de pirotecnia del municipio asturiano de Colunga. En Vidreres (Gerona), cuatro personas fallecieron el 3 de junio de 1993, en una explosión en la empresa Brau, mientras tenían lugar tareas de descarga.

La empresa Borredá había sufrido otro siniestro el 19 de septiembre de 1991. En aquella ocasión, un trabajador de 34 años murió como resultado de una explosión cuando manipulaba material químico. En total, en España han fallecido 112 personas por explosiones pirotécnicas desde 1971.

Foco de riesgo

Pero el riesgo no se circunscribe sólo al ámbito de la fabricación y el transporte. La manipulación de material pirotécnico en actos festivos, con escaso o ningún control por parte de las autoridades, supone uno de los focos con mayor riesgo. El balance de las fiestas de las Fallas, en las que no es inusual la pérdida de dedos, manos e incluso ojos por parte de niños, o el de las fiestas de la Nit de l'Albà de Elche, donde los heridos se cuentan por centenares, consigna cada año su crónica siniestra. El más reciente de ellos tuvo lugar en Catarroja, durante el acto festivo de la despertà del pasado 18 de septiembre. Una carretilla con 16 kilos de material pirotécnico estalló al caerle encima el resto de un petardo. La deflagración hirió de muerte a un festero de 17 años.

Según el Reglamento de Explosivos, aprobado hace dos años, los explosivos que llevaban los festeros, catalogados como "clase tres", sólo pueden venderse a mayores de 18 años y transportarse en cantidades de menos de 15 kilos.

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