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Entrevista:AMIGOS Y VECINOS / JAVIER TOMEO

"Sería abogado si pudiera elegir los casos" RAMÓN DE ESPAÑA

Pregunta. ¡Gran puntualidad la tuya, Javier! Veo que te has quedado en la terraza.Respuesta. Se está bien, ¿no? Aunque la verdad es que se estaría mejor si todos esos coches dejaran de hacer ruido. Míralos, un tío en cada vehículo, al transporte público que lo zurzan. ¿Y a dónde van? Son las diez y media, ya deberían estar todos en su sitio. Yo, cuando trabajaba, a las nueve ya estaba en el despacho.

P. En la Olivetti, ¿no?

R. Sí, trabajé bastantes años de jefe de prensa. No es que fuera la ilusión de mi vida, pero había que ganar dinero.

P. Tú estudiaste Derecho. Se supone que ahí se puede ganar dinero.

R. ¿Sabes lo que cobraba un pasante en los años cincuenta? Menos que una señora de la limpieza. Además, en la práctica, era algo así como ser el chico de los recados. No sé, supongo que dejó de hacerme ilusión la perspectiva de ser abogado. Tal vez lo habría sido si me hubieran dejado elegir los casos, pero ése es un lujo que casi ningún abogado se puede permitir. ¡Pero dónde va ese tío! ¿Tú has visto? Corriendo como un idiota por la Diagonal, tragándose humos. Y se creerá muy listo.

P. A mí me revientan más los ciclistas. Sobre todo los que llevan una mascarilla en la boca. Te miran como diciendo: "Cuando todo esto se vaya al carajo, yo me salvaré gracias a mi mascarilla".

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R. Y además van por la acera en dirección contraria. Si sale un niño de un portal se lo llevan por delante. Y no les digas nada, que son unos ecologistas solidarios de la hostia.

P. Pero el transporte al que tú tienes auténtica manía es el avión, ¿no?

R. No me gusta, no. Voy a todas partes en tren. Ya sé que me pierdo cosas, que nunca podré ir a América, por ejemplo, pero qué se le va a hacer.

P. Me ha sorprendido bastante tu último libro, Patíbulo interior, esa mezcla de chistes gráficos y reflexiones.

R. Llevo toda la vida haciendo dibujitos en papeles sueltos, en servilletas de bar. Me gusta esa capacidad que tiene el humor gráfico para resumir en una imagen y un par de frases asuntos a los que otros dedican largos artículos.

P. Tu capacidad de producción es inmensa.

R. No tanto. Lo que pasa es que mis libros son breves. Respeto mucho a la gente que escribe historias de 500 folios, pero a mí no me van. Tampoco creo que estos tiempos sean los adecuados para escribir novelas tan largas. No quiero exigirle tanta paciencia al lector. A veces veo en el metro a una mujer que lee uno de esos best sellers enormes y pienso que, a una media de dos páginas diarias, tardará tres años en terminarlo.

P. Por lo menos, en el metro las mujeres leen libros. Los hombres consumen prensa deportiva o manuales de manejo de los ordenadores.

R. Porque las mujeres aún conservan un fondo de romanticismo. Hace falta ser un poco romántico para leer novelas. A la mayor parte de la gente le parece que la literatura no sirve para nada.

P. Tú no paras de escribir y, sin embargo, sigues teniendo aspecto de desocupado. Tienes tiempo para sentarte en las terrazas de los bares, para comer con los amigos.

R. Ya no tanto. Sigo madrugando, eso sí, y empiezo a escribir muy pronto, a las cinco o a las seis de la mañana, que es cuando tengo el cerebro más despejado. Como pronto. Hago una siesta. Escribo un poco más...

P. Y quedas con tu amigo Ramoncito, una de tus grandes fuentes de inspiración.

R. Es un gran tipo. Tiene una visión del mundo tan... peculiar. Es un chaval de buena familia que nunca ha querido trabajar. Se ha dedicado a observar lo que le rodeaba y a sacar sus propias conclusiones al respecto. Tiene unas salidas geniales, y me cuenta cada cosa... A veces, va a algún sitio de esos que reparten la sopa boba entre los pobres y luego le invito a una cerveza y me cuenta lo que ha visto: el viejo rijoso que, naranja en mano, le dice a la camarera ¿me la pelas, guapa?, y sus compañeros se tronchan.

P. Un poco sórdido, ¿no?

R. Tal como él lo cuenta, no. ¡Hala! ¿Has visto la ciclista ésa? ¡Por encima de la acera, contra dirección y a toda castaña! Realmente, el principal problema de este mundo es la colusión de derechos. Aquí todo el mundo cree tener todos los derechos y ningún deber.

P. Te veo un poco apocalíptico, Javier.

R. Cada vez está todo peor. Nostradamus se quedó corto. O tal vez se refería a esos imbéciles que van tocando la bocina o a esas cretinas que van en bici por la acera.

P. La gente suele refugiarse del horror de la existencia en su familia. Tú intentaste formar una y luego volviste a casa de tus padres. ¿Qué paso?

R. La chica no se aclimató. Era extranjera. El matrimonio duró poco.

P. ¿La soledad ayuda a escribir?

R. Tienes menos preocupaciones, eso seguro.

P. Cuando ganaste el premio Sent Soví, ¿te empezaste a considerar un gastrónomo?

R. Qué va. No lo soy. Yo quería escribir una historia humorística sobre los delirios autonomistas y nacionalistas y pensé que una buena manera de abordar el tema era a través de las hortalizas. Un rábano también tiene derecho a pensar, ¿no?

P. Personalmente, me interesan más las opiniones de un rábano que las de ciertos políticos.

R. Pues mis rábanos pensaban mucho, se sublevaban y eso. Pero yo de gastrónomo, nada. Me gusta comer, eso sí. Y prueba de ello es que tenía que ir a Madrid para un acto público y no voy a ir porque me coincide con una comilona en Igualada. Les enviaré una grabación en vídeo. Estaré en Madrid en efigie, como las víctimas de la Inquisición. Mira, mira. Mira el tío ése. Conduciendo y hablando por el móvil. ¿Pero a dónde irá ese imbécil?

P. Tú también tienes un móvil.

R. No hay más remedio. Tienes que estar siempre disponible. Si te quieren encargar un artículo y no te pillan, se lo piden a otro. Aquí, Ramón, el que no corre, vuela.

Vicens Gimenez

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