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La pelea por el niño 'balsero' deja aislado al exilio radical cubano

La comunidad de Miami se divide y su trato con el Gobierno federal se deteriora

Jorge Mas Canosa debe estar desesperado en su tumba. Se pasó la vida forjando alianzas en Washington para influir en la política estadounidense hacia Cuba y ahora sus propios camaradas anticastristas de Miami han echado por tierra esa estrategia, enfrentándose al Gobierno de EEUU por la custodia de Elián González. Por primera vez en los 40 años de historia del exilio cubano, la línea dura, encabezada por la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA), que presidió Mas Canosa, rompe filas con EEUU y se queda sola en su guerra contra el régimen de Castro.

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"Estamos peleando solos porque nadie nos entiende", dice Armando Pérez-Roura, miembro de la organización Foro Patriótico y director de Radio Mambí, símbolo del ala más derechista del exilio. En el lado opuesto del espectro político, el editor de la revista Réplica, Max Lesnick, opina que "[los radicales] se han suicidado políticamente y le han regalado una victoria a Castro". El momento elegido por el exilio radical para desafiar a su único aliado no podía ser peor. Coincide con un creciente movimiento en EEUU a favor del levantamiento del embargo y de la normalización de relaciones con Cuba. Esa corriente le resta mucho poder a los preceptos del lobby anticastrista -muy debilitado ya por el vacío de liderazgo, la fragmentación y la animosidad interpartidista- y se lo suma a los de las facciones moderadas, como la que dirige Eloy Gutiérrez Menoyo, de Cambio Cubano. La dinastía política que trató de fundar el multimillonario Mas Canosa antes de morir, en 1997, coronando a su primogénito, no ha funcionado. A pesar de sus esfuerzos, Jorge Mas Santos, de 37 años, no se ha ganado ni el respeto ni el temor que inspiraba su padre y ha puesto a la FNCA a la defensiva. Entonces llegó Elián. Una oportunidad internacional para demostrar que podía ganarle una batalla a Castro y consolidar su liderazgo. Se lo jugó todo y ayer lo perdió.

El drama del niño náufrago movilizó desde el principio a una masa de entre 2.000 a 4.000 cubanos activos (un pequeño porcentaje de los 800.000 repartidos en el sur de Florida) y despertó el patriotismo necesario entre otras decenas de miles para que un líder los redimiera de su trauma colectivo por no ver derrocado al comunismo en tantos años.

Elián era la tabla de salvación en un mar de exiliados radicales a la deriva. Varios se lanzaron a tomar el timón, pero Mas Santos tenía más dinero para financiar una campaña y los gastos de la familia de Elián, y más nombre para salir victorioso. Mientras en Miami los protagonistas de segunda fila -como Ramón Saúl Sánchez, director del Movimiento Democracia- agitaban a los manifestantes, Mas Santos intentó en Washington conseguir la ciudadanía estadounidense para Elián o la residencia legal, pero ambas fallaron. Él, sin embargo, lo interpreta como una muestra de su "poder, de cómo me puedo mover en las esferas más altas".

Pero su liderazgo volvió a quedar en entredicho y trató de restaurarlo enganchándose a la corriente desafiante contra el Gobierno federal en la Pequeña Habana, encabezada por alcaldes y congresistas cubanoamericanos que también aspiran al trono del exilio. "Secesión en Miami", tituló The New York Times. La imagen de intolerancia hizo dar marcha atrás en la estrategia de desobediencia civil y el cónclave de mandamases locales ordenó cambiar el hacha por el rosario. Mas Santos trató de reconectar el hilo de comunicación con Washington gestionando una reunión entre el padre de Elián y el tío abuelo, pero ya era tarde.

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Volvió a fracasar, esta vez acusado de traición por la muchedumbre protectora de Elián, que creía que iba a sacrificarlo entregándoselo al padre para él quedar como artífice de la solución del caso y que Washington estuviera en deuda con él. Mas Santos niega rotundamente que ésa fuera su intención y afirma que el hilo con la Casa Blanca "se mantiene vigente con [el vicepresidente, Al] Gore". "Estamos trabajando con Gore, porque para él esto tiene un coste político", dijo esta semana, refiriéndose al bloque de votos cubanos y a las jugosas contribuciones de campaña.

Ayer, el fanatismo para impedir que Elián regrese a Cuba creó un espejismo temporal de "unión" y ha dejado en un segundo plano la verdadera salud política del exilio cubano. El estado es de pronóstico reservado. "El enfermo está extremadamente grave", dice Gustavo Godoy, periodista y analista político cubano que vive desde hace 40 años en EEUU. "El exilio no ha sabido escoger las peleas. Ésta estaba perdida desde el principio". Gutiérrez Menoyo cree que se habla de unificación "porque ellos controlan los medios de difusión. El anticastrismo lo usan como excusa para controlar esta ciudad repartiéndose el dinero de los contratos ". La mayoría silenciosa no se ha pronunciado en el caso Elián. Incluso entre los propios cubanos hay disidentes, pero se han sentido intimidados, especialmente ayer con los disturbios. Según las encuestas, los anglosajones, blancos y negros, son en un 80% y un 90%, respectivamente, partidarios de que Elián vuelva a Cuba.

La pregunta que todo el mundo se hace en Miami es si ahora que han perdido la batalla por Elián habrá que comenzar a escribir el obituario político del exilio radical o se abrirá, como ellos sostienen, una nueva etapa de renovación de sus dogmas.

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