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Soledad Sevilla presenta su primera exposición individual en el País Vasco

Soledad Sevilla (Valencia, 1944) es una de las artistas españolas más internacionales y, sin embargo, su obra no se conoce en profundidad en el País Vasco. El centro cultural Koldo Mitxelena de San Sebastián acoge hasta el 13 de mayo Lur, la primera exposición individual de la artista en esta comunidad. Sevilla, Premio Nacional de Artes Plásticas en 1993, muestra siete instalaciones, varios murales y piezas de óleo sobre papel, que invitan a reflexionar sobre el paso del tiempo y la naturaleza.

La exposición desvela uno de los sellos de identidad de una artista cuya experiencia plástica siempre ha desprendido una una importante carga poética. La esencia se resume en las afirmaciones que realizó ayer el diputado de Cultura, Luis Bandrés, durante la presentación de Lur (Tierra): "Soledad Sevilla", dijo, "muestra la parte más pasional del arte".Esta energía se percibe en cada una de las obras instaladas en el Koldo Mitxelena. Las pinturas, los murales, remiten a la fuerza de la naturaleza. "Es una alegoría de lo vegetal", aclaró ayer Sevilla. "Ahora trabajo mucho en muros cubiertos de esa vegetación que se desparrama". La fuerza está en el cromatismo vivo de las pinturas y en el trazo ágil de su pincel.

Soledad Sevilla ha creado para esta ocasión tres instalaciones -Música de agua, Casa para la conciencia y Lur-, que muestran, según el crítico Fernando Golvano, "su interés por las dualidades expresivas que en su interacción provocan el agua y la luz: movilidad/inmovilidad, ocultación/revelación, luz/sombra o imagen/reflejo".

En los patios, los espacios centrales del recinto, Sevilla exhibe Lur, dos hojas de tamaño gigante, realizadas en el suelo con sal, tierra, arcilla y neón, con el que contrapone elementos como el fuego y el hielo.

La artista ha protagonizado una dilatada trayectoria que inició a finales de los años 60. Sus primeros pasos estuvieron ligados a una pintura vinculada a las tradiciones de la abstracción geométrica. Más adelante, se interesó por las instalaciones, que han marcado su carrera desde los años 80. Es en estas piezas donde la obra de Sevilla cobra más sentido. De todas las que figuran en la muestra llama la atención El tiempo vuela. Al entrar en la sala, el espectador se sorprende con 1.500 mariposas de plástico de un fuerte azul verdoso que giran, ayudadas por pequeños mecanismos del reloj, posadas en una pared. La elección de este lepidóptero no es gratuíta. "La mariposa, según llega al final de su vida, es cuando adquiere su mayor esplendor", dijo ayer. "Eso refleja que el paso del tiempo es positivo".

La artista, que vive a caballo entre Granada y Barcelona, plantea también en esta muestra una recreación del mundo de la Albufera, que se sostiene sobre una plancha de 600 kilos de arroz prensado.

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