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Contribuir a la unidad de la izquierda ANTONI GUTIÉRREZ DÍAZ

Por desgracia, existe una clara diferencia entre la invocación teórica en favor de la unidad de la izquierda y la contribución comprometida y efectiva con la realización de esta unidad. Las hemerotecas están llenas de referencias a invocaciones teóricas de los líderes de las fuerzas que la han de protagonizar a la hora de enfrentar la responsabilidad concreta, siempre con la mirada puesta en la dirección contraria y trufadas de acusaciones de culpabilidad contra los posibles aliados de los fracasos y alejamientos continuados. Mientras, de hecho, se apoyan otras políticas. Nadie puede haber olvidado, por ejemplo, las decisiones tomadas por Felipe González en favor de los acuerdos con los partidos nacionalistas de centro derecha y, en consecuencia, la inclinación favorable a ceder ante las reivindicaciones instrumentales de la derecha nacionalista y la moderación o indulgencia -llamémosla así- en sus acciones de gobierno ante los intereses de la derecha económica. Nadie puede haber olvidado, tampoco, la pretendida coherencia de Julio Anguita, sometiendo la orientación política de IU, como máximo dirigente, a sus elementales convicciones teóricas sobre la formulación de "las dos orillas" o la delirante profecía del "sorpasso", favoreciendo de hecho, más o menos directamente, los intereses políticos y electorales del PP.Frente a este panorama, la propuesta de Almunia para llegar a unos acuerdos y la respuesta serena de Paco Frutos, pese a que la primera oferta era difícilmente aceptable, han llegado a concretar un acuerdo que ha superado la tradicional confrontación que lideraron González y Anguita y han descolocado a la derecha, tanto al PP como a CiU, que habían instalado cómodamente sus estrategias electorales en la defensa gesticulante de sus respectivos nacionalismos para disimular el contenido conservador de sus políticas. El acuerdo ha abierto un nuevo panorama esperanzador en la perspectiva del conjunto de la izquierda española más acorde con su condición de izquierda europea.

Un acontecimiento de esta dimensión, pese a los condicionamientos de las urgencias electorales, no podía dejar de influir en la situación de la izquierda en Cataluña, pero esta afirmación no puede hacerse al margen del hecho irrefutable de que el proceso no sólo se había iniciado en Cataluña, sino que contaba ya con un balance positivo de experiencias concretas. Por eso es erróneo afirmar, como hace Joaquim Sampere al iniciar su articulo Unidad de la izquierda en Cataluña, que "el acuerdo llegó tarde a Cataluña". No, esto no es así. Si el acuerdo llegó tarde para alguien fue para su organización en Cataluña, que, en plena sintonía con las posiciones anguitistas al uso, seguía denunciando como traidores a los principios de la pureza ortodoxa a los que propiciábamos desde nuestra identidad un entendimiento con los socialistas y conseguíamos acuerdos que, más allá de los intereses electorales propios, contribuían a frenar a la derecha catalana. Mientras tanto, otros, pese a su pretendida buena voluntad, ayudaban indirectamente al nacionalimo de centro derecha. Este retraso -que llevaba a que otro de los ilustres ideólogos compañeros de Sampere llamara la atención, aún el 30 de enero, en EL PAÍS, sobre el peligro de que la unidad de la izquierda fuese el camino que conduce a Wall Street-, este retraso, repito, podía haberse mitigado en parte sumándose políticamente a la candidatura de la Entesa al Senado, considerándola patrimonio propio, y abriendo una negociación para participar en el Congreso de los Diputados en las listas de IC-Verds. Contrariamente, se atacaba la propuesta acusándola de responder a intereses personales, cuando entre algunos de los aspectos fundamentales que compartimos de nuestra cultura histórica está el sentido de entrega colectiva que ha caracterizado a nuestos militantes por encima de cualquier interés personal.

Esperemos que la ilusión en falsos espejismos de futuros resultados electorales, que la dura realidad ha desmentido ya tres veces, no ponga en evidencia una vez más la responsabilidad de no haber sabido no confundir el necesario sentido de la oportunidad en política con el oportunismo, oportunismo que a veces se esconde detrás de aparentes posiciones de principio.

No quisiera entrar en polémica sobre las superficiales afirmaciones que se hacen en el artículo sobre Els Verds, porque las atribuyo al desconocimiento. Al margen de la sentencia judicial que les impide la utilización de la denominación Verds-CEC, que ya recogió la prensa y que dejo para los juristas, parece que se desconocen también otras cuestiones. Es necesario decir sin ambigüedades y sin cortinas de humo que lleven a la confusión que en Cataluña, como está certificado documentalmente, tanto para el Grupo de los Verdes en el Parlamento Europeo como para la Federación de los Verdes Europeos y la Confederación de los Verdes españoles -de cuyo secretariado formamos parte-, el único referente orgánico es IC-Verds. Sería bueno, por tanto, que quienes preconizan la unidad, también en este caso, supieran dónde está el centro de gravedad de la misma y utilizaran el rigor en sus análisis.

El sentido común ha sido muy desprestigiado por el uso que de él ha hecho el pensamiento conservador, que lo ha identificado en la práctica con un conformismo inmovilizador. No es de extrañar, pues, que el pensamiento de izquierdas haya enarbolado, frente al sentido común, el sentido crítico. La dureza de la lucha por un mundo más justo y la rebeldía contra el poder instalado han justificado que en más de una ocasión este sentido crítico se convirtiera en un clamor hipercrítico. Tal vez ha llegado el momento de que, sin perder un ápice de sentido crítico y siempre desde nuestra visión estratégica, le arrebatemos a la derecha la utilización del sentido común y miremos la realidad más próxima como una invitación comprometida con la praxis, aprendiendo del sabio pragmatismo que ha permitido la unidad en Madrid, sumando voluntades positivas y huyendo de análisis desfigurados que no se justifican aunque estemos en periodo electoral.

Antoni Gutiérrez Díaz es miembro de IC-V.

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