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Un experimento en un polvorín

Juan Jesús Aznárez

La "dolarización" impuesta enEcuador es una auténtica incógnita

en un país azotado por la miseria

y unas protestas que no cesan

ENVIADO ESPECIAL

La irritación social arrecia en Ecuador y hasta las pupilas de la barriada de Salinas protestaron encapuchadas en Guayaquil contra la dolarización de la economía y sus efectos en el negociado de las bajas pasiones. Al grito de "¡Viva el paro!" y "¡A cinco mil la cama¡", el gremio se manifestó dispuesto a la resistencia. "La tarifa por cliente es de 25.000 sucres. Si los propietarios de los locales nos obligan a pagar 8.000 por la cama, apenas nos quedan 17.000 sucres, declaró a la prensa Narcisa A., presidenta de la Asociación de Trabajadoras Sexuales de Salinas. "A esto redúzcale el uso del condón, el jabón, alcohol y otros productos que necesitamos (...) y prácticamente nos estamos regalando".

La mayoría de los ecuatorianos clama contra la abrupta pérdida de su capacidad adquisitiva, la especulación y el encarecimiento de la vida causados por la nueva paridad, 25.000 sucres por dólar, y culpa de ello a la corrupción bancaria y a los sucesivos fracasos gubernamentales. Cuatro millones sobreviven con un salario de 45 dólares al mes (7.500 pesetas) cuando la cesta básica cuesta cerca de 200. Piden la cabeza del jefe de Gobierno, Jamil Mahuad. "Les he dicho a mis hijos que a partir de ahora comeremos una vez al día y no mucho", declaró Lastenia Mora en TV Amazonas. Lo hizo en la capital de un país de 12 millones de habitantes, el 30% indígenas, y más del 60% pobres, que puede sentar un precedente si el nuevo modelo logra remontar un decaimiento histórico.

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Las ansias de estabilidad son tan grandes y los intereses en juego tan cruciales que los principales partidos, el grueso del empresariado y la vapuleada clase media, el 40% de la sociedad en su conjunto, según una encuesta de Cedatos, apoyan el sistema de cambio fijo decretado a la desesperada por el presidente para salvar el cuello y atajar la acelerada depreciación del sucre, 197% en 1999 y un 20% este mes. La inflación ronda el 60% anual, la más alta del hemisferio, y el PIB se contrajo siete puntos durante el pasado ejercicio. El gasto social en educación y salud pasó a representar el 12% de ese indicador en 1980, el 7% en 1990 y el 3,3% el pasado año. En el momento más álgido de la crisis, según supo este diario, el Gobierno decidió imprimir sucres en Europa para salir del apuro, pero no pudo hacerlo porque todas las imprentas estaban ocupadas haciendo euros.

"Es inconcebible que una familia pueda vivir con 50 dólares al mes", sostiene Patricio Baus, director en Ecuador del Bank Watch Ratings, calificadora de bancos. "Antes de que el país pueda entrar en la dolarización debe haber un aumento de salarios". Las empresas argumentan que no pueden hacerlo porque quebrarían, y el Ejecutivo, que suspendió el pago de la servidumbre de una deuda externa próxima a los 15.000 millones de dólares, se devana los sesos tratando de cuadrar las cuentas y amenaza con la cárcel a quienes especulan con artículos de primera necesidad.

Caliente la calle, 30.000 soldados y policías combaten los cortes de carreteras promovidos por los indígenas, y son periódicos los paros sindicales y las manifestaciones estudiantiles. "¡Nos morimos de hambre! ¿Con qué alimento a mis cinco hijos?", gritaba una madre al pie de una llanta de camión ardiendo. Una indígena, vendedora de hortalizas en Quito, confesaba la ignorancia sobre el cambio de moneda. "¿Qué es pues la dolarización?"

Mahuad deberá hacerse entender e impedir que la necesidad resuelva sus problemas a la brava, aceptar asimismo las condiciones impuestas por la oposición parlamentaria para apoyar hoy al oficialismo en la votación del proyecto de ley que desarrollará la dolarización. Algunas monedas de cambio son mezquinas, acordes con el canibalismo político en curso, y otras garantizarán el impune regreso a Ecuador de fugitivos de la justicia asilados en Miami o Panamá, entre ellos el ex presidente Abdala Bucarán.

El proceso de cambios es complejo y arranca sin garantías de éxito. "Si Mahuad ha demostrado que no sabe qué hacer ni cómo hacer durante año y medio de Gobierno, por qué vamos a confiar que sabrá cómo dolarizar el país, uno de los temas más complicados en economía", advierte una compatriota atribulada, María Delia Aguirre. El Gobierno pidió austeridad y colaboración para conseguirlo, una convocatoria que fue recibida como afrenta por quienes están en los huesos desde hace años.

Pero Ecuador no parece tener otra salida que proseguir en un empeño observado atentamente por las naciones latinoamericanas sacudidas en su día por devaluaciones y distorsiones cambiarias, Argentina, México, Brasil, Costa Rica y El Salvador. "Ecuador tiene un potencial muy grande, pero se las han ingeniado para crecer menos de lo que pueden, porque tiene un sistema político fragmentado. No se trabaja por el bien del país, sino por el bien de cada uno", dice a este corresponsal el argentino Guillermo Calvo, director del Centro de Asuntos Económicos Internacionales de la Universidad de Maryland. "Simplemente con la interrupción de la espectacular huida de capitales, y no estoy hablando de más créditos, va a ser un golpe de oxigeno tremendo".

Calvo forma parte del grupo de expertos y funcionarios del FMI y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) reunidos en Quito para ayudar técnicamente al Gobierno. "No sé si van a poder llevar a cabo todo lo que hay que hacer, pero estoy viendo voluntad para hacer las reformas fiscal o laboral, o para subir el precio de las gasolinas".

Después seguirá un programa de privatizaciones: desde la electricidad a los bancos, el 70% en manos del Estado. De momento, al Ejecutivo le urge sofocar una subida de precios especulativa, del 35% en algunos artículos, y arreglarse con los enfurecidos acreedores nacionales cuyos improperios y blasfemias son épicas: los ahorros bancarios superiores a los 4.000 dólares han sido congelados durante siete o diez años previa entrega de un bono nominal al 7,5%. Algunos de los titulares, personas ancianas, morirán antes de disfrutarlos.

Un ahorrador con 2.000 dólares en el banco, ingresados en sucres hace 15 meses, puede llegar a cobrar 80 después de los mordiscos asestados por las sucesivas devaluaciones de la moneda nacional. "¿Qué es lo que quiere este presidente? ¿Matar a la gente, o quiere que se haga una revolución para comenzar a arrastrar a todos estos sinvergüenzas y ladrones?", brama Héctor Segovia en una concentración de damnificados. La retención de los depósitos, consecuencia de la falta de liquidez del Banco Central, afecta principalmente a cerca de 30.000 ecuatorianos de clase media baja y a los jubilados. Los más ricos, muchos de ellos ladrones de guante blanco en la cubierta de yates de lujo por el estrecho de la Florida, eligieron hace mucho tiempo Miami y el Caribe.

La corrupción, la ineptitud o las equivocaciones, o quizás una mezcla de estos factores, sumieron en el desconsuelo a Víctor Hugo Cobo Villacín, de 74 años, y a Ofelia Aguado, de 73, una de tantas parejas de la tercera edad que temen no vivir los diez años establecidos para descongelar los ahorros de toda la vida, los 42.500 dólares ingresados en el Banco Progreso. "Después de diez años el dinero no nos servirá de nada, pues no creo que vivamos mucho más", dice Cobo, obligado a pedir prestado para pagar las cuentas del teléfono. "Hemos guardado esos ahorros para sustentarnos en la vejez, además de que mi esposa está ciega. No es posible que a nuestra edad tengamos que soportar esta injusticia".

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