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ASÍ HABLA... Paz Padilla Un resultado autocrítico y distanciador

Entre los distintos modelos de uso público del andaluz que vamos examinando en esta serie (siempre de personas conocidas, que, quiérase o no, proyectan socialmente sus maneras) nos vamos a ocupar hoy del habla de una actriz que ha irrumpido con gran fuerza en estos últimos días: la humorista gaditana Paz Padilla. Fuerza expresiva, desinhibición y gracia natural, al servicio de unos personajes de seguro impacto en la audiencia. En Canal Plus, el día 9 de este mes, nos deleitó con una desmitificación de los tópicos navideños (¿Eh que nadie s"a dao cuenta que ese sshiquiyyo tiene frío?) (Representamos la ch aflojada como ssh, y la y rehilada, vibrante, como yy, por lo exageradas).Y también en este enero ha estrenado la telecomedia Ala...Dina en la Primera de TVE, que lleva trazas de gustar al público, con la encarnación de una bruja que viaja en el tiempo hasta la actualidad, donde ejerce labores de doméstica necesariamente extravagante. (Casi tan extravagante como la errata en el artículo de la semana pasada, que identificó diglosia con disglosia).

Con todo, esta repentina recuperación del andaluz para uso exclusivamente humorístico plantea de nuevo el espinoso asunto del estereotipo. ¿Estamos ante una reedición camuflada del tópico? Es discutible. Cierto que los roles hasta ahora representados por esta actriz están fuertemente marcados por un habla que ni siquiera elude algunos vulgarismos (¡qué güeno"htá!, carsonsiyyo...Reivindico el honroso tratamiento de sshassha), pero le faltan los otros ingredientes convencionales: la condición socialmente baja del personaje y el referente folclórico. Es decir, que de cuatro (repetimos: gracioso, vulgar, bajo y folclórico) nuestra vivaz e inteligente actriz utiliza sólo los dos primeros, y en una mezcla muy peculiar, que no molesta.

Y es porque los vulgarismos los utiliza con intencionada exageración, entremetidos en un registro de andaluz coloquial y hasta semiculto (recupera alguna ese implosiva y ere final (te lo ibas a poner; hasta) o emplea todo y nada completos, así como los participios de la tercera, divertido. El resultado es aceptablemente autocrítico, distanciador. También pasaba con el andaluz aprendido por Penélope Cruz para La niña de tus ojos.

Claro que en un andamiaje tan precario no pueden faltar los titubeos, como es un seseo no homogéneo (decir, pero siego, ciego), o distintas soluciones para unir los plurales. Es lógico, si en casi todos los casos que venimos examinando cada cual ha tenido que construirse su propio modelo, a falta de una norma común.

De la fonética particular de Paz Padilla anotamos también un curioso fluctuar entre el sonido jota suave, aspirado (que solemos representar como h: mahia, por magia) y el faríngeo, casi de Jaén: algo del punto je. Y el ya señalado uso del yeísmo rehilado, aunque ocasional, próximo al argentino, como testimonio de una de nuestras aportaciones al español de América. Hay autores, sin embargo, que opinan que ese sonido tan característico del habla porteña es allí autóctono. Pero es que en esto del andaluz hay hente pa tó.

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