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Música de Euskadi para el mundo

Al margen del aluvión de novedades que han llegado recientemente al mercado, anticipándose a la Feria de Durango que se celebra estos días y espoleando el afán consumista que despiertan las fechas navideñas, una de las noticias más felices que ha procurado la industria musical vasca está referida a Inshala, el segundo elepé de la pareja trikitilari guipuzcoana Alaitz eta Maider. El álbum en cuestión lleva ya seis meses en la calle, pero vuelve a estar de actualidad tras conocerse que, desde agosto, se han despachado 2.000 unidades en Japón, donde ha sido editado, con autorización de la compañía donostiarra Elkarlanean, por Kaïra Production.El hecho de que se haya agotado la primera tirada de Inshala en el mercado oriental es sin duda un motivo de alegría, pero no debe serlo de sorpresa ya que sus ventas en el extranjero no son una excepción. Otros artistas que gozan de cierta aceptación fuera de España son Oskorri, La Polla (antes La Polla Records), Kepa Junkera, Eskorbuto, Maixa ta Ixiar y los grupos liderados por Fermin Muguruza. Concretamente, los discos que contienen la firma del cantante de Irún pueden encontrarse en una quincena de países.

Uno puede comprar los trabajos editados por sellos como Elkarlanean, Discos Suicidas, Esan Ozenki o la casa navarra Gor Diskak en Francia, Italia, Suiza, Alemania, Polonia, Japón, Finlandia, Canadá, México, Colombia, Venezuela, Uruguay, Argentina, Chile, Puerto Rico, Perú e incluso en Estados Unidos y Gran Bretaña, dos plazas especialmente impermeables para la música foránea.

Sonidos étnicos

En estos lugares se encuentran no sólo los catálogos completos, sino los artículos más exportables de cada uno, que llegan a las tiendas gracias a acuerdos de distribución o edición establecidos con discográficas o distribuidoras que trabajan con un material más alternativo.

Pero, en contra de lo que se podría pensar, lo más exportable no son siempre los sonidos más comerciales, sino que una buena baza a la hora de hacerse un huequecito allende las fronteras es explotar las peculiaridades de la música autóctona. Ritmos tradicionales como la porrusalda, prácticamente desconocidos en el extranjero, y sonidos propios como el de la alboca o la txalaparta tienen una oportunidad única de difusión ahora que está de moda la llamada world music, los sonidos étnicos. Y eso bien lo sabe Anjel Valdés, de Elkarlanean: "Lo más genuino nuestro, la música vasca, tiene algún sonido especial que la diferencia de otras. Es más fácil distribuir música folk que exportar rock and roll, donde el modelo anglosajón es lo que se ha impuesto. La trikitixa, por ejemplo, no se toca sólo aquí pero el ritmo del arin arin sí se hace sólo así. Hay que buscar ser diferente en un mercado donde existe mucha estandarización, mucha homogeneidad, y donde, de alguna manera, la diferencia es una ventaja".

Pero también es cierto que no todos los sellos vascos se dedican a editar música con denominación de origen. Es el caso de Discos Suicidas, posiblemente la compañía que más fuerte ha apostado por la conquista del mercado exterior. Tanto confía en el potencial de su producción que, yendo más allá de los acuerdos con discográficas y distribuidoras foráneas, extiende sus tentáculos al otro lado del Atlántico. Hace ya dos años que cuenta en México con sucursal (Discos Suicidas México) y discográfica propia (Ura Records), es inminente la inauguración de su oficina en Argentina y en breve crearán nuevas filiales en Puerto Rico y en Nueva York o Miami. "El rock latino tiene un potencial muy fuerte y, aparte de difundir los discos de Suicidas, así damos oportunidades a grupos que están allí. También existe un punk latino", asegura Óscar Amézaga, responsable de la empresa vizcaína.

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El arrojo que demuestra la gente de Discos Suicidas es casi un caso extremo pero, aunque de momento representa una minúscula porción de su facturación para la mayoría de ellas (ni siquiera un 1% en el caso de Gor Diskak, mientras que el 90% de las ventas de Elkarlanean se concentran en Euskadi) el extranjero supone una inmensa parcela de mercado que las discográficas están dispuestas a exprimir.

Fuera de sus fronteras tienen un terreno prácticamente virgen en el cual obtener un plus de ventas, una alternativa real a un mercado local que no parece dar más de sí. "En Euskadi es difícil que se venda más de lo que se ha vendido de ciertos discos. Cada vez se edita más pero las ventas globales no aumentan. Es una sorpresa cuando un disco vende 50.000 ejemplares; normalmente no pasan de 20.000 unidades", apunta Anjel Valdés.

Y, claro, en plena expansión de Internet, esta colosal red mundial de información ya se perfila como el medio idóneo para abarcar todo el planeta. Gracias a ella, cualquier cibernauta puede enterarse de la existencia de los discos de los artistas vascos y, ahí radica el quid de la cuestión, adquirirlos a través de las páginas web de las distintas discográficas autóctonas. Como sentencia Marino Goñi (Gor Diskak), "el mercado internacional lo tenemos en casa a través de Internet".

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