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Juaristi hace una "lectura antigua" de Muñoz Molina

Lo hicieron en un escenario teatral, y con actor. Jon Juaristi, enfundado en ropa oscura, y Antonio Muñoz Molina, también de oscuro, hicieron lo que Juaristi llamó "una lectura antigua" de Carlota Fainberg, la última novela del académico. Cuando ellos concluyeron su diálogo, el actor Emilio Gutiérrez Caba ilustró con su voz un capítulo central de la obra, una peculiar ensoñación de Buenos Aires que tuvo su origen en un encargo que EL PAÍS hizo hace años al autor de Plenilunio. Esta "lectura antigua" de Carlota Fainberg se celebró anoche en el Teatro de la Abadía, repleto de público, entre el que que se hallaban los académicos Emilio Lorenzo o Gregorio Salvador, y los escritores José Manuel Caballero Bonald, Eduardo Haro Tecglen, Elvira Lindo, José María Guelbenzu, Juan José Millás o Héctor Abad. Juaristi destacó, en su lectura de Carlota Fainberg, los aspectos hilarantes y de retrato de la gente que compone esta novela corta, cuyo parentesco con otras de James, Bioy Casares o Stevenson forma parte de la capacidad del autor para ofrecer maestría en cualquier género. En este caso, dijo Juaristi, Muñoz Molina ha hecho una novela de campus, pero también se puede leer Carlota Fainberg como una novela gótica, cuya relación estrecha con Otra vuelta de tuerca, de James, reside en la ilusión que fabrica uno de los personajes acerca de la protagonista en la lejanía de un Buenos Aires deshabitado adonde nunca se va a llegar. Y en Buenos Aires, Borges, "un bucanero ciego", como el propio personaje Marcelo Abengoa, que construye la ficción principal de la novela en diálogo con un profesor universitario, Claudio, quien descubre en Marcelo al verdadero narrador...Muñoz Molina quiso contar el desconsuelo español en el extranjero, donde el complejo de inferioridad con el que acude nuestra cultura sólo tiene como contrapartida la desinhibición del que llega para hacerse dueño de la historia... En América, el español es el chivo expiatorio de las propias frustraciones del Norte; ellos se olvidan de lo que hicieron con sus propios indígenas, y nos ven siempre con sangre de víctimas en las uñas. Muñoz Molina quiso hacer una visión heterodoxa de la cultura española, y llenó su obra de ironía sobre la pedantería del profesor español que quiere congraciarse con el mundo al que acude y que de pronto se encuentra con la realidad del que le narra una historia verdadera, una fascinación literaria, sobre la que él sólo sería capaz de elaborar teorías pedantes.

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