Sin identificar
PACO MARISCAL
Estos días otoñales hay en nuestros cementerios trasiego de flores frescas. Los cementerios huelen casi siempre a recuerdo en lápidas, nombres y fechas. Preservar el recuerdo es bienquerer cuando cambia hasta el paisaje y nada permanece constante que no sea la muerte unida al dolor. Y ésa, la parca, golpea, por igual y de forma violenta, a creyentes y no creyentes, a los desamparados habitantes de Grozni y a los vecinos de Moscú, como golpeó y golpea a romanos y cartagineses en todas las guerras inciviles habidas y por haber.
Y hay que recordarlo y preservar el recuerdo como en Paterna. Casi cercado por velódromos, recintos feriales, palacios de congresos, polígonos industriales, urbanizaciones con casas adosadas y centros emisores de despilfarradoras televisiones autonómicas, el camposanto de ese pueblo valenciano, otrora famoso por ollerías y socarrats, conserva la memoria de muchas decenas de fusilamientos, una vez finalizada nuestra última contienda incivil. Eran perdedores de Requena y Bicorp, de Cullera y Ontinyent y decenas de pueblos valencianos más del llano y la montaña. Su recuerdo es un sencillo azulejo valenciano con la fecha, los apellidos, el oficio y la saca. Hay azulejos como vendedores de prensa, labradores, albañiles, picapedreros, sargentos del ejército, vendedores ambulantes, garrafoners, panaderos, y estudiantes y escribientes entre otros.
Hay, entre esos humildes ladrillos vidriados y valencianos, algunos nombres femeninos con apellidos concretos y un oficio: labores. Y las labores de María y Amparo, Vicenta y Mercé fueron, casi seguro, criar hijos tras embarazos mal atendidos, coser, fregar, ayudar en las tareas del campo,poco pan y mucha necesidad, muchas horas de trabajo y poco jornal con apenas un respiro para el amor. Y entre esos azulejos femeninos destaca uno, sin apellidos aunque los tuviera, sin oficio aunque las yemas de sus dedos estuviesen blanquecinas y arrugadas de tanto lavar ropa; el azulejo que recuerda a aquella víctima fusilada reza: "Hay una mujer sin identificar llamada Rosa". Una Rosa desconocida y fusilada, anónima realmente, como la mujer que recuerda un adoquín callejero, víctima de un bombardeo, en la Maguncia natal de Anna Seghers, y a la que imagina la escritora alemana en una página literaria, cargada de horror a las guerras.
Porque la Rosa sin identificar en Paterna o la anónima mujer que acudía al mercado cuando cayó la bomba en Maguncia son el recuerdo sin acritud y sin nombre; pero recuerdo de lo que nunca tuvo que ser y fue, como lo es hoy en día en Grozni o en Argelia.
El alcalde ese, que quiere colocar en su pueblo aragonés una placa hablando de cruzadas y mártires y víctimas también de la guerra incivil española del 36, debería conocer la historia de nuestra Rosa sin identificar y la anónima mujer de Maguncia. Una placa a todas las víctimas sin identificar es cuanto se necesita para recordar; un proceso de canonización en el Vaticano a todas las Rosas sin identificar y a todas las Rosas que perezcan bombardeadas en Grozni es cuanto se necesita para recordar.
Pero el tiempo que devora la cosas y trae los cambios deja inmutables ciertos comportamientos como los del alcalde, como las beatificaciones del Vaticano. Por eso sería conveniente que, en la memoria de quienes vivimos, guardásemos a esa Rosa sin identificar en un sencillo y humilde azulejo valenciano.