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Chavales

Rosa Montero

La Guardia Civil de Almería dice que los agresores de los inmigrantes africanos en Níjar "son chavales del pueblo, sin vinculación con bandas racistas". Es curiosa la propensión que tenemos los humanos a ver las cosas desde el color del cristal de nuestra pequeña realidad y nuestros prejuicios. Estos chavales llevan un mes apaleando, acuchillando y aterrorizando a los africanos que viven y trabajan en Níjar: ha habido 24 agresiones hasta el momento. La verdad, a mí no se me ocurriría llamarles chavales a esos energúmenos. Tampoco acabo de entender la tajante claridad con la que les desvinculan de las bandas racistas; para mí, un grupo organizado que se empeña en atacar de manera sistemática a los inmigrantes de color es, en sí mismo, una banda racista en toda regla, algo así como una recreación del Ku-Klux-Klan injertada de señoritos andaluces.Estos chavales de Níjar son como los chicos del País Vasco que se dedican a poner bombas incendiarias en la puerta de los políticos del PP. "Son gamberradas", dicen algunas mentes preclaras del peneuvismo. Pues caramba con los gamberros. Una enigmática ley de la conciencia humana hace que minimicemos escandalosamente nuestra propia violencia sobre los otros: "¡Pero si no le tocamos! ¡Apenas si le dimos dos bofetoncillos!", oí decir con toda sinceridad a un policía del franquismo.

La Guardia Civil de Almería, que ha detenido ya a dos sospechosos de lo de Níjar, asegura que pronto caerán todos; y eso está muy bien, y es profesional, y es cumplir con su deber de guardianes del orden. Pero me preocupa que llamen chavales a esas bestias. Porque la palabra chaval tiene una connotación casi familiar, evoca una intimidad de grupo y de creencias, una continuidad generacional. Una continuidad que se manifiesta en la xenofobia de buena parte de los vecinos de Níjar, que se niegan a alquilarles viviendas a los africanos (por eso viven en chabolas). Sin embargo, esos inmigrantes nos son muy necesarios: hacen, por dos duros, los trabajos que ningún español acepta. De modo que les seguimos contratando y siguen viniendo. Y luego, de cuando en cuando, nuestros chavales les rompen la boca.

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