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Masas y perplejidades

VICENT FRANCH I FERRER Durante el mes de agosto, cuando los calores te amilanan, a veces, esclavo del prurito de trascendencia que justifica tu columna semanal, y, también, preso de la mala consciencia que da sentirte intelectual de vacaciones (una verdadera contradicción fundamental) coges la libreta y anotas algo para cuando llegue septiembre. Y, luego, cuando estos cielos de cobalto se pueblan de cirros amenazantes-sugerentes la nota que guardabas se subleva y te conmina a dar cuenta de la respuesta que intuiste. En agosto, y con la ocupación de todas partes por todo el mundo, me vino al pensamiento aquel libro de Ortega y Gasset (La rebelión de las masas), nunca bien ponderado por los progres de finales de los sesenta y primeros de los setenta (entre los que me incluyo). Lo que sorprendía a Ortega hace setenta años, se muestra ahora como un zenit sin paliativos: la gente está en todas partes y quiere todo y lo quiere ya. Si entonces la riada humana desparramada por terrazas y espectáculos, paseos y parques presagiaba una emancipación social abstracta, no es menos cierto que la explosión que hacía visible la masa constituía una preocupación de las clases tradicionales, conservadoras y propietarias, cada vez más conscientes de que la visibilidad de las masas sólo sería el preámbulo a la exigencia de derechos políticos más allá del muro de contención ideológicamente endeble del status quo, como realmente ocurrió. En agosto anoté que el peligro que advertía Ortega (aun sin citarlo) estaba en lo que intuía como segunda parte, es decir, que una vez visibles, las masas exigirían su protagonismo social y político. Y en la nota añadí un interrogante para septiembre: ¿Más de medio siglo después, y por lo que hace al teatro de operaciones inmediato, España, aquella rebelión con cuánto se habría contentado? Para responder a esto me basta con echar una ojeada a la literatura que precede a los inmediatos congresos que celebrarán cuatro fuerzas políticas del ámbito valenciano y llego a la conclusión que la gran preocupación de todas ellas se halla casi exclusivamente en el lenguaje, en la estética, en los secretos de la comunicación política, en la jerga que incluye términos tan vacuos como proyecto, profundización, conexión con la sociedad, talante crítico, modernización, renovación y otras exquisiteces al servicio de la gran simulación cuyo objetivo es mantener la atención de las masas otrora peligrosas hacia reclamos menores con el fin de que su energía sea libada en exclusiva por sindicatos profesionales del poder. De pronto septiembre me ha traído el aburrimiento ideológico como nota dominante, y me he propuesto para octubre, quizás para no estropear esta connivencia con el clima y el paisaje del mes, que me subyugan, responderme porqué la sociedad valenciana está ayuna de debates de entidad y porqué en tan pocos años hemos conseguido llegar a que lo que importe e interese sea solo el mercadeo estético a propósito de los saldos ideológicos al uso. vicent.franch@uv.es

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