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El alcalde de Calanda veta una placa en memoria de 17 vecinos víctimas del nazismo

María Sanz, hija de uno de los 17 vecinos de Calanda que fueron víctimas de la tortura en los campos de exterminio nazi no logra que el Ayuntamiento de la localidad turolense en la que nació Luis Buñuel le permita colocar una placa en su memoria. El alcalde, Antón Borraz, del PP, argumenta: "La placa puede colocarla en el monumento que hay en el cementerio, pero no estoy dispuesto a que ese acto, pacífico en principio, resucite heridas en un pueblo muy sensible con temas como ése". María no se muerde la lengua, asegura que el alcalde y muchos vecinos son "fascistas" y promete que no desistirá. "Soy aragonesa", dice. María vive en Beziers (Francia) donde llegó con 12 años cuando su padre, Manuel Sanz, El cantarero, salió del campo de exterminio de Matthaussen, en el que estuvo con otros 16 vecinos de Calanda desde el 22 de diciembre de 1940 hasta el 5 de mayo de 1945. De aquellos 17 calandinos solo seis sobrevivieron, uno de ellos Manuel, el preso 5.270. "Ya es triste la proporción, tantos vecinos de ese pueblo internos en un campo de concentración", recuerda la hija de Manuel, que fue el último de los supervivientes en ser liberado.

En Calanda viven hoy 3.600 personas y todavía hay calles y monumentos que recuerdan los tiempos de la dictadura y a los "mártires de la guerra". Borraz se esfuerza en explicar que, en la pasada legislatura, intentó borrar de Calanda los recuerdos de ese periodo de la historia de España. "Pero vi que se abrían viejas heridas, que las gentes de los dos lados preferían que la historia se durmiese, así que en el cementerio hay un monumento donde unos y otros colocan sus memoriales".

Centenario de Buñuel

El pueblo, azotado por la guerra civil, acuñó fama de derechista durante años y aún hoy al alcalde le cuesta sacar adelante y con brío los actos del centenario de Buñuel que se celebran en el 2000. A Borraz no le han dolido prendas para traer a Paco Rabal a pregonar su Semana Santa de bombos pero en lo de la placa es intransigente. "Que digan lo que quieran de mí, pero no dividiré el pueblo; conste que lo he consultado hasta con amigos de la izquierda y me dan la razón", apostilla. María dice que seguirá adelante. Que está dispuesta a pagar esa placa que sólo recuerda a los 17 vecinos y no entiende como "Aznar destina 250 millones para el holocausto y no hay ni siquiera una placa para los españoles que padecieron el horror nazi".

"Se lo escribí a Aznar, se lo dije al alcalde. Hace 60 años que pasó aquéllo y esa banda de fascistas no quieren que ponga esa placa", dice. Recuerda a su padre, muerto en 1991, su lucha en el bando republicano, su internamiento en el campo de concentración, la liberación y su marcha a Francia con su madre. "Había de todos los pueblos, de Alcorisa, de Castelserás... Estuvieron cinco años en la misma barraca y ¡cómo salieron! Toda Europa celebra el 8 de mayo el fin de la ocupación; en el pueblo de mis padres, nones", relata María, que va una vez al año a Calanda y se sabe de memoria la última contestación del alcalde, del 19 de julio. Este fin de semana en Beziers también recordaba la de la consejera de Educación de Aragón, María Luisa Alejos-Pita, en la que le comunicaba que había trasladado sus reflexiones al presidente, el socialista Marcelino Iglesias.

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