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EL ESCORIAL Regalitos de feria

Cuando Rivera Ordóñez y José Tomás abandonaban el coso a hombros de los costaleros preparados para ese tipo de transporte, pasaron junto a las instalaciones del ferial, situadas al lado de la plaza. De la caseta de la rifa salía la voz del feriante, animando a las personas agrupadas a su alrededor: "¡Lleve regalo, lleve regalo!". Nunca habrá dicho el tío de la rifa una verdad más exacta. Porque Rivera y Tomás salían llevando los regalitos que un generoso presidente, con la mano de sacar el pañuelo pronta para la dádiva, les había obsequiado horas antesTomás ha cortado un rabo de regalo en el tercer toro y una segunda oreja en el sexto. Y Rivera, la segunda oreja del quinto. Es cierto que este segundo trofeo de Rivera fue protestado por un sector del público. Pero serían esos severos aficionados que vienen de Madrid o vaya usted a saber.

Osborne / Manzanares, Rivera, Tomás Toros de José Luis Osborne, terciados, muy flojos, mansurrones

3º, anovillado y escuálido. José Mari Manzanares: cinco pinchazos, otro hondo y dos descabellos (algunos pitos); media estocada (pitos). Rivera Ordóñez: tres pinchazos, media y dos descabellos (aplausos y también pitos al saludar); pinchazo, estocada desprendida y descabello. Le perdonaron un aviso (dos orejas protestadas). José Tomás: estocada y rueda de peones que tumba al toro (dos orejas y rabo); media (dos orejas. Rivera y Tomás salieron a hombros. Plaza de El Escorial, 7 de agosto. 1ª corrida de feria. Lleno.

A la vista de ese montón de orejas, con la añadidura fea y peluda del apéndice caudal, cualquiera diría que habíamos visto la corrida del año. Pues, no. Ni los toros, de escasísimas fuerzas y canijas embestidas, ni los toreros, que más que lidiar y dominar a sus enemigos se divirtieron con ellos, dieron motivo a tan exagerada creencia. El que más impresionó al público, como siempre, fue José Tomás. El de Galapagar ha hecho las cosas de siempre. Esta vez frente a un novillo, el tercero, y frente a un toro que se ceñía y se colaba, el sexto. En el segundo natural de la tanda inicial, le prendió por el muslo y lo levantó, sin consecuencias. Su primer bicho se le derrumbó en los pases de tanteo por bajo, y luego lo toreó con su tranquilidad y parsimonia habituales. Naturales irregulares, pases con la derecha a pies juntos, muy quieto, y manoletinas. Con su segundo tuvo el mérito de hacerle pasar en alguna ocasión, con muletazos largos. Bien, pero excesivamente premiado.

Lo mismo le ocurrió a Rivera Ordóñez. Tuvo el mejor toro del encierro: el quinto. Y se empleó con él en un trasteo que empezó de rodillas, siguió con pases con ambas manos, siempre con el pico del engaño por delante y acabó con circulares ventajistas, yéndose al rabo. Lo mejor, cómo aguantó los parones y las distracciones del toro. Antes, lo había toreado muy bien con el capote en los lances de salida, mandando en la embestida y, dueño siempre de la res, saliéndose hasta los medios. Éste fue el Rivera lidiador y luego veríamos al Rivera precavido y conservador.

Con el segundo se dobló muy bien por bajo, y se encontró con el problema de que el toro echaba la cara arriba, se quedaba muy corto y cabeceaba. No le asustó la brusquedad del morlaco e intentó alargarle el viaje. Ante la dificultad de construir una faena, recurrió a pasarlo por alto y despacharlo como pudo.

Manzanares vino al Escorial a cumplir el trámite. En su disculpa, hay que decir que no tuvo toros. El que abrió plaza esperó en banderillas y no humilló en ningún momento. Tenía el viaje cortísimo y el de Alicante le puso la muletita delante. No sabemos si del susto, el toro se cayó. Manzanares sólo pudo refugiarse en el recurso del trasteo por la cara. Al cuarto lo recibió con verónicas rutinarias, todas con el pasito atrás. Llegó el toro al episodio final escarbando y cayéndose. Aquí tuvo que echar el torero mano de los recursos de enfermería. Toda la faena fue unipase tras unipase, todos ellos a media altura. Cuando abandonó la plaza, fue despedido con muestras de desagrado. Y otra vez se ha vuelto a repetir en la plaza del Escorial, el desagradable número de los espectadores que llegan a sus localidades con la hora pegada al trasero. Hasta la lidia del tercer toro estuvieron intentando llegar a sus localidades. A pesar de que en el reverso de las localidades ya se advertía, que dadas las dificultades de acceso a la plaza se recomendaba a los espectadores que acudieran con suficiente antelación, para evitar incomodidades de última hora, los rezagados se pasaron la advertencia por el arco de triunfo.

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