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Cuenca acoge el estreno español de la "Misa gitana sinfónica"

El dolor y el silencio del medio millón de gitanos víctimas del holocausto nazi durante la II Guerra Mundial se transformó durante hora y media en un grito sonoro y musical. El escenario: la iglesia-catedral de Cuenca, que el domingo celebró la Misa gitana sinfónica, dirigida por Francisco Suárez, quien estrenaba en España esta composición, basada en la tradicional y auténtica música gitana, y que estaba acompañada, por primera vez, por una orquesta sinfónica y un coro polifónico. La Misa gitana sinfónica contó en su interpretación con todos los instrumentos de una orquesta, la de Cámara de la Sinfónica de Alicante, acompañada por la Coral Santa Cecilia, de Zafra, sin que faltaran los registros más característicos de la música gitana: la percusión flamenca con Pakito, El Aspirina; el piano de José María Amador; la flauta de Ostalinda Suárez, y las rompedoras guitarras de Domingo Díaz Escudero y Jesús Carrasco. La palabra la pusieron Rafi Lavado y Ana Montaño, esta última, premio nacional Bravo, concedido por la Conferencia Episcopal en 1991. Sus exóticas voces y sus gargantas desgarradas consiguieron que la obra de Paco Suárez sonara en riguroso estreno en España y retumbara espectacular en las silenciosas naves de la catedral conquense. En total fueron 80 músicos los que pusieron su alma en el coro de la catedral para unas quinientas personas que acudieron a oír la música religiosa gitana. La obra fue compuesta hace dos años como homenaje a la beatificación de Ceferino Jiménez, El Pele. "Tuve la osadía, la suerte y el impulso de escribir por primera vez en la historia de la música una misa gitana para orquesta y coro", explica Paco Suárez; "para ello estuvieron presentes los rasgos y el sonido característicos de la garganta gitana". De esta semilla nació una obra que ha sido interpretada en varias ocasiones fuera de España, como en el monasterio de los Jerónimos, en Lisboa, con motivo de la clausura de la Exposición Universal, el año pasado, y en la catedral de Évora, también en Portugal, como homenaje a los gitanos que perdieron la vida en la II Guerra Mundial.

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