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EL CAMINO HACIA LA PAZ

Inquisición serbia en Kosovo

Los jueces yugoslavos arrancaron confesiones bajo tortura a presos albanokosovares

Xavier Vidal-Folch

ENVIADO ESPECIALLos jueces arrancaron "confesiones" bajo prolongadas torturas. La connivencia de los magistrados serbios con los policías de Slobodan Milosevic que torturaron durante meses a los prisioneros políticos albanokosovares fue muy estrecha, según revelan los sumarios abiertos en Pristina en los últimos años. La fundación de un nuevo sistema judicial se ha convertido en el reto más difícil para la ONU. Tanto que, sin saberlo, su agencia para los refugiados, el ACNUR, ha alquilado el edificio propiedad de una de las jueces más crueles, Danica Marinkovic, presunta criminal de guerra huida a Belgrado.

Cincuenta años después de La confesión relatada por Jack London en su gran testimonio antiestalinista, la evidencia de las torturas inquisitoriales resurgió en el rincón balcánico de Europa. Los sumarios de los procedimientos penales, los testimonios de víctimas o juristas y las crónicas de la preguerra lo atestiguan. Milosevic abolió la autonomía de Kosovo en 1991. Enseguida expulsó de la carrera judicial a todos los juristas albanokosovares. Se aseguró así que la mayoría de la población albana de la capital -el 92%- sería juzgada por magistrados de la otra etnia, que suponía el 7% de su población.

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Una de ellos, y de los más crueles, es Danica Marincovic. Un extendido rumor apunta a que podría estar acusada por el Tribunal Penal Internacional de La Haya, sin publicidad, de haber cometido crímenes de guerra. En el lujoso edificio blanco e impoluto que posee junto a su marido Stevan -exdirector del aeropuerto- en el número 31 de la céntrica calle de Belgrado de la capital kosovar se ha instalado el ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, algo que plantea dudas sobre su conocimiento de la realidad en la que opera. Al preguntarle EL PAÍS por esta circunstancia, su portavoz afirmó: "Lo desconozco completamente". Seguidamente pidió más referencias. Aquí están.

Al menos cinco presos albanokosovares fallecieron en los últimos tres años a causa de las torturas infligidas en la comisaría de policía de la calle de Muhaxheri. El mecanismo: "Primero arrestaban a alguien acusándolo de terrorismo. No había pruebas. Le torturaban, sobre todo con porras envueltas en toallas húmedas y mediante electrochoques, o impidiéndole dormir. Muchos acababan confesando cualquier crimen ajeno o su militancia, real o supuesta, en la guerrilla del ELK [Ejército de Liberación de Kosovo]", relata un asistente a las vistas orales posteriores. La juez "recibía al preso con la declaración preescrita y mecanografiada, y se la hacía firmar", añade. Los supervivientes renegaron de esas "confesiones" arrancadas, y en muchos casos acusaron a la juez, sin éxito.

"Marincovic prohibía a los abogados acompañar a sus clientes en el momento de la declaración; mantenía secreta la acusación para la defensa durante meses; prohibía que, una vez ingresado el cliente en la cárcel, explicase a su letrado de qué le acusaban y lo que le hicieron en la comisaría; permitía a la policía excarcelar a un preso y devolverlo a comisaría: todo eso era ilegal", explica Aqif Tuhina, exmagistrado del Tribunal Supremo.

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La secuencia se repitió en decenas de casos. Dos muestras: Nait Hasani, un estudiante de 26 años, fue secuestrado en plena calle en 1997. Le llevaron a jefatura, acusado de terrorismo. Permaneció allí durante 40 días, sin que nadie lo notificara a su familia. Le torturaron y dejaron inconsciente durante una semana. Poco después, Marincovic telefoneó a sus padres diciéndoles que estaba encarcelado hacía "tres días". En su declaración al juez de primera instancia, Hasani aseguró que le habían arrancado con violencia la falsa confesión de haber arrojado bombas y haber asesinado a ciudadanos serbios.

El prestigioso abogado Destan Rukigi, de cuarenta y tantos años, acudió en 1997 al juzgado a interesarse por un cliente. Pidió a Marincovic el texto de la acusación. Ésta se lo negó. "Estás actuando como un policía, no como un juez, y esto es un juzgado, no la jefatura", le recriminó el letrado. Quince minutos después, la policía irrumpió en su despacho. Le arrestó durante 60 días. Le golpeó. Acabó en la cárcel y en el hospital. Todavía no se ha recuperado plenamente de sus heridas.

De algunos casos se ha salvado la documentación oficial.

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