_
_
_
_
_
Reportaje:

Recorridos por la creatividad

Las calles de los barrios de Ciutat Vella y Poblenou, en Barcelona, se llenaron ayer de singulares paseantes. No eran turistas, a pesar del plano que llevaban en la mano. Se trataba de gente interesada por el arte. Eran los visitantes de los Tallers Oberts, una iniciativa organizada por el Foment de les Arts Decoratives (FAD), en el caso de Ciutat Vella, y por Tallers Oberts Poblenou (TOP), entidad que agrupa a diversas entidades culturales de este barrio. El objetivo de estas jornadas de puertas abiertas es la entrada del público en los centros de trabajo, talleres, estudios e incluso hogares de artistas y artesanos de toda índole. En Ciutat Vella -a diferencia de Poblenou, donde actualmente la mayoría de los talleres están agrupados en cuatro puntos principales- algunos de los estudios son también vivienda, lo que permite al visitante una relación más íntima con el trabajo del artista. Éste es el caso de la artista Mariana Sarraute, frente a cuyo portal se estaban rodando ayer escenas de exteriores de la película Atrápala, dirigida por Teresa de Pelegrí y Dominic Harari. El recibidor de Sarraute estaba repleto de mutaciones de la muñeca Barbie. "Es un tic generacional de los que tenemos veintitantos". Junto a estas esculturas de plexiglás, Sarraute presentaba dibujos, pinturas y creaciones virtuales en su ordenador. A partir de 4.000 pesetas, el visitante podía adquirir un dibujo. Teresa, una de las compradoras mañaneras de Tallers Oberts de Ciutat Vella, ya había adquirido un punto de libro realizado por Sussanne Opheys, que también ha abierto las puertas de su lugar de creación. "Creo que ahora iré a comprarle un pequeño grabado. Pienso que si se ofrecen obras de menos de 5.000 pesetas la gente comprará, pero no creo que el público que visite los talleres esté dispuesto a gastar demasiado dinero", decía la entusiasmada visitante. Por su parte, Eva, otra de las ciudadanas que había decidido dedicar el día al arte se quejaba de la imposibilidad de visitar los talleres de Ciutat Vella en sólo dos fines de semana. "Creo que tendrían que abrirlos durante toda la semana. Es la única manera de poder verlo todo". En la misma zona de Ciutat Vella, la pluridisciplinariedad no sólo se da en los trabajos de un mismo artista, sino también a la hora de compartir espacios. Éste es el caso de Lilith Taller, cuyas tres integrantes están relacionadas con el grupo de teatro que da nombre al estudio. Jou Montano realiza monotipos de obra gráfica basados en el cuento de Caperucita, y Eva Barceló se dedica a la fotografía. Ambas también intervienen en los montajes escénicos de Isabel de Francisco. Las artistas Cristina Calderón, Eva Miquel y María Luisa Fontmayor comparten estudio de grabado. Calderón realiza grabado en soportes poco habituales. Una de sus piezas es un vestido con toda la tirada de una serie de obra gráfica como estampado. Judith Cunillera presentaba en su estudio una serie de obras sobre el barrio de Ciutat Vella, en el que ha vivido más de treinta años y al que ha visto transformarse rápidamente en los últimos tiempos. Esta artista también exponía un conjunto de esculturas totémicas. Los restaurantes de la zona, que suelen ser frecuentados por los artistas, no se han escapado a esta actividad: en L"Antic puede contemplarse obra de Olga Delgado, Cruz Rivacoba, Kardo Kosta, Pedro Manubens y Lely Zagaglaia. En el Poble Nou, el goteo de público durante todo el día fue constante. Florenci Guntín, responsable de Hangar, un centro que agrupa el trabajo de diferentes artistas internacionales, se mostraba satisfecho no sólo por la visita del público, sino también porque habían acudido "galeristas y gente del mundo de la cultura". En Hangar, situado junto a Can Font, otro de los puntos puntos principales donde se concentran los talleres de artistas en Poblenou, podía verse a Jaume Parera pasear con un pequeño perro autómata que nada tenía que envidiar a la novedad de la mascota robot en forma de perro que ha lanzado con éxito la compañía Sony. Joana Cera mostraba trabajos muy relacionados con los que se pudieron ver recientemente en la Sala Montcada. El colectivo Vía Láctea presentaba una instalación videográfica y Àlex Cànovas había realizado un intervención en el espacio.También se encontraba representación francesa, a cargo de Mattia, y japonesa, de Atsuko Arai. Pero con la lógica presencia extranjera de los estudiantes internacionales de la Winchester School of Art, donde más se reflejaba la plurinacionalidad artística que vive actualmente Barcelona era en el centro El Submarí, en el que el castellano y el catalán suelen oírse con unos acentos muy peculiares. El Submarí es una de las grandes naves industriales del barrio que, con gestión privada, ofrecen a los artistas un lugar donde trabajar. El japonés Tetsuo Kimura comparte estudio pictórico con Xavier Riu y Joaquim Pijuan. A su lado, la excelente artista suiza Margrit Lehmann había acogido, junto a la inglesa Annie Michie, a un grupo de mujeres alemanas que habían asistido estos días a un congreso sobre Mujer y cultura en Barcelona y deseaban conocer su ambiente artístico menos convencional. El taller de cerámica de la italiana Rita Lugli y Ana Delia Alegre es un lugar muy frecuentado por todos los artistas de El Submarí. Allí hacen el mejor café. No es extraño, ya que la mayoría de su producción se concentra en tazas de café. Por este motivo, junto a su espacio se puede visitar una exposición de tazas de café diseñadas por un buen número de artistas de ese centro. Los muebles de creación contemporánea también están presentes en El Submarí con el trabajo del alemán Frank Hübner y el británico Jonathan Sig, que realiza con metal unos singulares sillones. El mexicano Carlos Cortiles mostraba unas peculiares pinturas móviles, junto a la neozelandesa Eliza Donald, que concentra su trabajo en la escultura. Lo mismo que Bruno Pötsch, que aunque realiza trabajos en metal, se siente más identificado con las construcciones en madera. Toda expresión artística tiene su punto de reivindicación. En Poblenou se reclama al Ayuntamiento de Barcelona, que ya ha dado su conformidad, el uso para talleres de artistas de la vieja fábrica Can Saladrigas, que inicialmente tenía que ser un espacio de exposición en esta edición de los talleres. Este tono reivindicativo se expresa con una serie de intervenciones artísticas alrededor de la fábrica. Frente a la plaza de Julio González, Jesús Palomino ha construido una instalación efímera de cartón que simula el mobiliario de una vivienda. El haber escogido una zona recientemente derruida da una profunda carga de contenido. Isidre Vallès ha colocado en la fachada de la vieja factoría una foto de su interior. En Ciutat Vella también se oían sonidos de disconformidad. La artista Jou Montano se lamentaba de que la organización del FAD editará un álbum catálogo por el que se cobraban 1.000 pesetas y que los artistas ni siquiera tuvieran derecho a un ejemplar. "Creo que deberíamos tener alguna compensación por utilizar nuestra imagen". Otro de los puntos de discrepancia es que el catálogo está diseñado para colocar una pequeña pieza de cada uno de los talleres visitados, a modo de álbum donde se pegan cromos. Junto a Jou Montano, también mostraba su desacuerdo Cristina Calderón. En el variado anecdotario que se sucedió a lo largo del día en Ciutat Vella, el hecho de que un mismo artista estuviera en la guía en dos lugares distintos produjo cierto desconcierto. En algunos casos las indicaciones también tardaron en hacerse visibles.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_