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GUERRA EN YUGOSLAVIA El debate político

Los intelectuales franceses se enfrentan sobre el modo de encarar la guerra

El pasado día 13, el intelectual francés Régis Debray publicaba en el diario Le Monde una larga carta, que reprodujo EL PAÍS el día 14, dirigida al presidente de la República francesa, Jacques Chirac, en la que afirmaba que lo que está sucediendo en Yugoslavia tiene poco que ver con lo que cuentan los mediatizados periodistas occidentales.El punto de vista de Debray, criticado punto por punto por el diario Libération, ha reavivado el debate sobre la guerra, que parecía exclusivo de los partidos políticos. El filósofo Bernard-Henry-Lévy considera que la carta de Debray equivale al suicidio en directo de un intelectual; el periodista Michel Floquet reprocha a Debray "que sirva a una de las dos propagandas que se enfrentan", y no faltan historiadores que le tratan de "impostor de la inteligencia" o de "revisionista".

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Hasta ahora, el debate en Francia respondía en gran parte a una fórmula del historiador Pierre Hassner: "La intervención es un paso en falso, pero en la buena dirección". A nadie le gustaba defender los bombardeos, esa imagen de guerra tecnológica con cero muertos en un bando y miles de efectos colaterales en el otro. La extrema izquierda alertaba contra el imperialismo estadounidense, en perfecta consonancia con los ultraderechistas del Frentes Nacional. Los comunistas equiparaban los bombardeos aliados con las deportaciones impulsadas por Slobodan Milosevic. Solo los socialistas, por solidaridad gubernamental, y los gaullistas, por fidelidad a Chirac, aprobaban una estrategia de la que no están muy convencidos.

La carta de Debray ha provocado una riada de otras cartas. Una gran mayoría de escritores, filósofos, periodistas o especialistas militares se ha manifestado en contra de la defensa implícita que hace Debray del nacionalismo serbio. En muchos casos, el corporativismo es más poderoso que las razones, sobre todo cuando se trata de periodistas que no admiten poder ser víctimas del mismo engaño que en Timisoara (falso genocidio de la minoría húngara achacado a Nicolae Ceaucescu en 1989) o durante la guerra del Golfo (1991).

Pero en otros casos, el debate apenas sirve para poner en solfa el testimonio de Debray, la barbarie serbia o la política de la OTAN. Al final, se da por buena la inacción.

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