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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Identificación con un espíritu libre

Nuevo lleno y aire de acontecimiento en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional. Tocaba Ivo Pogorelich, el ya legendario pianista serbio (Belgrado, 1958), el Concierto en fa menor, de Chopin, con la Orquesta Filarmónica de Francfort, nacida, como su director en esta ocasión, Pedro Halffter, en 1971. Y en la segunda parte, la siempre sorprendente Sinfonía en mi bemol, Heroica. El Concierto en fa menor es obra de un Chopin veinteañero pero ya dueño de una personalidad inconfundible en la que, a través de la casi exclusiva compañía del piano, se manifiestan las contradicciones propias del genio inconformista. Que Liszt reconociese tantas aportaciones chopinianas al mundo del teclado, de la armonía, del ideal sonoro y de la vida, no exenta de tintes popularistas, dice mucho.

Juventudes Musicales de Madrid

Orquesta Filarmónica de Francfort. Director: P. Halffter-Caro. Solista: I. Pogorelich. Obras de Chopin y Beethoven. Auditorio Nacional. Madrid, 28 de abril.

A través de los más detenidos estudios, de los escritos de sus discípulos y de las correspondencias (La Revue Musical, París, 1981), se conoce con bastante aproximación el qué y el cómo del músico polaco y es fácil llegar a la conclusión de que Ivo Pogorelich interpreta su legado con veracidad y muy honda contribución personal. Así debe ser, sobre todo si estamos ante una figura de tanto calado, en lo instrumental y en lo musical, como el pianista serbio. Pogorelich es un creador incesante de belleza, un espíritu libre y un detallista admirable.

Sus interpretaciones se siguen con interés desusado y, una vez más, lo hemos comprobado en la manera de concebir y exponer los tres movimientos del Concierto en fa menor, tan prodigiosa en el Larghetto central -impulsado, según el mismo Chopin, por su enamoramiento de la cantante Constanza Gladowska- como en esa suerte de maravillosa rapsodia de mazurcas que es el tiempo final. No hay rincón, pasajes, detalle, frase en el Chopin de Pogorelich que no reclame nuestra atención y no quede grabado en nuestra memoria. La Orquesta de Francfort, llevada por Halffter-Caro, se ciñó a las propuestas del solista para mostrar máxima flexibilidad y capacidad de identificación, aunque en ocasiones los contrastes entre la voz tenue e intensa del piano y los ataques fuertes de la orquesta resultaran excesivos. Después, el joven maestro mantuvo el impulso, la fuerte estructuración y la claridad de la textura en la Heroica que ya le escuchamos el pasado verano en el Otoño de Soria.

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