_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Milosevic es como Hitler?

Timothy Garton Ash

En la guerra de Kosovo hay un arma que utilizan ambos bandos: Adolf Hitler. El presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, acusa a Occidente de actuar como él, y apela al orgullo de su pueblo al recordar la lucha de los partisanos contra las fuerzas nazis. ¿No participa la Luftwaffe alemana en los bombardeos de la OTAN? Mientras tanto, para justificar esos bombardeos, el presidente estadounidense, Bill Clinton, dice: "¿Qué habría pasado si alguien hubiera escuchado a Winston Churchill y hubiera detenido antes a Hitler? ¿Cuántas vidas habrían podido salvarse? ¿Cuántas vidas de norteamericanos habrían podido salvarse?".Es decir, que Clinton es Churchill, según parece. Pero un momento: ¿quién ha sido presidente de Estados Unidos durante los últimos seis años, mientras ese Milosevic-Hitler arrasaba la antigua Yugoslavia? ¿Qué Administración ha buscado la "paz en nuestros días" a través de negociaciones con él? ¿Es posible que quizá, después de todo, Clinton no sea Churchill, sino el primer ministro británico Neville Chamberlain, cuya política de "apaciguamiento" tanto criticó a Churchill, en los años treinta?

Más información
Los aliados envían tropas a Albania
Una historia sin digerir
Un inmenso vertedero humano
"La ayuda ha sido poquísima hasta ahora", dice una religiosa
Rusia dice que las bombas cayeron en Belgrado cerca de su embajada
Alemania pide un reparto de refugiados de Kosovo entre los países de la UE
La TV serbia exhibe a los periodistas de Tele 5 retenidos
Primeras imágenes de la masacre
Primera fisura en el pueblo serbio
La OTAN bombardea el Ministerio del Interior de Serbia

Las analogías históricas son delicadas. Suelen tener varias lecturas. Pero también ayudan a aclarar las ideas, aunque sólo sea destacando las diferencias entre entonces y ahora. Probemos con cinco comparaciones, a ver qué pasa:

1. Kosovo es como Kosovo. La versión de Milosevic: una vez más, los serbios están llevando a cabo la heroica defensa de Kosovo, como lo hicieron contra los turcos en la gran batalla de 1389. La propaganda serbia recurre sin cesar a esta mitología del sacrificio marcial. Sólo hay un pequeño inconveniente: en 1389, los serbios perdieron.

2. 1999 es como 1914. Clinton ha recurrido también a esta comparación, al recordar que la Primera Guerra Mundial empezó en esta región de Europa. Aquí, las diferencias son muy reveladoras. En 1914, las grandes potencias europeas se alinearon en bandos opuestos. Hoy están unidas, pese a las tensiones diplomáticas inevitables entre Italia y Estados Unidos, por ejemplo. La única gran excepción es Rusia, pero está claro que ni siquiera Rusia va a entrar en una guerra por defender a Serbia.

3. Milosevic es como Hitler. Bueno, no exactamente. Milosevic es el peor, el más peligroso dirigente europeo de los años noventa. Es una amenaza, un matón, un malvado poscomunista que ha manipulado con cinismo los sentimientos nacionalistas para mantenerse en el poder. Tiene las manos llenas de sangre. Pero su Estado no tiene el poder ni el objetivo ideológico de conquistar Europa. Alemania, con Hitler, no dejó de crecer, mientras que Yugoslavia, con Milosevic, no ha dejado de disminuir. Sin embargo, es cierto el argumento del presidente Clinton sobre la política de apaciguamiento: cuanto más se tarda en hacer frente a las agresiones de los dictadores, más elevado es el precio que hay que pagar. Si hubiéramos acabado con las bravatas de Hitler cuando remilitarizó Renania en 1936 podrían haberse salvado 50 millones de vidas. Si nos hubiéramos opuesto a Milosevic cuando sus fuerzas asediaban la ciudad croata de Vokovar, en el otoño de 1991, es posible que un cuarto de millón de hombres, mujeres y niños estuvieran todavía vivos. Pero ni los europeos occidentales ni los norteamericanos lo hicimos, y ahora nos enfrentamos a esta perspectiva.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

4. Kosovo es como Vietnam. Sí, pero ¿qué Vietnam? En esta analogía, el pueblo vietnamita, en realidad, es la población abrumadoramente albanesa de Kosovo, y el equivalente a las guerrillas del Vietcong que vencieron a Estados Unidos es el Ejército de Liberación de Kosovo. Kosovo es el Vietnam de los serbios, no el nuestro. Si la OTAN acaba destruyendo verdaderamente el Ejército de Milosevic desde el aire, como amenaza el general Wesley Clark (aunque no ha explicado cómo es posible hacerlo sin causar enormes bajas civiles), el ELK estaría muy pronto entrando en Pristina, como en un nuevo Saigón. Y los serbios que todavía vivieran en Kosovo huirían, sin ninguna duda. Milosevic lo sabe. Sabe que la pérdida de Kosovo es lo que de verdad podría volver la furia del pueblo serbio contra él. (Mientras que los bombardeos hacen que hasta sus adversarios piensen que tienen que defender, como sea, a su país). Por eso es poco probable que se rinda a corto plazo, lo cual nos lleva a que...

5. Slobo es como Sadam. Sí. Por desgracia, cuanto más nos acercamos al presente, más verosímil es la analogía. Los ataques aéreos, por sí solos, tienen tan pocas probabilidades de derrocar al dictador serbio como hicieron con el iraquí. En el momento de escribir estas líneas, los bombardeos no han conseguido ni siquiera su primer objetivo declarado: hacer que las fuerzas serbias dejen de matar, aterrorizar y expulsar de sus hogares a decenas de miles de albaneses inocentes.

Dejando atrás las analogías llegamos al extraordinario dilema del presente. Como el famoso peatón de la anécdota, al que un conductor pregunta una dirección en un cruce y contesta: "Yo no empezaría desde aquí", la historia de los giros equivocados llega hasta Rambouillet. Pero de ahí es de donde hay que partir siempre. Con la posibilidad que he tenido recientemente de estudiar de primera mano la situación de Kosovo y Serbia, la conclusión a la que llego es muy drástica. Confío, contra toda esperanza, en que los bombardeos detengan la escalada asesina y empujen a los serbios de nuevo a la mesa de negociaciones. Pero si, como es de prever, no lo logran, sólo quedará una forma de que la OTAN no parezca, en su 50º aniversario, ni impotente ni cómplice de una guerra étnica salvaje. Se trata de reunir una gran fuerza internacional que ocupe físicamente Kosovo, convierta la región en un protectorado internacional y, con una superioridad abrumadora, haga que los serbios dejen de matar y expulsar a los albaneses; y viceversa, que es igualmente importante. Sería una labor de pesadilla, por supuesto, y un precedente internacional muy grave. Pero, a estas alturas de la que es -seguramente- la peor crisis europea de toda la década, puede que la única posibilidad que nos quede sea la de escoger entre varias pesadillas.

Timothy Garton Ash es escritor y periodista británico.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_