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FÚTBOL 27ª JORNADA DE LIGA

El Barça difumina a la Real

Los azulgrana, con dos goles de Cocu, ponen punto final a una década de fracasos en San Sebastián

El Barça conjuró el maleficio de San Sebastián por obra y gracia de Cocu. El holandés consiguió desmantelar el síndrome de la Real Sociedad en el momento más oportuno: cuando peor jugaba su equipo y cuando mejor lo hacía la Real. Con el primer gol convirtió el partido en un ejercicio táctico, arruinó a los blanquiazules a la más absoluta vulgaridad y gozó de un partido banal jugado de forma primaria.El partido tenía demasiadas condiciones previas. El Barcelona accedía lloroso por las ausencias, con Guardiola en baja forma y Rivaldo aburrido. La Real Sociedad con De Pedro a medio gas y Cvitanovic invitado a ver el partido de cerca (quizás como terapia de choque). Por eso el fútbol se embarulló. Porque el Barcelona perdía el balón con más facilidad que lo ganaba y porque la Real Sociedad lo malgastaba en el área con tanta facilidad como lo recuperaba en el resto del campo.

REAL SOCIEDAD 0

BARCELONA 2Real Sociedad: Alberto; Fuentes, Loren, Pikabea, Aranzabal; Aramburu, Gómez (Guerrero, m. 84), Sa Pinto, De Pedro (Idiakez, m. 70); Kovacevic y Cvitanovic (De Paula, m. 60). Barcelona: Hesp; Reitziger, Pellegrino, F. De Boer; Xavi, Guardiola, Sergi; Zenden, Cocu, Rivaldo (Anderson, m. 84); y Kluivert (Ciric. m. 90). Goles: 0-1. M. 27. Cocu engancha un disparo desde fuera del área que supera la estirada de Alberto. 0-2. M. 86. Centro de Anderson y Cocu, anticipándose a su marcador en el área pequeña, empalma a la red. Árbitro: Andradas Asurmendi, del colegio navarro. Expulsó a Fuentes y amonestó a De Pedro, Kovacevic y Reiziger. Unos 29.000 espectadores en el Estadio de Anoeta con nutrida presencia de seguidores del Barcelona.

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Van Gaal había tomado sus precauciones, acrecentadas tras la última baja de Abelardo que obligaba a contar con Pellegrino, un central de poco recorrido y duro de cintura. Por eso instaló tres líneas de tres futbolistas condenando a Kluivert a un ejercicio de supervivencia.

El Barca entregó de salida su don más preciado, el balón. Lo perdió por su extraña ubicación y por la imprecisión de sus jugadores más dotados. Guardiola se entregó a la tarea más oscura e ingrata del fútbol, a la vez que su equipo se entregaba a un fútbol básico e impreciso. Ahí tuvo el partido la Real Sociedad, cuando tuvo enfrente a un equipo acomplejado, inseguro e impreciso, las tres maldades que el Barcelona no se puede permitir salvo que reconozca un grado de dependencia absoluto de Figo (el artista) o Luis Enrique (el instigador).

La Real perdió su oportunidad. De Pedro tropezó con el larguero en el primer minuto. Kovacevic y Cvitanovic, con el infortunio y Hesp respectivamente.

El Barça apenas había traducido su vulgaridad cuando Cocu encontró su segundo balón en el partido y enganchó un zapatazo implacable. El gol trasmutó al Barcelona, que recobró la autoridad en ese instante. Guardiola se templó y se pareció a sí mismo; Rivaldo se centró y Sergi recuperó su domicilio habitual en el costado izquierdo. Se desconoce si influyó más el rearme moral del gol o el táctico del reordenamiento, pero el Barca engulló a la Real, que vulgarizó en exceso su fútbol.

La Real es un equipo básico: ataca por la izquierda y remata por el centro. Como antiguamente. El resto es un peonaje sólo mal ilustrado por algunos ejercicios de Sa Pinto en una lucha personal consigo mismo. Ayer no disponía de banda izquierda.

El conjunto blanquiazul se rindió a la evidencia. Sin De Pedro en activo resulta poca cosa, un conjunto demasiado previsible, vulgar, que solo alimenta la fortuna de la potencia de Kovacevic para inventarse alguna genialidad. Pero el yugoslavo tiene la chistera vacía desde hace tiempo y se sumó al anonimato general del colectivo con demasiada facilidad. Sa Pinto es otra cosa. Lo suyo es puro individualismo, cuestión personal y así le va en la Liga española, en la que apunta más que escribe. Lo del croata Cvitanovic se antoja pura caridad futbolística.

El Barça, que había enseñado demasiado sus debilidades, se adueñó del partido por la ineptitud de la Real Sociedad, incapaz de taponar un centro del campo en el que Guardiola jugaba a su gusto y Cocu buscaba más el espacio que el balón, sin que a ningún realista le interesase. El desorden táctico de la Real Sociedad sólo era comparable a la tranquilidad del Barcelona para ocultar sus carencias. Cuando Fuentes se autoexpulsó para evitar un gol de Kluivert, asomó toda la impotencia donostiarra: era la enésima vez que un futbolista se iba por el centro como quien desfila entre la multitud. Luego vino el segundo gol, otra vez de Cocu, probablemente el futbolista del Barcelona que tocó el balón en menos ocasiones.

El partido era así de raro, así de desigual. La Real se agotó en veinte minutos; el Barça se dosificó en 70 y le valió el ejercicio. Fue menos equipo del que se preveía. Un gol le bastó (el otro sólo le reconfortó) para desmontar el malecificio de la Real Sociedad y para amedrentar un poco más a los rivales que miraban el partido por el rabillo del ojo. La Liga sigue siendo suya.

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