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Entrevista:

"Hay veces que el uso de la fuerza es la solución más civilizada de todas"

Ismail Kadaré, el padre de la literatura albanesa y uno de los grandes novelistas europeos de la segunda mitad del siglo XX, está convencido de que los albaneses de Kosovo acabarán siendo dueños de su destino, libres de "una política del pasado", la de Belgrado, "que quiere lo que ya es imposible, que es mantener una colonia en Europa en el siglo XXI, impuesta por una política criminal".El autor de El general del ejército muerto, que vive a caballo entre París y Tirana, mantuvo en la capital albanesa una conversación con EL PAÍS en la que se mostró preocupado con la crueldad que pueda desplegarse en Kosovo a corto plazo, pero confiado en que, al final, "la civilización se impondrá a la barbarie como ya sucedió en la lucha de las democracias contra Hitler".

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"El régimen [serbio] de Slobodan Milosevic está dando una lección del peor fascismo, el fascismo balcánico, en Kosovo, pero está condenado a fracasar porque intenta luchar contra una civilización, la europea, que es mucho más fuerte, aunque no lo parezca en un principio. Habrá que esperar a que la civilización sea consciente de que es más fuerte que Milosevic y de que, por lamentable que sea siempre el uso de la fuerza, hay ocasiones en que no existe otra vía. Hay veces en que el uso de la fuerza, justificada y en su momento, es la solución más civilizada de todas".

Kadaré considera que la gran responsabilidad de Europa ha sido "no haber visto en sus comienzos los peligros que emanaban del ultranacionalismo histérico" que surgió en Serbia hace una década, cuando Milosevic llegó al poder. "Si entonces se hubiera actuado para neutralizar ese chovinismo, hoy probablemente no estaríamos donde estamos. Y todos, los serbios y los demás, estamos pagando por esa indiferencia, la falta de reacción, ante los orígenes del problema. Europa ha de ser consciente siempre de que tiene el arma más poderosa, que es la cultura. Con la cultura se puede hacer frente al culto a la sangre, si se hace con decisión".

Respecto al futuro del pueblo albanés, considera que, a medio plazo, saldrá del trauma del aislamiento que le impuso el estalinismo durante tantas décadas. "Yo no veo el futuro tan oscuro como la mayoría de mis compatriotas. Hay fases duras en la vida de los pueblos. Y estamos en una de ellas. Nos hallamos en una fragilidad total. También se percibe la enfermedad del aislamiento. Es la que lleva a tantos albaneses a alejarse de su país, sin esperanzas. Pero esa fuerza caótica que existe aquí también es resultado de la gran energía que tiene este pueblo y que sostiene todo esto. Y este pueblo tiene también características muy positivas. Jamás ha alimentado un nacionalismo contra nadie. No hay historias, ni canciones, ni baladas en la tradición albanesa que llamen al odio contra otros pueblos".

"En los Balcanes hubo cinco siglos en los que los diversos pueblos nos acostumbramos a vivir juntos sin mayores problemas. Por supuesto", señala esbozando una sonrisa, "eso fue bajo un arbitraje exterior, que era el turco. Por eso la mejor solución para los Balcanes es un arbitraje, un severo arbitraje exterior, mejor que el turco de entonces, hoy de Europa. Sustituyamos el arbitraje de Estambul por el de Bruselas. Y con el tiempo, lo que ahora está pasando irá quedando atrás y todo lo hoy dramático dejará de tener mayor importancia".

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